El siempre inquieto y laborioso Moisés Finalé (Cárdenas, Matanzas, 1957), exhibe una síntesis de su extensa obra en Máxima Estudio-Taller, espacio con sede en calle Monserrate y Tejadillo, junto al Museo Nacional de Bellas Artes.
Mundos es una muestra personal conformada por 14 obras, que abarcan diferentes etapas de 20 años de producción artística. Inaugurada el 27 de septiembre, se prolongará hasta finales de noviembre dada la buena acogida de público, según señaló a DIARIO DE CUBA Yaiset Ramírez, directora del espacio autónomo.
Intentar sintetizar en un número limitado de obras la labor de un pintor como Moisés Finalé no es tarea fácil. De ello se encargó el curador y crítico de arte Nelson Herrrera Ysla, quien señaló en las palabras del catálogo:
"Se trata de un trabajo ajeno a tendencias de moda, a impulsos demoledores del mercado, una obra que construye un universo variado de propuestas artísticas en que los materiales empleados aparecen sin afeites o exquisiteces".
Y no se equivoca Ysla. Si miramos atrás, la carrera de Finalé dibuja una línea continua que tuvo sus primeros impactos entre 1982 y 1987, como miembro del grupo 4?4, junto a Gustavo Acosta, José Franco y Carlos Alberto García, cuando aún cursaba estudios en el Instituto Superior de Arte (ISA). Las obras de entonces se nutrían del arte popular, el kitsch y la sensualidad cubana. De esta forma comienza sus indagaciones estéticas sobre problemáticas vinculadas a nuestra identidad cultural:
"Al principio, mi inspiración estaba muy marcada por la influencia de grandes maestros de la neofiguración y del neoexpresionismo como Bacon, Saura y De Kooning. Luego me encontré indagando en el arte popular cubano, fijándome en aquellos que pintaban sin conocimiento teórico de ningún tipo. Prácticamente estuve copiando aquel tipo de figuración que, con el tiempo, fui asimilando de una manera tan fuerte que la hice mía y la fusioné con elementos extraídos de mi formación académica.
"Con todas esas mezclas, mi arte se tornó contemporáneo y se alejó de lo primitivo. Después vino el influjo de todo lo que pudiéramos llamar la transvanguardia italiana, nombres como Paladino, Clemente, Barceló... a los que conocí posteriormente en París y con quienes ingenuamente tuve puntos en contacto cuando defendía el arte bidimesional en Cuba”, cuenta Finalé a la revista Opus Habana."
A ello debemos sumar su apego al barroquismo. En las piezas de aquellos años, el dibujo era más difuso y el uso de los colores más espontáneo. Ya entonces se percibían determinados rasgos y maneras de hacer que el artista ha seguido a lo largo de su carrera, como el uso de collages, el raspado sobre el óleo o la utilización de carboncillo para dibujar.
En 1989, Finalé formó parte, junto a José Bedia, Humberto Castro y José Franco, del proyecto expositivo itinerante Trajectoire Cubaine (Trayectoria cubana), organizado por el crítico francés Pierre Gadibet. Ese mismo año emprendería su vida en París, lugar donde residió, trabajó y mostró su arte de manera ininterrumpida hasta 2003, cuando para sorpresa de muchos expone nuevamente en Cuba, invitado por el Museo Nacional de Bellas Artes. Desde entonces vive a caballo entre París y La Habana.
En la capital gala, Finalé comenzó ha adquirir y coleccionar máscaras y esculturas de origen africano. Así nace su interés por esta cultura tan presente en nuestra idiosincrasia insular. Al igual que sucediera antes con Lydia Cabrera; Finalé redescubre una parte sustancial de sus raíces en la distancia:
"Antes no me había interesado mucho por el arte africano, ni por el sincretismo religioso, tópicos que me habían tocado muy de cerca desde pequeño, ya que nací en uno de los pueblos más interesantes en materia folklórica, donde se respira religión", declaró a Opus Habana.
En Mundos, la presencia de la mujer, el erotismo y la africanidad son temáticas recurrentes. En obras como "El Bosque de La Habana" o "Amores de los 80", tela de grandes dimensiones, conviven diversas realidades entremezcladas o sostenidas por la vegetación del monte. La pieza nos transporta a la enigmática "Jungla" de Lam, aunque el bosque de Finalé es más sombrío, menos esperanzador. No es la visión sorpresiva o colorista de un descubridor de la vanguardia, sino la de un conviviente en la cotidianidad post-moderna cubana.
Mundos también exhibe la magnífica escultura "Mi Habana", de 2005. La pieza tridimensional recibe y despide al visitante, al estar enclavada junto a la puerta, como un Elegguá. La escultura está diseñada como un tótem a la virilidad, habitada en sus distintos niveles por seres con falos erectos y rostros de mujeres enmascaradas. La pieza sobresale en el conjunto de obras expuestas, más abocadas a la figura femenina, como puede apreciarse en "Dulzuras insulares", tela de 2011.
En los mundos creados por Moisés Finalé se alojan los universos de Wifredo Lam, Julio Girona, Jesús Gonzáles de Armas o Portocarrero, maestros que han dejado su impronta en el artista cardenense, quien ha sabido tamizar las influencias a tal punto, que hoy solo encontramos en el espejo de Moisés Finalé, su propio reflejo. Sus obras reproducen sus transformaciones, sus viajes de ida y vuelta, o ese universo de sueños repleto de personajes que pueblan su imaginario y le impulsan a seguir creando.