El fallecimiento del investigador, teórico y políglota Desiderio Navarro, víctima de cáncer, el pasado 7 de diciembre en La Habana, ocurrió luego de la celebración, los días 5 y 6 de este mes, de los 45 años de la fundación de la revista teórico-cultural Criterios.
El coloquio, desarrollado en el Centro Dulce María Loynaz de la capital cubana tuvo una escasa divulgación en el ámbito intelectual. La iniciativa, no obstante, fue fruto del esfuerzo de algunos académicos e investigadores para homenajear a una publicación y a un centro cultural que, todos sabemos, se debieron a la creación y al esfuerzo titánico de un solo nombre: Desiderio Navarro.
Criterios surgió en 1972 como un boletín teórico adjunto de La Gaceta de Cuba, hasta su posterior salida como publicación independiente. En su trayectoria como plataforma divulgativa de las principales teorías culturales que por los años 80 apenas se conocían en Cuba, Criterios encontró no pocos obstáculos que solo la encomiable labor de Desiderio Navarro, como traductor de artículos, conferencias y ensayos en más de veinte idiomas, podía superar. Era asombrosa su capacidad autodidacta para dominar, además del inglés, el francés, el ruso y el portugués, lenguas como el rumano, el polaco, el húngaro, lituano, entre otras tantas que ahora se me escapan.
Si esto no fuera suficiente, Desiderio se encargó de establecer el sello editorial de un centro teórico que contó con la colaboración y el auspicio de prestigiosos intelectuales del mundo y de las principales universidades norteamericanas, europeas y latinoamericanas. Gracias a esto, las teorías sobre la intertextualidad en Alemania, Rusia, Francia, Polonia, los debates sobre el posmodernismo en las diversas aristas del arte y la cultura, la filosofía, el posestructuralismo, religión, literatura, mitología, cine y artes visuales en sentido general, fueron publicados en Cuba a través del sello editorial Criterios.
El último proyecto elaborado por Desiderio fue la compilación Denken Pensée Thought Mysl… E-zine de Pensamiento Cultural Europeo, en tres volúmenes, que viera la luz en 2014 y que tuvo una amplia acogida en el mundo académico cubano. Según me comunicara en una conversación telefónica hace un par de meses, estaba en los preparativos de un cuarto volumen.
Los suscritos al sitio web del centro que él dirigía, recibíamos por correo electrónico el boletín con las importantes investigaciones relacionadas con los estudios culturales. El proyecto de Biblioteca digital Mil y un textos, en cinco volúmenes, con sus artículos traducidos, fueron puestos a disposición del público interesado, de forma gratuita, en la céntrica librería Alma Mater, en Infanta y San Lázaro, para quien pudiera necesitarlo, con solo llevar un pendrive, y eso, sin cobrar un solo centavo.
Fue en una de esas conversaciones con él que supe de su enfermedad. Una dolencia, que le imposibilitaba mantenerse en pie por mucho tiempo, comenzó a molestarlo desde hace varios años y por eso decidió visitar a numerosos especialistas del Hospital Ortopédico Frank País, creyendo que se trataba de las incomodidades que producían los efectos de una ciatalgia y dolores en la región lumbar.
Navarro me confesó que el especialista que lo atendía nunca detectó a tiempo la verdadera causa de su malestar y que solo se supo, lamentablemente, cuando ya la enfermedad estaba en fase de metástasis. Lo peor del caso, como suele ocurrir en no pocas ocasiones en la praxis de la medicina cubana, es que fue el propio Desiderio quien sugirió al especialista la sospecha de su verdadera enfermedad. Había realizado personalmente sus búsquedas por internet y a través de intercambios con otros especialistas para hallar un diagnóstico certero. No estaba convencido de las evaluaciones que recibiera de los médicos del hospital, aun cuando, como suele ocurrir también, los médicos recibían compensaciones de su parte en cada consulta.
Las pruebas realizadas a posteriori, efectivamente, fueron positivas. De las gestiones para un tratamiento en el exterior, a través de contactos que tenía con algunas embajadas que apoyaron frecuentemente sus proyectos editoriales, y de amigos que deseaban su restablecimiento y mejoría, no pude saber si realmente se concretaron; la última vez que hablé con él por teléfono apenas podía moverse en la cama y hacía un esfuerzo titánico por sobrellevar la enfermedad; aquejado de intensos dolores, ya no direccionaba los boletines a las cuentas electrónicas de sus suscriptores.
Supe que pudo regresar a La Habana, y que andaba en silla de ruedas, acompañado de sus familiares, pero no tuve ocasión de verle personalmente una vez más. Al menos el destino pudo compensarle la amarga ironía: la celebración de un homenaje merecido, el homenaje que pudo recibir todavía en vida, y su Distinción por la Cultura Nacional. Quienes le conocimos su trabajo erudito y sus aportes a los estudios culturales en Cuba tendremos en adelante, mucho que agradecerle.
Solo resta saber si, en lo adelante, el Centro Cultural Criterios y su revista sobrevivirán sin la presencia física de quien fuera su artífice, su promotor más imperecedero.