Las figuras fantasmagóricas cargadas de humanismo del grafitero cubano Yulier Rodríguez Pérez se han colado en el arte callejero cubano, y halla terreno fértil en la destrucción, en los pedazos de una ciudad en ruinas.
El joven, nacido en 1989 en el municipio de Florida, Camagüey, y con una formación artística alternativa, decidió hacer una carrera independiente de las instituciones estatales.
Su aterrizaje en las calles en 2014 fue de manera totalmente espontánea. Desde esa fecha ha ido conquistando con su obra espacios abandonados en una especie de diálogo sobre problemáticas sociales y eso ha incomodado a las autoridades.
Yulier P —así firma su trabajo— dice que su obra es "un grito de conciencia y una mirada de libertad". Y es coherente con esa descripción: recientemente ha dedicado un grafiti al prisionero político Silverio Portal, un hombre "trabajador y honrado", argumenta.
Además de su Ciudad Corona, una colección de murales en el patio trasero de la casa de un amigo en el sur de La Habana, inspirados en la pandemia del nuevo coronavirus, Yuiler P sigue adelante con su proyecto Regalos.
"Quiero potenciarlo al máximo nivel", dice.
"A partir de no poder dejar plasmadas mis obras en las calles, empiezo a utilizar pedazos de escombros para seguir haciendo mi trabajo", explica.
Con ese soporte para sus creaciones, añade, puede dejarlas en la calle "para que cualquier persona la encuentre y la coleccione, por eso es que se llama Regalos".
"Van dirigidos al pueblo, obsequio un pedazo de mi obra y a la misma vez produzco arte callejero, me mantengo activo", subraya.
"¿Qué mueve al artista? Pues creo que el amor. El amor es el sentimiento que más mueve mi ser, amor a mi pueblo, amor al arte, sobre todo al callejero y amor a la vida, a la existencia", reflexiona.
En agosto de 2017 Rodríguez Pérez fue detenido cuando realizaba una de sus pinturas en un derrumbe en Centro Habana. Tras 48 horas preso, la Policía le hizo firmar un acta de advertencia indicándole que si no eliminaba todas las obras, sería procesado penalmente.
Pese a que su objetivo era dejar su obra sobre muros e inmuebles "que están en ruinas" y que buscaba "redecorar estos espacios a través de la cultura", fue acusado de "maltrato a la propiedad social".
En Cuba, donde el Gobierno se esfuerza por controlar todas las manifestaciones del arte, hay poca cultura de grafiti o expresiones callejeras. El graffiti comenzó a ganar algo de notoriedad en la Isla a mediados de la década de 2010 bajo una creciente influencia extranjera.
En cuanto a la legislación, no hay una norma específica para esa expresión creativa, pero no está permitido escribir las paredes de espacios públicos o frentes de casa particulares, por lo que Yulier P buscaba lugares abandonados, derrumbes o basureros.
El mayor deseo de Yulier P es volver a conquistar las paredes de la ciudad, así ve su futuro.
"¡Pintar en la calle! ¡Extraño mucho las paredes, esas paredes que me dieron mi identidad y propósito en la vida!", señala.
Nacido en Camagüey, intentó varias veces avanzar en educación artística dentro del ámbito académico, hasta que desistió y terminó por formarse un poco como autodidacta y otro con maestros locales, experimentando en talleres comunitarios y en las paredes.
"El artista urbano cuestiona la sociedad y la política, las realidades que se viven en las calles", comentó en otra entrevista en 2017. Para él, es importante explorar temas como la tristeza o la frustración de Cuba, más allá de la imagen de inagotable despreocupación que suele venderse a los turistas.