A pesar de que Pekín prohibió la extracción ilegal de órganos a los presos que eran ejecutados sistemáticamente por la fuerte presión de la comunidad internacional, todavía esta práctica se realiza, informa el diario El Español.
Sin embargo, no todos los prisioneros clasifican: son "preferidos" los presos políticos y los miembros de grupos étnicos religiosos minoritarios que no están legalizados por el Gobierno, "vistos como una minoría disidente y peligrosa".
Asimismo, se les extraen órganos a los encarcelados fallecidos por causas externas.
En China la espera por un trasplante de un órgano no suele sobrepasar los 30 días, cuando en países de Europa como España alcanza los seis meses.
Sobre los precios del tráfico de órganos, El Español señala que oscilan entre 25.500 (trasplante de córnea) y 150.000 euros (trasplante de riñón).
"Es importante que las personas que piensen ir a hacerse un trasplante en China sean plenamente conscientes de que existe la posibilidad de que su órgano donante provenga de alguien que haya sido ejecutado", alertó en el pasado a The Guardian el profesor Stephen Wigmore, responsable de ética de la Sociedad Británica de Trasplantes.
Muchas veces los órganos se les extraen a presos que todavía están vivos, por lo que "es mucho menos probable que un nuevo órgano sea rechazado por su nuevo huésped", sostiene Ethan Gutmann, investigador especializado en China y nominado al Premio Nobel de la Paz 2017.
"Los primeros experimentos con personas vivas tuvieron lugar en 1994, en el noroeste de país. Actualmente, en los centros de trasplante de toda China, los órganos de los prisioneros se sustraen rutinariamente mientras el corazón de la víctima sigue latiendo y es trasplantado de inmediato", explica Gutmann.
Este donante, enfatiza El Español, "en ningún caso sobrevive a la operación".
El Observatorio Mundial de Trasplantes señaló que Pekín en 2015 realizó 10.057 trasplantes oficiales, o sea, a personas que habían fallecido y estaban registradas como donantes. Sin embargo, fuentes no oficiales cifran los trasplantes en 60.000 y 100.000 con los "órganos obtenidos ilegalmente".
"Unos datos realmente alarmantes si además si se tiene en cuenta que en China solamente hay 2.766 personas registradas como donantes", apunta El Español.
"Hace solo unas semanas, los médicos chinos anunciaron su intención de duplicar el número de centros donde se practican trasplantes de 165 a 300", indica Gutmann.
A cada prisionero se le pueden extraer hasta tres órganos de manera simultánea.
"Los Falun Gong, una disciplina espiritual minoritaria en China, son los más perseguidos,además de los tibetanos y los cristianos que no pertenecen a la Asociación Patriótica Católica, controlada por el Gobierno y desvinculada del Vaticano. Estamos hablando de 450.000 a un millón de personas afectadas, además, los órganos de Falun Gong son particularmente apreciados porque no beben ni fuman", señala Gutmann.
El caso de China recuerda una denuncia presentada en mayo del año pasado por la directiva ejecutiva de Archivo Cuba, que acusó al Estado cubano por mercadear con sangre y partes corporales de cubanos —según dijo— sin su consentimiento. Durante décadas, expuso la directora de la organización María Werlau, La Habana ha exportado sangre y productos sanguíneos particularmente a países aliados bajo secretismo.