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Artes Plásticas

La mano de Dios

Un comentario a propósito de la obra plástica de Dayron Gallardo.

La Habana

Dayron Gallardo (La Habana, 1986) hilvana senderos entre la espiritualidad, la conciencia y la materia, conformándonos como individuos únicos e irrepetibles. Para hacerlo apela a la mano creadora, o La Mano de Dios, como el propio artista propone en el título de su última exposición personal.

Visto fríamente, puede parecer presuntuoso de su parte. Pero cuando conversamos con él, los prejuicios se disipan. Fuimos a su estudio, en un tercer piso de la calle Neptuno 158. 

La mano de Dios se exhibió en la planta baja del antiguo edificio que albergó el Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Formó parte de las muestras colaterales de la XIII Bienal de La Habana. Según Gallardo: "la elección del lugar no fue casual". Pensando en el espacio, realizó una serie de pinturas de enormes dimensiones. Sin títulos, en su conjunto forman parte de Far Horizons (Horizontes lejanos), serie presentada por vez primera en 2017, en la Galería Teodoro Ramos Blanco, y en la cual viene trabajando desde 2015.

Observando el estudio de Gallardo, se hace difícil entender cómo fue capaz de pintar las y trasladar las telas al espacio expositivo, teniendo en cuanta que algunas miden seis por cuatro metros. "No las desmonté de sus bastidores", cuenta. Físicamente es imposible realizarlas en el estudio en su dimensión total: "Pinto las obras por partes, utilizo distintos bastidores de medidas similares. Tenía miedo que no acoplaran bien al montarlas en el espacio. De hecho, tuve que realizar algunos retoques cuando se emplazaron en las paredes del Centro. Hasta ese momento no las había visto en su escala real. Para mí también fue un descubrimiento, una sorpresa".

Los pintores más experimentados saben que estos tamaños no son cosa de juego, requieren planificación, destreza y entrega. Los desaciertos en estos formatos se convierten en pifias monumentales. En el caso de Gallardo, logré apreciar las obras en su conjunto un par de días antes de su descuelgue, y sobrecogen por lo pequeños que nos hacen sentir, los colores utilizados, las texturas, las formas irreales y la energía que trasmiten, en un espacio diseñado para encontrar paz, en medio del bullicio de la ciudad. Para reforzar su mensaje, el artista utiliza una particular banda sonora, la misma que le ayuda a entrar en una especie de trance. Gallardo se apoya en las composiciones musicales del alemán Hans Zimmer, pionero en la integración de la música electrónica y los arreglos para orquestas tradicionales. Con la mezcla de ambas disciplinas crea un espacio para la mística y la meditación. 

Las pinturas hacen referencia directa al génesis, la creación de todas las cosas existentes en el multiverso. Él prefiere definirlas como:

"Paisajes, fragmentos de realidades sustentadas por lo divino, como principio y fin de todas las cosas. Soy fiel a la intuición, me dejo llevar. En lo micro, encuentro jardines para mis experiencias vitales. En ellos busco la integración de todas las cosas orgánicas y espirituales. Aunque siempre vemos la naturaleza fraccionada dentro de la ciudad, un fragmento de ella contiene todo el espacio o la ausencia de este. La pintura es mi refugio, me exorcizo con ella y encuentro la paz. Me aleja de expectativas sociales como el triunfo, vivir del arte, el mercado y todas esas cosas que los demás esperan de uno. Por eso cuando no puedo ir al mundo de los hombres voy a la pintura. Allí puedo crear nuevos universos desde cero y ser más yo mismo.

"Somos polvo de estrellas", decía Carl Sagan, cosmólogo, astrobiólogo, astrónomo, escritor y divulgador norteamericano, en la legendaria serie documental Cosmos: Un viaje personal, producida en la década de los 80.Aunque la expresión no es suya, fue popularizada por él y hace referencia al origen de la vida y al singular contexto que hizo posible su surgimiento. Las obras de Dayron Gallardo nacen de un principio similar al estallido de un Big Bang.

El artista se refugia en su propio imaginario, pero no está solo. Junto a él se nos muestran los universos de Joan Miró, Miquel Barceló, Roberto Matta o Max Ernst. No se siente tan identificado con los trabajos de artistas cubanos. Prefiere un discurso más universal, menos acotada por la insularidad y el nacionalismo. Sus obras bien podrían relacionarse con el neosurrealimo abstracto. Se percibe en sus trabajos el automatismo defendido por los padres del surrealismo europeo en la vanguardia del siglo XX.

En Cuba, Juan Francisco Elso Padilla, con obras como El rostro de Dios La mano creadora, ahondó en la delgada línea que tamiza lo divino de lo profano. Quizás Dayron Gallardo siente cierto aislamiento al vivir en una realidad impersonal, en un entorno hostil y decadente. Quizás, para sobreponerse, crea nuevos paisajes, ventanas virtuales a otras dimensiones.

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