En los últimos días han ocurrido protestas inéditas a lo largo de la Isla. En La Habana, Santiago de Cuba, Villa Clara y Guantánamo el espacio público ha sido tomado por cubanos indignados, con un nítido liderazgo femenino. Son, por el momento, episodios en pequeña escala, pero suponen una creciente pérdida de miedo entre la ciudadanía.
La deportación masiva de expresos, la desactivación del núcleo duro alrededor de la familia Zapata Tamayo y las promesas económicas del raulismo no han logrado frenar el apogeo del movimiento libertario. Ni siquiera en 2003, cuando el régimen lanzó una ola represiva contra 75 opositores, la calle pareció tan revuelta.
La represión ha cobrado también visos inéditos en los últimos días: utilización de gases lacrimógenos y asalto con tropas antimotines a vigilias celebradas a puertas cerradas. Cabe preguntar entonces si las órdenes de Raúl Castro continuarán por esa vía. Cabe preguntar si las autoridades recurrirán a su método favorito: los encarcelamientos de larga duración.
Sin argumentos plausibles que vinculen a la oposición con atentados o alzamientos armados, al régimen le queda como único recurso el de acusarla de sostenerse con fondos enviados desde el extranjero. Ya que no puede imputarle terrorismo, intenta imponerle cargos de deslealtad patriótica. No por casualidad la Asamblea Nacional advirtió recientemente acerca de la renovación de la Ley 88 o Ley Mordaza.
DIARIO DE CUBA denunció en mayo pasado el aumento de la violencia estatal. Murió entonces, víctima de una golpiza policial, Juan Wilfredo Soto García. Y hace tres semanas estuvo a punto de ocurrir lo mismo con Ernesto Carrera, quien recibió heridas de machete de parte de un dirigente cederista.
Hasta el momento, la prensa extranjera con presencia en Cuba ha ignorado estas protestas y represiones. Su desidia constituye, además de mala praxis, un peligro. Pues, en caso de mantener informada a la opinión pública internacional, ésta podría actuar para que no sobrevengan pérdidas humanas y cese la represión contra quienes reclaman sus derechos pacíficamente.
Es preciso seguir muy de cerca los acontecimientos venideros. Todo choque violento que se produzca, toda víctima, serán responsabilidad de las autoridades.