Siempre supe de él. Cuando niño mi tía, la actriz Gladys Anreus, me llevaba a sus ensayos en el grupo Guernica y yo me pasaba las horas mirando el cuadro de Picasso pintado a tamaño natural. Años más tarde, me enteré que Llinás era el autor de esa copia. En el restaurante La Roca me fascinaban los murales abstractos en sus paredes; eran obras de Guido Llinás.
No lo contacté hasta 2002, cuando Ricardo Viera (director de las galerías y la colección de Lehigh University) me pidió un ensayo sobre la obra de Guido dentro del contexto del grabado en Cuba. Entonces recibí un par de correos electrónicos, después sus cartas mecanografiadas a máquina, sus respuestas a mis cuestionarios y algún que otro dibujito o acuarela en los sobres que llegaban de París.
La exposición se realizó en octubre de 2003. A Llinás lo conocí personalmente en la primavera de ese año, cuando exhibió sus oleos y acuarelas en Nueva York, gracias al patrocinio de Jorge Moya. Nos hicimos amigos. Nos carteamos e intercambiamos un par de llamadas telefónicas de larga distancia. Le prometí visitarlo en París con mi mujer y hospedarnos en su casa.
Su última carta, un par de semanas antes del accidente que eventualmente le quitó la vida en el verano de 2005, tiene un tono melancólico y me menciona un cuadro que acababa de terminar dedicado al recientemente fallecido Guillermo Cabrera Infante. Guido poseía un gran sentido del humor y una gran honestidad intelectual y política.
Esta entrevista telefónica duró dos horas. Fue realizada el 10 de mayo de 2003. Él se hospedaba en un hotel en Nueva York y me telefoneó a Nueva Jersey.
Bueno Don Guido, empezamos…
Anreus, si me dices Don Guido voy a pensar que soy el personaje del poema de Antonio Machado y yo ni soy maestro en refrescar manzanilla ni soy miembro de una cofradía, aunque eso sí, como todos, desde el día en que nací voy camino del cementerio.
Está bien, Guido a secas, pero me tienes que llamar Alejandro. ¿En que época estuviste en Estados Unidos por primera vez y por cuánto tiempo?
Fui a los USA del 53 al 1957 cada verano, un mes, creo. Era maestro de escuela y tenía las vacaciones de verano. Uno de mis amigos anarcos de La Habana me orientó y alojó al principio, Julio Girona, que vivía en Nueva York con su mujer, la escultora alemana Ilse Erithroper. Julio hacia expresionismo abstracto. Hoy creo que muy derivativo.
¿Saliste de Nueva York?
Fui a Washington, donde vi a Gómez Sicre, que era amigo de Hugo Consuegra y Estopiñán. Nunca nos llevamos bien, el gordo y yo. Visité Filadelfia y Boston. Me aprendí el MoMA y el Metropolitan, y las galerías de Charles Egan, Betty Parsons, Sidney Janis. En USA vi por primera vez originales de Picasso, Miró, Gauguin y los impresionistas. Los extraordinarios grabados de Nolde y Rouault también.
Comprendí entonces lo que decía el poeta Baragaño, que le decía a la Escuela de La Habana "la escuela de Skira". Conocían la pintura mundial en blanco y negro y en escala de libro.
¿Qué pintura te afectó más de las que viste en Nueva York?
El uso del negro en Kline y Motherwell. La primera obra de Rauschenberg. La sombra de Bradley Walker Tomlin debe haberme quedado… A Rothko y a Gottlieb los descubrí más tarde. Con el tiempo, Rothko y el primer Motherwell son los que prefiero.
En época de Batista, cómo se situaba el grupo de Los Once políticamente. ¿Se consideraban de izquierda? ¿Conocían algo de marxismo?
Desde la Bienal profranquista Hispano-Cubana hubo que definirse políticamente. Roberto Estopiñán estuvo muy activo en oponerse a la Bienal. Los únicos que participaron fueron Carmelo González y sus carmelianos. Ellos recibieron dinero en premios. La pandilla de Mariano iba a participar. Mario Carreño, que trabajaba para el Gobierno en Cultura, ofreció premios y después salió corriendo para Chile.
La contra-Bienal fue nuestra respuesta con una declaración que firmó hasta Amelia Peláez, que no participaba en nada político.
La primera exposición de Los Once coincidió con Castro y su activismo. Yo era ortodoxo de Chibás y me oponía al Indio [Batista]. Claro que, en típica ironía cubana, los prietos y los comunistas eran batistianos.
Yo conocía a Fifo [Fidel Castro], pues venía de la ortodoxia y había estudiado derecho con mi hermano René. Era un gangster, y lo siguió siendo.
Háblame del resto de integrantes del grupo Los Once y de sus posiciones políticas.
Tomás Oliva había estado en Madrid y allí frecuentó a grupos antifranquistas. La embajada cubana lo fichó de medio comunista. En Cuba lo asustaron y lo metieron en la cárcel brevemente. Mario Carreño, que trabajaba en Cultura con Zendeguí, me ofreció una beca para salir del país. Lo mandé al carajo. Después me entero que Agustín Cárdenas le aceptó la beca y se fue a París. Agustín era el menos político de todos nosotros. Fue un oportunista. En París, después de 1960, se volvió más fidelista que Fidel. No era por convicción, era por oportunismo. La beca se la mantuvieron gracias a Estopiñán, que sí era revolucionario e intercedió por él cuando llegó la revo en el 59.
De Los Once nos convertimos en "los Cinco": [Antonio] Vidal, Raúl [Martínez González], Hugo [Consuegra], Tomás [Oliva] y yo, que decidimos abiertamente estar opuestos al régimen del Indio. Casi todos los plásticos eran oportunistas que le hacían el juego al batistato. Uno de los pocos que sí era virulentamente anti era el escultor Estopiñán, que era activista del Directorio y había sido fundador de la sociedad Nuestro Tiempo junto a Franqui y Cabrera Infante. Entre nosotros, en realidad los politizados éramo Tomás y yo. Hugo se inventa un activismo antibatista en sus memorias que es pura ficción. Pregúntale a Estopiñán.
Alejandro, tú como historiador debes saber bien que nuestra isla vive de pura ficción.
Tristemente es un elemento en nuestra cultura; el de re-escribir la historia como ficción. Donde una vez solo había cuatro gatos, de pronto aparecen multitudes. Dime de tu conexión con el anarquismo.
Manolo Cuciero, un surrealista anarco y anti-Breton, me introdujo al pensamiento anarco. Me dio a leer a Bakunin, Berkman, Emma Goldman. Desde Pinar del Río tenía amigos anarcos. Pasé cinco años en Artemisa y leí todo el proceso ruso. Leí a Rosa Luxemburgo y a Victor Serge en traducciones argentinas o mexicanas. El crítico de arte Joaquín Texidor también tenía su origen anarco. Cuando Fifo se declaró "co-co", a mí nadie me engañó. Yo sabía que eso venía. En 1963 le dije a mi hermano, que era viceministro, que me sacara de la Isla o me metía en una embajada. Me consiguieron una beca y volví a París.
Aunque regresé de visita, ya hace rato que me considero un exilado.
¿Entonces eres un exilado en Europa?
El exilio nos persigue. Hatuey fue un exilado. Máximo Gómez, los padres de Maceo, también Martí. Aquí estamos todos exilados: Lorenzo García Vega en su playa albina de Miami, Cabrera Infante en Londres, Estopiñán en Nueva York, yo en París. Somos una patria ambulante en el exilio…
¿Cómo vez a Raúl Martínez y a Antonia Eiriz?
Raúl y yo nos carteamos después que me fui de la Isla y lo volví a ver cuando regresé. Creo que fue un buen pintor abstracto. No me interesa su pintura pop. Es pura propaganda. Tuvo una época de gran libertinaje sexual, y más tarde lo pagó caro. A Antonia la debo de haber conocido en San Alejandro. Ella terminó sus estudios en la Academia hasta graduarse. Yo era amigo de Tomás y empecé a ir a Juanelo los domingos. La acompañé a algunas clases de paisaje. Yo era como su consejero pictórico político y un poco de psiquiatra también. Era muy linda de joven. Se parecía a Claudia Cardinale. Pero coja. ¡Figúrate que ella terminó por decirme que yo era su Malcolm X!
La quise mucho. La primera vez que exhibió fue conmigo, los hermanos Vidal y Fayad Jamis, en el local del sindicato CGT.
Ella nunca pintó no figurativo. Decía que no tenía imaginación. Nadie como Antonia para captar el infierno de Fifo en sus oleos y tintas de los 60. Una isla tropical se convirtió en una pintura negra de Goya.
Tú has sido fiel a la estética de la abstracción de gesto. ¿Cómo explicas esta claridad de identidad pictórica?
Yo siempre he creído en la pintura y creo que la abstracción es la última posibilidad. Rothko fue más lejos que nadie, pero yo no soy Zen ni suicida. Tú y Juan Martínez me hablan de mi estilo tardío. ¡Muchacho en lo que estoy es en el último estilo! Pero quisiera vivir unos añitos más, a ver las vueltas que da la célebre llave…
Guido, mi mujer me llama a comer.
Hasta la próxima entonces. ¡No se puede pasar hambre en los USA! Pero como hay pobres en este país de ricos.
Sí Guido, los hay. Hasta la próxima.