"Yo me privo de desayuno para dárselo a mis hijas", confesó en abril un chófer de bus en uno de los programas míticos de la televisión argentina, Almorzando con Mirtha Legrand.
Una declaración que dejaba al desnudo un fenómeno que afecta a amplios sectores de la sociedad argentina: la insuficiencia de los salarios para cubrir los gastos corrientes.
Desde entonces la situación ha empeorado. En los últimos meses el país se ha visto azotado por una crisis financiera que ha tenido sus momentos más álgidos en mayo y en agosto.
Esto ha conducido a una vertiginosa devaluación del peso argentino –el dólar se cotiza en estos momentos a 38 pesos, mientras que a principios de año no superaba los 19– y a sucesivas intervenciones del Banco Central argentino, que ha fijado la tasa de interés en un 60%, la más alta del mundo, con el objetivo de defender su moneda.
La volatilidad financiera ha persistido pese a que Argentina haya alcanzado en junio un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por un rescate de 50.000 millones de dólares.
El Gobierno de Mauricio Macri insiste en que la crisis se debe a una coyuntura internacional desfavorable marcada por el alza de los tipos de interés de la Reserva Federal estadounidense, algo que ha puesto bajo presión las monedas de las economías emergentes, al atraer un enorme flujo de capitales hacia el dólar.
También hace hincapié en el alto déficit fiscal y los desajustes económicos heredados de la gestión kirchnerista.
Por su parte, contactada por DIARIO DE CUBA, la economista argentina Mercedes D’Alessandro, fundadora de Economía Feminista, destaca que, si bien se pueden encontrar estas cuestiones entre las causas de la crisis actual, "no es menor el rol que han tenido las políticas monetarias del Banco Central de la Argentina y el modelo económico de Cambiemos", la coalición en el poder.
Un modelo económico deficiente
Desde su llegada al poder, en diciembre de 2015, Macri se ha esforzado en revertir la orientación económica de sus predecesores: liberó el tipo de cambio monetario, redujo los impuestos a las exportaciones, eliminó trabas a las importaciones y selló un largo contencioso con fondos de inversión, lo cual le permitió a Argentina acceder nuevamente a los mercados financieros internacionales.
Todo esto mientras se aplicaba a reducir el déficit fiscal, eliminando gradualmente los subsidios a los transportes públicos y servicios básicos (luz, agua, electricidad).
Un conjunto de medidas que se tradujo en 2017 en un crecimiento económico del 2,9%, después de una dura recesión el año anterior.
Sin embargo, la reducción de los impuestos a las exportaciones suponía una disminución considerable de la principal fuente de financiamiento de las arcas del Estado. Para compensar esta pérdida se acudió a una política de endeudamiento, a razón de 35.000 millones de dólares anuales en los dos primeros años de mandato.
La desregulación del mercado financiero y unas tasas de interés elevadísimas atrajeron a capitales para hacer negocios con las llamadas Letras del Banco Central (Lebacs), generando en un primer tiempo importantes ingresos en dólares.
No obstante, estos aportes de divisas concernían el ámbito financiero y no se reflejaron en inversiones en el sector productivo ni, por ende, en la creación de empleos.
Según D’Alessandro, "el modelo de Cambiemos apostó a generar activos financieros que compitan con el dólar, pero causó la caída del consumo y, por tanto, la caída de la demanda. Además, la situación de la deuda externa, contraída por el actual Gobierno, hace que la economía esté mucho más expuesta" a los vaivenes de los mercados internacionales.
Ajustando el ajuste
Después de una primera batería de recortes del gasto público, anunciada en mayo como preámbulo al acuerdo con el FMI, el Gobierno anunció la semana pasada otra serie de ajustes, tras una nueva devaluación estrepitosa del peso.
Así, el Ejecutivo queda reducido a 10 ministerios, de los 23 iniciales. También se reducirán en un 50% las inversiones previstas en obras públicas y se continuará con la eliminación de subsidios al transporte y a los servicios básicos.
La otra medida choque es la subida de los gravámenes a las exportaciones. Un retroceso para el Gobierno que ostentaba la reducción de impuestos al sector exportador como uno de sus logros.
A corto plazo es poco probable que este nuevo plan de austeridad revierta el estancamiento económico. Por lo pronto, se prevé una contracción del PIB, que podría alcanzar el 2%, y un incremento de la inflación que superaría el 35%.
La espiral inflacionaria y la eliminación de los subsidios afectarán ante todo a las clases medias y populares, ya duramente tocadas por el aumento en el transporte (+40%) y en los alimentos (+31%) en lo que va de año. Además de haber soportado, desde 2016, un alza en los servicios de luz, agua y gas superior a 1.000%.
"Después de pagar la luz, el gas y el teléfono, ¿cuánto me queda para vivir?" La pregunta, que meses atrás hacía el conductor de bus en el almuerzo con Mirtha Legrand, se vuelve hoy más acuciante.
Por si fuera poco, si bien la tasa de interés de 60% busca frenar la estampida de capitales, no menos cierto es que el precio del crédito para las pequeñas y medianas empresas, al igual que para las familias, se vuelve incosteable, golpeando la inversión y el consumo.
Una situación que, junto al descenso drástico de la obra pública, comporta el riesgo de traducirse en una ralentización de la actividad económica y, por tanto, en un incremento del desempleo y de la pobreza. Esta última alcanza ya a casi un tercio de la población.
Es esto lo que le hace afirmar a D’Alessandro que "Cambiemos no ha tenido un plan productivo ni de generación de empleo".
¿El estallido a la vuelta de la esquina?
Tras los anuncios de la última serie de ajustes, se dieron episodios que recuerdan a la crisis de 2001: cacerolazos y saqueos en varios puntos del país, que se saldaron con la muerte de un muchacho de 13 años en la provincia de Chaco por disparos de la policía.
No obstante, el panorama actual es distinto: los bancos presentan una situación más estable, la tasa de desocupación es muy inferior a la de entonces y no existe un deterioro económico tan profundo.
Además, el oficialismo ha mantenido bien que mal la red de asistencia social, creada durante el periodo del kirchnerismo, que ofrece un mínimo de paliativos a los sectores más castigados por la crisis.
Aun así, en los últimos días, las marchas se suceden a diario en protesta contra las medidas de austeridad en una escalada del malestar social. El 13 de septiembre habrá una gran movilización de docentes en Buenos Aires y para el 25 ha sido convocada una huelga general.
En el discurso con el que anunció su plan contra la crisis económica, el mandatario argentino soltó una frase con aires de apocalipsis: "Voy a compactar mi equipo para tener una respuesta focalizada a lo que se viene".