Ya que estoy dada a los contrastes, me gustaría hablar de dos exposiciones. La primera, Calavera no llora, de Luis Casas (Mr. Myl) y Zarza Guirola; la segunda, el open estudio de Ángel Ricardo Ricardo Ríos, ambas inauguradas el mismo día, a la misma hora, en el Vedado.
La primera muestra ocurría en el estudio de Juan Carlos Alom, en el sótano de su casa. Los grafitis de Casas y las pinturas y grabados de Zarza se acoplaban a ese espacio a la perfección. Como pertenecientes al mundo underground, las calaveras (temática de las piezas de ambos artistas) conectaban en intensidad de colores y humor negro. Ambos creadores, de diferentes generaciones y con diversas técnicas, confluyeron en una realidad caricaturizada de esa sociedad más terrenal, casi sobreviviente en el subsuelo. Ambos despertaron a los muertos y los convocaron a un carnaval en el infierno.
Entonces subí hacia la calle 23 para ver las obras de Ricardo Ríos en su open estudio. La casona, de elegante puntal alto y de blancura impoluta, se erigía radiante de luz. Los cuadros, de grandes dimensiones, sobrevolaban en un estado de esponjosidad y pulcritud. Ricardo se apropia de motivos de la naturaleza que en sus formas caprichosas mutan hacia un imaginario sexual. Lo erótico aparece enseguida atrapado en una dimensión del espacio mental. Y luego las luces y el caos recrean otro mundo superior, existente en los deseos y el ensueño. Sucede una idealización de las texturas que se desfiguran, de una suavidad flotante que casi se desintegra, que apenas puedes tocar con las manos, solo con el pensamiento.
Y así fue que me vi en el cínico infierno y en el onírico Olimpo, ambos divertidos y llenos de matices. Uno cálido y el otro vaporoso, ambos embriagadores.