Han pasado ya un par de semanas desde la inauguración de la XIII Bienal de La Habana y lejos de las cámaras y los micrófonos, encontramos en plena faena a Abdoulaye Konaté (Diré, Mali, 1953). De pie junto a una de sus instalaciones textiles, bordaba pacientemente su firma, con aguja e hilo negro. El artista africano se percató de nuestra presencia y, amable, extendió una mano para saludarnos. Aunque no conseguimos entrevistarle, no quisimos dejar pasar la oportunidad de compartir el ingenio de un africano universal.
Abdoulaye Konaté estudió pintura en el Institut National des Arts de Bamako. A finales de los años 70 viajó a Cuba para instruirse en el Instituto Superior de Arte, donde se graduó en 1983. Por aquellos años conoció al artista y profesor Antonio Vidal, a Nelson Domínguez, María Magdalena Campos-Pons, Nelson Villalobos y a Wilfredo Lam, "quien me indicó que todo lo que necesitaba para ser un gran artista lo podía encontrar en África", rememoraba el creador el pasado lunes 15 de abril, en la ceremonia organizada por la Universidad de las Artes (ISA), donde le fue otorgado el título de Doctor Honoris Causa, de manos del rector Alexis Seijo.
Agradecido y tras tres décadas y un lustro sin regresar a la Isla, Konaté desembarcó invitado por los organizadores de la Bienal de La Habana, convertido en uno de los artistas más influyentes y reconocidos del continente africano.
Por su obra artística y social, Abdoulaye Konaté fue nombrado en 2002 Chevalier de l'Ordre National du Mali y Chevalier de l'Ordre des Arts et des Lettres de France. En 2008 fue nominado como uno de los Artes Mundi, galardón europeo concedido a los artistas que mantienen un vínculo activo con su realidad social y la condición humana. En 2009, el Gobierno francés le otorgó el premio Passeport-Créateurs.
Las ocho instalaciones textiles de gran formato expuestas en el Lam dan fe del talante de un artista único y contundente. De imaginación exuberante, impregna en sus tejidos la voz de un continente expoliado y azotado por potencias occidentales durante más de quinientos años. Konaté se cuestiona temas contemporáneos, nos plantea dilemas medioambientales, conflictos armados, étnicos y religiosos, derechos humanos, habla de sexualidad y de los devastadores efectos del SIDA, la globalización o el fanatismo. En sus textiles emplea algodón, técnicas de tejido y tintes tradicionales de Mali:
"Esa técnica con las bandas de tejidos me la inspiraron las ropas de algunos músicos tradicionales de mi país que son como bufones. Cuando hay una ceremonia se colocan sobre el vestuario maderas, pedazos de textiles o cualquier material desechable. Eso me dio la idea de transformar el espacio en la tela para colocar bandas.
"Me di cuenta de que, trabajando con los colores, puedes utilizar el textil como pintura. Además, como me gusta trabajar en grandes dimensiones, me sale fácil. Sin embargo, requiere mucho esfuerzo. Tengo un equipo de seis personas que trabajan conmigo de lunes a viernes. Una obra puede llevarnos de uno a seis meses en su elaboración.
"Yo diseño la composición, los colores, el tipo de tejido. Ellos hacen la parte más artesanal de coserlo a máquina o a mano", comentó Konaté a la periodista Adalys Pérez Suárez, del portal Cubarte, en una entrevista titulada Es un honor muy grande el que me hace Cuba.
En sus obras, Abdoulaye Konaté unifica con éxito las tradiciones africanas y occidentales. Manipula los tejidos como instrumentos de comunicación visual. El maliense es consciente de que la humanidad continúa utilizando los textiles como parte fundamental de las ceremonias oficiales, las festividades populares o religiosas; en manifestaciones, desfiles y publicidad, en nuestros hogares o sobre nosotros mismos.
Para plasmar sus visiones eleva a categoría de obras de artes elementos tradicionales. Con su práctica, ansía transformar las realidades de su tierra natal, el mundo y la visión de África. Para ello utiliza la educación, el trabajo en equipo y la inspiración. Lleva su verdad a los cinco continentes, sin borrar de la memoria su paso por Cuba, ni las palabras que un día le dijera Lam.