La Casa Real de Luxemburgo emitió este lunes una declaración en la que lamentó la muerte del editor cubano Víctor Batista Falla, tío de María Teresa Mestre, la Gran Duquesa de Luxemburgo.
"Con gran tristeza sus altezas reales, el gran duque y la gran duquesa, informan acerca del fallecimiento del señor Víctor Batista Falla, tío de su alteza real, la gran duquesa, y último hermano vivo de su madre", precisó el comunicado.
"El señor Víctor Batista Falla, que residía en Madrid, había ido a visitar su país natal, Cuba, adonde no había regresado durante 60 años. Murió allí el Domingo de Pascua, a la edad de 87 años, de coronavirus", confirmó la nota.
Los duques de Luxemburgo destacaron que Batista Falla "fue un editor conocido y uno de los grandes mecenas de la literatura cubana en el exilio".
"Su muerte es una gran pérdida para toda la familia de la gran duquesa", concluyó la Casa Real.
Víctor Batista Falla nació en 1933 en el seno de una familia de hacendados y banqueros.
Su padre, Agustín Batista y González de Mendoza, fue el fundador y presidente del Trust Company de Cuba, el más poderoso banco de la Isla en su época. Su madre, María Teresa Falla Bonet, había heredado el imperio azucarero y bancario de Laureano Falla Gutiérrez.
Batista Falla abandonó la Isla en 1960, residió en Nueva York y luego se estableció en Madrid.
En la primera de estas ciudades financió y dirigió la revista Exilio (1965-1973), donde publicaron las grandes figuras literarias del exilio y jóvenes escritores.
Años después, financió la revista escandalar (1978-1984), que dirigiera el poeta Octavio Armand.
En 1998, el novelista Jesús Díaz, director de la revista Encuentro de la Cultura Cubana, lo animó a fundar en Madrid la editorial Colibrí, que dirigió hasta su cierre, en 2013.
Más allá de sus revistas y editorial, Víctor Batista Falla costeó la impresión de libros de autores como Lorenzo García Vega, José Kozer y José Mario, y apoyó económicamente a Gastón Baquero y otros escritores en el exilio.
Víctor Batista Falla era tío de María Teresa. Ella era la SOBRINA de él.
Eduardo Torres Cuevas, agente del G-2 a cargo de la Biblioteca Nacional, engañó miserablemente a Víctor Batista: le pidió 50!!! ejemplares de cada título de la colección completa de Colibrí, un total disparate para cualquier biblioteca del mundo. Pero Víctor les mandó 60 copias de cada libro, gastándose un dineral en la impresión y el envío. Todo fue una burla para afectar económicamente a la editorial y emocionalmente a Víctor, que ya de por sí vendía poco pues los cubanos y la cultura no son una buena mezcla. Ni un solo libro de Colibrí está hoy en la Biblioteca Nacional, nunca estuvieron. El G-2 confiscó todo el contenedor en la misma Aduana de la isla, y los cientos de libros fueron a manos de Iroel Sánchez y Abel Prieto, los encargados de distribuirlos entre los comisarios oficiales del Grupo de Análisis del Instituto Cubano del Libro y el Ministerio de Cultura.