La General Social Survey 2018, encuesta que ha sido un barómetro de la política, la cultura y el comportamiento en EEUU durante más de cuatro décadas, por primera vez incluyó una batería de preguntas sobre la posesión de mascotas.
Los hallazgos no solo cuantificaron la población de mascotas en la nación, donde casi seis de cada diez hogares tienen al menos una, sino que permitieron ver cómo la propiedad de mascotas se superpone con todo tipo de factores de interés para los científicos sociales.
Según los resultados arrojados por el sondeo y reflejados por el diario The Washington Post, hay poca diferencia entre los dueños de mascotas y los no propietarios de mascotas en lo que se refiere a la felicidad, según la encuesta. Los dos grupos son estadísticamente indistinguibles en cuanto a la probabilidad de identificarse como "muy felices" (un poco más del 30%) o "no demasiado felices".
Pero cuando se desglosan los datos por tipos de mascota surge una división asombrosa: los dueños de perros tienen el doble de probabilidades que los dueños de gatos de decir que están muy felices.
La gente con perros, en otras palabras, es un poco más feliz que los que no tienen mascotas. Los que están en el equipo de los gatos, por otro lado, son significativamente menos felices que los que no tienen mascotas.
Estas diferencias son bastante grandes: la brecha de felicidad entre los dueños de perros y gatos es más grande que la de las personas que se identifican como de clase media alta, y casi tan grande como la brecha entre quienes dicen que están en una situación "justa" en lugar de "buena o excelente" de salud.
La General Social Survey muestra que los dueños de perros, por ejemplo, tienen más probabilidades de casarse y ser dueños de sus propios hogares que los amos de gatos, ambos factores que afectan la felicidad y la satisfacción.
Un estudio de 2016 sobre los dueños de perros y gatos arrojó mayores calificaciones de felicidad para los dueños de perros en relación con las personas con gatos. Se atribuyó el contraste, al menos en parte, a las diferencias en la personalidad: los dueños de perros tendían a ser más agradables, más extrovertidos y menos neuróticos que los dueños de gatos. Y un estudio de 2015 vinculó la presencia de un gato en el hogar con menos emociones negativas, pero no necesariamente un aumento en las positivas.
Otra investigación sostiene que algunas de las relaciones entre la mascota y la felicidad son casuales, al menos cuando se trata de caninos. Un estudio de 2013 encontró, por ejemplo, que los dueños de perros tienen más probabilidades de participar en actividades físicas al aire libre que las personas que no tienen perros, con beneficios obvios para la salud y la felicidad.
La investigación también ha demostrado que los dueños de perros tienen más probabilidades que otra gente de entablar amistades con las personas de sus vecindarios, en función de los encuentros aleatorios que ocurren cuando salen a pasear con sus mascotas. Esas conexiones sociales probablemente contribuyen a un mayor bienestar entre los dueños de canes.
La General Social Survey también hizo varias preguntas sobre cómo las personas interactúan con sus mascotas y las respuestas también pueden explicar algunas de las brechas de felicidad.
Los dueños de perros, por ejemplo, tienen más probabilidades de buscar la comodidad de su mascota en momentos de estrés, de jugar con su mascota y de considerarla como un miembro de su familia. Esas diferencias sugieren un vínculo social más fuerte con sus mascotas, lo que podría crear una mayor sensación de bienestar.
Los dueños de gatos, no obstante, pueden protestar que la propiedad no se trata de "felicidad" en absoluto: hay algo en los felinos que es más grandioso y misterioso, algo que no se puede capturar en una encuesta de opinión pública.
"Un gato tienen absoluta honestidad emocional", como lo expresó Ernest Hemingway. "Los seres humanos, por una razón u otra, pueden ocultar sus sentimientos, pero un gato no lo hace".