La Bienal de La Habana no sería lo mismo sin las obras de Manuel Mendive Hoyo (La Habana, 1944), Premio Nacional de Artes Plásticas, figura excepcional e imprescindible de las artes visuales de Cuba y del Caribe. Mendive es un entusiasta de la algarabía callejera. El pasado 15 de abril, inauguró Si Dios y Elegguá quieren, todo es posible, con el performance Los Abrazo. La acción se inició en el emblemático Parque Central. Junto al maestro, como cariñosamente es llamado, peregrinaron por las calles de la capital bailarines sobre los cuales el artista realizó Body Art (pintura corporal), acompañados de la inconfundible sonoridad percutida y vocal del grupo Yoruba Andabo. Un público entregado a la celebración completó el plantel.
En la actualidad, Manuel Mendive vive y trabaja en la Finca Asho fun fun (Manto blanco), en San José de las Lajas, lejos de la bulliciosa capital, arropado por sus animales y el entorno natural. El inmueble es su cuartel general. Desde allí proyecta sus exposiciones y acciones callejeras. Los espectáculos del artista se han convertidos por más de tres décadas en ceremonias simbólicas, ebbós (actos de purificación) que purgan la ciudad y ahuyentan los malos espíritus de sus calles. Dn estos ritos públicos las personas se sienten liberadas, menos solas. Sin prejuicios se dejan arrastrar por las energías del momento. Moviendo el esqueleto al ritmo de los cantos yorubas, despejan sus cabezas, abandonan la cotidianidad y ante la incertidumbre del porvenir, sienten los abrazos del artista.
Situada muy cerca del Gran Teatro de La Habana, en un costado del Capitolio Nacional, en la galería La Acacia, Mendive hace un recorrido que se inicia en la década del 70 y llega a la actualidad. En la entrada reciben a los espectadores dos esculturas en hierro policromado de la serie Energías vitales y una tela de mediano formato de la serie Las tinieblas. Las tres obras fueron realizadas en 2010. Pocos pasos más adentro, sobre las paredes se proyectan distintos performances y happenning realizados a lo largo de su carrera. Pasando el umbral de la segunda sala, el artista dispuso cinco esculturas de su colección personal, instaladas en la parte central de la galería. Sobre las paredes del recinto cuelga 14 pinturas. De las obras exhibidas en esta sala sobresale la emblemática Endoko, retablo realizado en 1970. La obra pertenece a una época difícil para el artista. Dos años antes, en 1968, Mendive sufrió un accidente que marcó su vida y obra.
Su pie derecho se vio afectado seriamente en el evento y le hizo permanecer hospitalizado tras varias intervenciones quirúrgicas. El trauma, lejos de hacerle desfallecer, potenció una etapa tremendamente fértil y trascendental en su labor creadora, la cual justamente comienza con el retablo antes citado, exhibido ahora en La Acacia. Convaleciente, Mendive se vio limitado físicamente, pero su espíritu siguió indomable e intacto, pese a que su nueva condición no le permitió en esos momentos, seguir trabajando con pesados troncos, ensamblajes de hierros o maderas.
Refugiarse en la pintura fue una alternativa y una bendición. La paleta de Mendive comenzó a vibrar. Utilizó deliberadamente colores puros, pigmentos sin mezcla alguna. Rojos, azules, amarillos, verdes, rugían entrelazados en un devenir de formas, planos, líneas y puntos. En su libro Lam y Mendive, arte afrocubano, Guillermina Ramos, señala: "La pintura que inició la transición formal de Mendive en los años sesenta fue Endoko (coito en yoruba) que se expuso por primera vez en el Salón'70 (…) Con Endoko Mendive representó figuras humanas haciendo el amor con animales. Sin embargo, el tema no pretendía representar ninguna referencia a la zoofilia; según la explicación del propio artista: 'hay mujeres que son como mariposas, y hombres que son como elefantes, hay mujeres que son como cocodrilos, y hombres que son como palomas'". Todo en la naturaleza tiene alma, espíritu, energía, vida propia. Las culturas animistas parten de esta esencia. Por tanto, nuestra existencia depende del equilibrio natural.
En las obras de Manuel Mendive concurren invariables flujos energéticos, que parten de él e irradian todo lo que hace, extendiéndose desde sus primeros trabajos a las producciones más recientes. Sus creaciones inciden iconográficamente en temáticas bien definidas de la cultura afrocubana. Los espectadores se aproximan con curiosidad y placer manifiesto a un universo mágico, repleto de deidades sagradas, orishas, egguns, animales, herramientas y otros elemento simbólicos o matéricos, utilizados por los fieles de las religiones afrocubanas que, en sus manos, se trasforman en auténticas obras de arte.
A diferencia de Wifredo Lam, Manuel Mendive asumió sus creencias ancestrales desde la infancia y las sigue practicando con fe, devoción y orgullo. No olvida sus orígenes, ni el calorcito doméstico arraigado en la inocencia y los recuerdos. Sus obras dan continuidad al viaje iniciado por sus ancestros. En su natal casa de Luyanó, en un ambiente familiar, el artista aprendió las enseñanzas trasmitidas por sus mayores, quienes de buena tinta le hicieron saber que en la vida todo es posible, si Dios y Elegguá quieren.
La exposición podrá ser visitada hasta el 31 de mayoen la Galería La Acacia, situada en la calle San José, entre Industria y Consulado, en el municipio de Centro Habana.