El primer jugador cubano en la historia del CSKA Moscú, Howard Sant-Ross, está decidido a rescatar del olvido al baloncesto de la Isla, que vive su particular travesía del desierto desde que en los Juegos Olímpicos de Múnich (1972) la selección caribeña se colgara la medalla de bronce.
Aunque nunca ha jugado con la selección nacional cubana, el nacido en la Isla dijo que dentro y fuera de Cuba hay "mucho talento".
"Conozco a dos cubanos jugando en España (Zaragoza y Burgos) y hay otros en Alemania, Bélgica y Francia. Estamos desperdigados. Si nos uniéramos, podríamos hacer ruido. Podría jugar con Cuba, llevar mi talento y ver cómo van las cosas", aseguró.
"Es una cosa increíble, el campeón de Europa, un club reconocido en todo el mundo. Que un club así llame a la puerta de un cubano de La Habana es algo inimaginable", comentó Sant-Ross a EFE en la legendaria cancha del equipo moscovita.
Después de más de una década de trotamundos en la que jugó en las ligas italiana, alemana, turca y griega, Sant-Ross tocó el cielo al fichar por el CSKA dos días antes de que se enfrentara, a mediados de enero, al todopoderoso Real Madrid español.
Las cosas no han podido ir mejor desde entonces, tras la victoria ante los blancos, ya que el cubano está rindiendo a un gran nivel tanto en la liga rusa como en la Euroliga, pero ni su vida ni su carrera deportiva han sido un camino de rosas.
Sant-Ross nació en una familia que sentía una gran pasión por el baloncesto, ya que lo practicaron su padre, tío y hermana y, como era de esperar, ingresó en la escuela deportiva nacional. "No podía caer muy lejos del amor familiar por el baloncesto. Con seis años ya estaba con el balón en las manos", señaló.
Su progresión pareció verse truncada cuando, siendo aún un adolescente, emigró a Italia con su madre. Pero lo que otros podían ver como un revés, él lo vio como una oportunidad.
Empezó en la cuarta categoría del baloncesto italiano (C-2), después saltó a la segunda división alemana y a partir de ahí fue subiendo peldaños, hasta ahora.
No olvida el nombre del técnico italiano que creyó en él, Massimo Battoti, en el modesto Bernareggio. "Siempre me decía: puedes hacerlo, puedes hacerlo. Fue el primero en creer en mí, incluso antes que yo. Vine de Cuba y no tenía esa mentalidad profesional. Él fue quien me motivó y me dio ese empujón para convertirme en profesional", apuntó.
Sant-Ross no se cree que el CSKA se fijara en él. "Aún estoy asimilando mi llegada al CSKA, un club con tantos nombres y trofeos. Aún no me lo creo", dijo.
El técnico del equipo ruso es el griego Dimitris Itoudis, que se había fijado hacía mucho en el alero cubano. "Mentiría si te dijera que sé por qué decidió ficharme. Tengo características similares a Will Clyburn (la estrella del CSKA, que se lesionó a principios de temporada). Eso es lo que me dijo el técnico. Eso es lo que estaba buscando", admitió.
Cree que la clave de su éxito es la defensa. "Es donde me siento más cómodo. Ahí empieza todo. Puedo ayudar al equipo ofensivamente en lo que necesite: puedo tirar, penetrar y rebotear. Creo en el juego de equipo", explicó.
Con todo, está "sorprendido", ya que está jugando "20 minutos por partido" y los técnicos, que incluyen también al estadounidense Darryl Middleton, que habla español, están "satisfechos" con su trabajo.
Eso sí, es consciente de que la clave de su futuro la tienen los títulos que logre el equipo ruso esta temporada.
"Desde el principio, desde la primera llamada que tuve del CSKA, me lo dejaron todo bien claro. Aquí no hay ni un día libre. Aquí se viene a ganar", admitió.
"En la Euroliga los rivales son los primeros clasificados, incluido el Maccabi. Pero el campo es quien dirá la última palabra", apuntó. "Lo único que sé es que el CSKA debe estar entre los cuatro mejores".
Señor, hay talento pero NO HAY LIBERTAD y ningún talento se desarrolla plenamente SIN LIBERTAD.