Ya para el final del día decido pasarme por Nuevo Vedado para ver las dos exposiciones curadas por Abel González. Primero paso por De un fanático de Rockefeller a un discípulo de Kruschov. Historias contadas por artistas, pues allí Hamlet Lavastida me espera para comentarme sobre las obras. Se retira un grupo de personas y la casa/galería queda vacía; no obstante, las obras hablan por sí solas. Es la vuelta a la memoria, la recapitulación de datos curiosos (cotidianos y dolientes), que han pasado como naturales en nuestra historia, pero que al fin no dejan de sorprendernos, ni de dolernos, incluso los que suceden en la propia actualidad. Y Luis Manuel aún sigue preso, pienso. Estos artistas van a la poética representativa de estos asuntos, a la sustracción de su estado natural y desmontaje, y encuentran unas historias sorprendentes que contar.
Algunas de ellas: José Manuel Mesías encuentra dos pinturas exhibidas en la exposición Gulf-Caribbean Art Exhibition, organizada por el curador cubano José Gómez Sicre en el Museo de Bellas Artes de Houston en 1956. Gómez Sicre, como empleado por la OEA, estuvo asociado a la Bienal de Sao Pablo y formó parte del programa del "Panamericanismo", impulsado por grandes fortunas americanas como la Rockefeller, para expandir el American way of life por Latinoamérica a través del Modernismo.
Leandro Feal con El intrusismo del inspector cuenta sobre el controvertido Decreto 349 que, para controlar los contenidos y circulación del arte cubano actual, se arma de los llamados inspectores del arte, quienes podrán "suspender de manera inmediata el espectáculo o la proyección de que se trate, y proponer la cancelación de la autorización para ejercer la actividad del trabajo por cuenta propia, según corresponda". Leandro reproduce una posible oficina del Ministerio de Cultura en Cuba para entregar (al más puro estilo burocrático) identificaciones de inspector a los espectadores. La instalación presenta la documentación de las acciones y reacciones de la campaña de los artistas y la oficialidad.
Y una tercera: Hamlet Lavastida propone un Manual mínimo para leer un alfabeto proletario, dos grandes calados, que exploran la dimensión lingüística que tuvo su origen en el interior de la política implementada por el Estado socialista cubano desde los años 60 hasta la fecha. Las propuestas se acercan a textos o íconos que sirvieron como herramientas ideológicas asociadas a prácticas y conductas represivas dentro de la esfera intelectual y cultural cubana. Esta específica recomposición y reedición de la memoria historiográfica intenta articular una suerte de arqueología cercana al lenguaje estético y material heredado directamente del "diccionario simbólico"soviético. Aprender a leer estos signos es también una manera de modular el lenguaje, expone Hamlet; y seguimos hablando de esas décadas, de la censura, de moldes estéticos impuestos…
De la otra exposición hablaré más tarde, pues ya tuve un encuentro con el decorador y la decoración, pero aún no cazo al curador.