Cuando hace unos días leí que el gobierno de Raúl Castro da nuevos impulsos a un Programa de Arroz del Ministerio de Agricultura para que Cuba se autoabastezca y así poner fin a las importaciones de ese cereal, me pareció estar viviendo un deja vu.
"El primer reto es producir lo que necesitamos", dijo al diario Juventud Rebelde el director del Instituto de Investigaciones de Granos, Telce González, quien destacó que el país importa más del 60% del arroz que se consume en la Isla, aunque con el proyecto recién iniciado la producción en 2016 cubrirá al menos un 70% de las necesidades nacionales y posteriormente el 100%.
Un golpe de tiempo y espacio me trasladó a un lugar llamado Puente Guillén, en el valle del río Cauto, a unos 50 kilómetros de la histórica ciudad oriental de Bayamo. Allí escuché a un funcionario castrista decir exactamente lo mismo, pero 44 años atrás.
En octubre de 1967, "Año del Guerrillero Heroico", un grupo de periodistas y de estudiantes del último año de esa carrera universitaria asistimos a la puesta en marcha de la Brigada Invasora Che Guevara, protagonista de uno de los más vastos planes de deforestación y destrucción ecológica emprendido en Latinoamérica.
Se nos dijo a quienes allí estábamos que, por "orientaciones" del Comandante en Jefe, se desbrozarían miles de caballerías (cientos de miles de hectáreas) de tierras fértiles en toda la Isla para sembrar pastos y, sobre todo, arroz.
En varios discursos de aquellos días Castro dio todos los detalles. Se iba a sembrar y cosechar tanto arroz que Cuba en poco tiempo ya no tendría que importarlo más. La producción arrocera estatal iba a satisfacer totalmente el consumo nacional, e incluso podría generar excedentes para la exportación.
Operados por el Ejército, unos 500 bulldozers y otros equipos pesados que arrastraban unas enormes bolas de hierro macizo —como hechas en Hollywood, pero de verdad— comenzaron a derribar todo a su paso. Junto a la manigua fueron arrasados bosques enteros, miles de frutales y cultivos. Recuerdo que las hermosas palmas reales y los árboles maderables más robustos eran dinamitados por zapadores militares y, al grito de "Fuego a la carga" de algún sargento u oficial, volaban y caían vencidos al suelo, o quedaban debilitados para que fueran tumbados por los bulldozers.
Por increíble que pueda parecer hoy, el régimen no fue capaz siquiera de aprovechar la madera de los árboles derribados. En 1970, por cifras dispersas publicadas en la prensa se pudo saber que habían sido destruidas 200.000 hectáreas de bosques de maderas preciosas, frutales, cultivos y montes.
Lo peor de todo es que aquel ataque despiadado a la naturaleza fue una de las causas de la galopante sequía que afecta hoy a las provincias orientales. Hay zonas de Guantánamo que ya se están tornando semidesérticas. Además, dos generaciones de cubanos apenas han visto en su vida un níspero, una chirimoya o un anón.
Más importaciones
¿Resultados agrícolas de la Brigada Invasora Che Guevara? Cuba pasó, de cuarto productor latinoamericano de arroz que era en 1958, a la cola de los países productores en el continente. Lejos de lograr el autoabastecimiento, tuvo que aumentar progresivamente las importaciones de arroz ante los volúmenes de producción cada vez más bajos y el crecimiento de la población.
Para no ir muy lejos, 38 años después de aquel atisbo de un "futuro socialista luminoso" en Puente Guillén, en 2005 Cuba produjo (según el diario Trabajadores) 130.000 toneladas de arroz, o sea, 37.864 toneladas menos que las 167.864 producidas en 1956, cuatro décadas antes. Y cubrió apenas el 15,6% del consumo nacional de 830.000 toneladas.
De acuerdo con datos del Ministerio de Economía y Planificación, en 2009 la producción arrocera fue de 281.800 toneladas, y las importaciones, fundamentalmente desde Vietnam, ascendieron a 511.642 toneladas (a un costo de 238 millones de dólares). De manera que, 40 años después de iniciado el costosísimo plan para inundar de arroz a la Isla, la producción satisfizo el 35,5% del consumo nacional.
En 2010 la producción cayó a 247.000 toneladas y las importaciones bajaron (por falta de dinero) a 389.000 toneladas. O lo que es lo mismo, del extranjero llegó el 62% del arroz consumido en el país.
El arroz —de gran valor energético— es tan importante en la dieta cubana que no servirlo a la mesa equivale a pasar hambre. La "Revolución", sin embargo, no ha sido capaz de producir arroz suficiente ni genera dinero para importarlo en grandes cantidades, por lo cual desde hace 49 años su consumo está racionado. Actualmente, mediante la cartilla de racionamiento —la más longeva que se conozca—, cada ciudadano recibe siete libras mensuales de arroz, es decir, 3,7 onzas diarias del principal alimento en la cultura nacional.
Otra expresión de la irracionalidad de los grandes planes arroceros estatales —a lo Mao Tse Tung— es que hoy, en 2011, son los agricultores privados y no las plantaciones del gobierno quienes producen el 85% del arroz que se cosecha en Cuba.
Ello significa dos cosas: 1) que el estatismo socialista no sirve, y 2) que aún sin renunciar a su condición de régimen comunista, si los Castro hubiesen dejado a un lado su soberbia y su vocación estalinista y hubiesen liberado las fuerzas productivas agrícolas y apoyado con recursos y tecnología a los arroceros privados, hoy los cubanos comerían algo mejor.
Un solo dato basta para expresar la inviabilidad económica del socialismo —que ahora Hugo Chávez quiere imponer en Venezuela. En Cuba el Estado posee y opera dos terceras partes de las tierras cultivables, pero produce únicamente un 30% de los alimentos que se cosechan en la Isla. El otro 70% lo producen los agricultores privados, con solo un tercio de las tierras.
En cuanto a aumentar la producción, si bien ahora el gobierno "raulista" vende aperos de labranza e insumos a los arroceros privados, lo cierto es que si éstos siguen controlados y asfixiados por la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), el Partido Comunista y el gobierno, y son obligados a vender sus cosechas al Estado, y a precios ridículamente bajos —con respecto a los del mercado internacional—, el nuevo programa de arroz será solamente una versión "actualizada" de aquel abuelo suyo a quien vi dar sus primeros pasos fallidos en Puente Guillén, hace casi medio siglo.