Cualquier observador habrá quedado sorprendido si se dejó guiar por lo que decían las encuestas sobre las elecciones generales en Paraguay. El Partido Colorado nuevamente se hizo con la Presidencia, algo que muchos sondeos ponían en duda, pero además esta agrupación conservadora creció y tendrá un control institucional casi total en el país sudamericano.
Los pronósticos se alimentaban por las rencillas internas que podrían en jaque al partido que más largamente ha ejercido el poder en Sudamérica (si se le suman los triunfos electorales y los años de la dictadura de Stroessner), pero en realidad las rivalidades terminaron minando a las opciones de izquierda, cuyo electorado terminó fragmentado entre varias opciones.
Santiago Peña, de 44 años, delfín político del expresidente Horacio Cartes (2013-2018), asumirá la Presidencia el venidero 15 de agosto para un gobierno de cinco años. Recibirá la banda presidencial de otro militante colorado, el actual mandatario Mario Abdo. Cartes y Abdo representan tendencias enfrentadas en el partido gobernante, pero se comprometieron a trabajar por el triunfo de Peña y garantizar la continuidad conservadora.
Este 30 de abril, Peña sacó más de un 15% de ventaja sobre su más cercano rival en un triunfo electoral sin discusión. De quien fuera ministro de Economía de Cartes, y de orientación liberal en materia económica, no se esperan grandes transformaciones en esa materia. El Banco Mundial reconoció el año pasado como un logro que este país mantuviera una estabilidad macroeconómica por varios años.
El presidente electo ha prometido reforzar las políticas sociales y hacer frente a las desigualdades en Paraguay, un país de 6,7 millones de personas de las cuales 10% vive en pobreza, según el Banco Mundial.
Los principales desafíos a los que hará frente el Gobierno del joven tecnócrata no parecen estar en la política interna. El Partido Colorado tendrá control en las dos cámaras del Congreso y además este 30 de abril fueron electos 15 gobernadores colorados de un total de 17 gobernaciones en juego.
En política exterior estarán los principales desafíos. Uno que tal vez tenga carácter de urgencia será recomponer las relaciones con un histórico y estratégico aliado, EEUU. Peña dejó entrever una línea más pragmática en relación con el chavismo de Venezuela, tras el férreo rechazo de sus antecesores.
Hace tres meses, en plena campaña electoral, Washington sancionó al actual vicepresidente de Paraguay, Hugo Velázquez (aliado de Abdo), y al expresidente Cartes (padrino político de Peña).
El Departamento de Estado de EEUU manifestó el 26 de enero de 2023 que tomó la decisión de sancionarles por su "implicación en una corrupción sistemática que ha socavado las instituciones democráticas en Paraguay". Bajo esas sanciones, fueron congelados los activos financieros que Velásquez y Carles pudieran tener en territorio estadounidense.
Para analistas, las sanciones de EEUU mientras tenía lugar la campaña electoral terminaron siendo un factor que favoreció la unidad entre los colorados: "La lealtad al partido se vio fortalecida durante los últimos meses debido al discurso nacionalista/antiimperialista que promocionaron entre sus bases", opinó Rocío Duarte, politóloga de la Universidad Católica de Asunción.
Peña tendrá que reconstruir la relación con EEUU, cuyo peso sigue siendo determinante, en términos geopolíticos, pero otro peso pesado mundial, China, tiene su vista puesta en Paraguay, como lo reconoció el presidente electo cuando estaba en campaña, en una entrevista que le hizo El País.
Paraguay es el único país sudamericano que aún reconoce diplomáticamente a Taiwán, mientras que China continental es el principal socio comercial de Asunción. El régimen comunista de Beijing, según admiten diplomáticos paraguayos, presiona cada vez más para que se rompan los lazos diplomáticos con Taiwán.
Hace mes y medio Honduras anunció su decisión de desconocer a Taipéi y de inmediato establecer relaciones con Beijing. Eso había sido una promesa de campaña de la presidente Xiomara Castro de Zelaya. Mientras que, en diciembre de 2021, en medio de la crisis de ilegitimidad que atraviesa desde entonces al régimen de Daniel Ortega por unas elecciones presidenciales no reconocidas como legitimas, Managua también rompió con Taiwán para buscar el apoyo de la potencia china.
Así las cosas, Paraguay podría ser el centro de una soterrada puja diplomática, con cooperación económica en juego, por parte de las dos Chinas. Peña ya ha señalado que su Gobierno mantendrá una relación comercial fluida y creciente con China, pero que los lazos diplomáticos se mantendrán con Taiwán, también como una manera de marcar una diplomacia independiente.
Otra línea trazada por Peña que seguramente será motivo de revuelo está en sintonía con lo que ya en su momento intentó llevar a cabo Carles en 2018. El entonces presidente ordenó trasladar la sede de la embajada paraguaya en Israel de Tel Aviv a Jerusalén. Esta mudanza duró apenas cuatro meses y terminó siendo revertida cuando Carles dejó la Presidencia.
Peña manifestó que devolverá la embajada a Jerusalén, también como una muestra de su independencia en decisiones diplomáticas.
El nuevo presidente paraguayo, en el estilo de marcar su agenda propia en política exterior, se ha diferenciado de sus antecesores también al decidir dialogar de forma directa y por vía telefónica con el gobernante de Venezuela, Nicolás Maduro, este 1 de mayo. De acuerdo con un comunicado oficial, una vez que asuma Peña se tomarán las medidas para el pleno restablecimiento de relaciones entre Caracas y Asunción.