Uno se frotaba los ojos. Parecía increíble que una jugadora de solo 1 metro y 73 centímetros de estatura despegara como un resorte y alcanzara en su salto hasta los 3,30m.
Luego, a pesar de su menuda complexión física, remataba con tal violencia el balón en la cancha contraria que nos preguntábamos si esta mujer no era una ilusión óptica.
No lo era. Tampoco era una creación de videojuego. Existió, se llama Mireya Luís. Ahora está retirada y es dueña de una paladar con precios por las nubes, como sus saltos.
Remontémonos en el tiempo. A aquella generación de oro del voleibol femenino en Cuba solamente le queda vivir del recuerdo y los buenos momentos, que fueron muchos.
El comentarista René Navarro las inmortalizó como "las espectaculares Morenas del Caribe". En 1978, en el mundial celebrado en la actual ciudad de San Petersburgo, dieron el primer golpe. Consiguieron el título apoyadas en una combinación letal de técnica, juego de fuerza, saltabilidad increíble y garra.
Las dos Mercedes, Pérez y Pomares, Imilsis Téllez, Ana María García y compañía iniciaron la leyenda. Luego, en la década de los noventa, la continuaría el soberbio sexteto liderado por Mireya Luís, Regla Torres, Regla Bell, Magalys Carvajal, Lily Izquierdo y Tania Ortiz. En el banco, y después en el relevo generacional, hubo otras formidables jugadoras. Ganaron tres Juegos Olímpicos al hilo: Barcelona, Atlanta y Sidney.
Es difícil que algún cubano no recuerde los dramáticos encuentros contra brasileñas, rusas y chinas. El juego con las verdiamarillas era otra cosa. Una guerra. Se jugaba a lo bravo. Las dos escuadras tenían damas de mecha corta. Más de un partido terminó a bofetones en los camerinos.
En Atenas 2004 el vóley femenino comenzó a declinar. Aún existía talento, con atacadoras de fuerza como Yumilka Ruiz y la prometedora Rosir Calderón, además de dos centrales de lujo, Nancy Carrillo y Zoila Barro.
Pero se notaban deficiencias en algunas jugadoras de cambio. Con la renuncia de Carrillo y Calderón a seguir siendo atletas amateurs y ganar sueldos de obreras, el voleibol femenino cayó en un vacío.
Y no acaba de tocar fondo. Le sucede lo mismo que a otros deportes en la Isla. La clave está en la estupidez política de no permitir que los deportistas puedan manejar personalmente sus contratos y salarios.
Estupidez política vs. deporte
En el béisbol se han marchado casi 400 peloteros, incluidos estrellas en ciernes. Ahora mismo no podemos alardear de muchos fuera de serie en nuestro pasatiempo nacional. Alfredo Despaigne, Frederick Cepeda, Yulieski Gourriell o Freddy Asiel Álvarez… y para de contar.
Igual sucede en el boxeo y otras disciplinas. Los alabarderos del régimen nos quieren vender el discurso de que Cuba está en un litigio por su participación en la Serie del Caribe, señalando a Estados Unidos y su embargo como el culpable de que el país no se pueda insertar en el deporte rentado.
Indudablemente, el embargo afecta a peloteros y boxeadores. Pero, ¿por qué no se autoriza a otros deportistas a jugar en Europa o Brasil?
En determinado momento, de manera selectiva, las autoridades dieron permiso a voleibolistas para que jugaran en circuitos profesionales. Con el argumento de que no llegaban en buena forma a las competencias internacionales, se les cerró el contrato.
Esto ha obligado a muchos voleibolistas a marcharse de Cuba. La escuadra masculina se ha renovado al menos cinco veces, producto de las ausencias de jugadores. El panorama no se vislumbra optimista.
Al ser un deporte de laboratorio, con campeonatos nacionales de muy poca calidad, formar nuevos atletas competitivos se antoja una misión imposible para el cuerpo técnico.
El vóley de mujeres está en crisis. No clasificamos para los Juegos Olímpicos de Londres 2012, y en el pasado Grand Prix ocupamos el penúltimo escaño entre 16 equipos.
Algo anda mal cuando el peso ofensivo del sexteto lo debe llevar Melisa Vargas, una jugadora de solo 14 años. Y las malas noticias no paran. Yohanna Palacios, la mejor atacadora, fue separada de la selección nacional por "indisciplina".
Ya ni siquiera en los torneos del Caribe estamos en el podio. Tampoco se ven talentos en las categorías menores. En el NORCECA femenino, que dio dos plazas para la Copa Mundial, el equipo cubano hizo el ridículo y tuvo que conformarse con la séptima posición.
La bondadosa prensa deportiva oficial suele obviar el bajón cualitativo del vóley. Se prefiere recordar los grandes momentos, aquellos años en que las estupendas morenas campeaban por su respeto en las canchas.
Es bueno no olvidar que hemos tenido grandes figuras como Mireya Luís o Regla Torres, que obtuvimos tres títulos olímpicos al hilo, y que en el mundial de Brasil 1995 ganamos de manera invicta el cetro. Eso forma parte de la rica historia del deporte cubano. Ahora debemos mirar hacia adelante.
Pero al régimen autocrático de los Castro, parafraseando a Kennedy, le gusta ser el padre de las victorias. Las derrotas humillantes se callan. O se las cuelgan a otros.