En el otoño de 1980 coincidí en la casa de José Gómez Sicre en Washington DC, con Roberto Estopiñán y Cundo Bermúdez. Gómez Sicre me sugirió hacerle una breve entrevista a Cundo, y con una grabadora prestada le metí mano al asunto. Primero acompañé a Cundo a visitar la National Gallery, donde "repasamos" varios de sus pintores y cuadros favoritos. Después, en casa de Gómez Sicre, hablamos durante una hora. Hace poco, registrando cajas y papeles, encontré la cinta magnetofónica, y 37 años más tarde la he pasado al papel.
Secundino Bermúdez, mejor conocido como "Cundo", nació en La Habana, Cuba, el 3 de septiembre de 1914. Proviene de una de esas familias distinguidas cubanas, que en el siglo XX tenían nombre y educación y hasta abolengo, pero ya no tenían fortuna.
En 1934 Cundo comenzó estudios de Derecho Diplomático en la Universidad de La Habana, aunque no llegó a graduarse hasta 1941, debido a la clausura de la universidad durante el posmachadato. Aquí conoció a Gómez Sicre, quien sería su amigo de toda la vida, su consejero, y muchos dirían que su mejor promotor. Cundo pasó brevemente por la Academia San Alejandro, y más tarde (1938) estudió en México, en la Academia San Carlos y en la escuela La Esmeralda, donde sus maestros fueron Jesús Guerrero Galván y Manuel Rodríguez Lozano.
Su primera obra —de los años 40— refleja la influencia del arte primitivo, al igual que de sus maestros mexicanos, y hasta un poco del periodo neoclásico de Picasso. En los 50 y 60 su pintura se volvió bastante plana o chata, con las figuras alongadas y estilizadas.
Aunque durante su juventud fue miembro del Partido Comunista en La Habana, partió al exilio en 1967. A partir de los 70 el volumen bien modelado y una paleta rica en azules y dorados volvieron a su pintura. Sus temas son íntimos, costumbristas: interiores, figuras, naturalezas muertas, retratos, temas musicales. En el exilio pintó con humor y afecto el tema de las "gusanitas", sentadas en sus interiores neobarrocos tomando café y comiendo dulces, y esperando "el fin" de la revolución.
Generalmente considerado un miembro de la Escuela de La Habana junto a Portocarrero, Mariano, Carreño, Martínez Pedro y Felipe Orlando, su obra es parte de la segunda vanguardia pictórica en Cuba. Cundo vivió en Puerto Rico desde 1969 hasta principios de los 90, cuando se radicó en Miami, donde vivió cerca de sus sobrinas. Falleció allí, en 2008.
Como pintor, creo que forma, junto a Carreño, Portocarrero y Mariano, el cuarteto de los pintores más significantes de su generación.
Cundo, dime algo de tus comienzos en la pintura.
En mi juventud quise ser escritor, y aunque estudié en San Alejandro por corto tiempo, nunca pensé tomar el arte en serio. Empecé pintando figuras y naturalezas muertas. Pepe [José Gómez Sicre] siempre me apoyó, incluyéndome en exposiciones de grupo. En San Alejandro aprendí algo, no mucho, de lo básico, lo elemental en el dibujo, etc. Donde en realidad tuve una buena educación fue en México. Guerrero Galván fue un buen maestro, también Rodríguez Lozano. Ambos hacían énfasis en el dibujo sólido, claramente modeladas las formas del cuerpo.
¿Cuándo fue tu primera exposición?
En febrero de 1937, una colectiva al aire libre en la plazoleta de Albear en La Habana. Era de pintores jóvenes, y si mal no recuerdo, Pepe fue quien me incluye en la exposición. Carmen Herrera fue una de los organizadores. En esa época ella trabajaba la escultura. Mi primera exposición personal fue en el Lyceum, en 1942. Al próximo año realicé una exposición de dos personas en el mismo Lyceum, con Felipe Orlando.
Háblame de tu proceso, de tu forma de trabajo.
Hago algunos apuntes a lápiz o a tinta, a veces una que otra acuarela. Casi siempre hago un par de guaches antes de llegar al óleo. Antes del óleo, dibujo toda la composición en papel de calcar del mismo tamaño que la tela, y la calco en la tela. Y finalmente comienzo a pintar al óleo.
No me gusta el acrílico, lo probé un par de veces y no me daba la riqueza de colores que buscaba.
Mientras más viejo me pongo, más me demoro en pintar las telas. Últimamente pinto una o dos telas grandes al año, como el cuadro que tiene la OEA, y quizás tres óleos pequeños que no pasan de 16 x 20 pulgadas.
¿Cuáles son tus temas?
Los de siempre, los eternos, los bellos, figuras en interiores, vitrales, telas y cintas multicolores. Mi trabajo, mi labor es alegre, como la de Mozart. Estoy de acuerdo con Matisse en que el arte debe de ser un sillón cómodo donde uno se sienta después de estar el día entero luchando en el mundo.
¿Qué artistas admiras, cubanos y del resto del mundo?
Los primitivos italianos, la gran pintura flamenca de Van Eyck, Memling, Bosch y Brueghel. Los españoles del siglo XVII. Watteau, Cézanne y Gauguin. Matisse, el Picasso del cubismo sintético y del neoclasicismo.
Creo que mi pintor favorito del siglo XX es Juan Gris: pura sutileza, pura poesía.
Nunca me interesaron los muralistas mexicanos, pero sí María Izquierdo, el Tamayo de los años 40 y 50, Guerrero Galván y Julio Castellanos.
De Cuba, en mis comienzos pictóricos me gustaba Ponce, hoy ya no. Amelia Peláez es mi pintora cubana favorita, el Portocarrero de los interiores del Cerro, Osvaldo Gutiérrez y Mijares siempre me han gustado. También Agustín Fernández, pintor que no le gusta para nada a Gómez Sicre.
Me gustan Calder, Georgia O’Keeffe y Stuart Davis. De Colombia me gusta mucho Alejandro Obregón y Enrique Grau…
Para mí Grau es un pésimo pintor, cursi y decadente…
Tú eres muy joven y no sabes mucho de pintura todavía.
Sí, soy joven, pero tengo derecho a tener opinión, siempre y cuando esta sea una opinión informada.
¿Qué más me quieres preguntar?
¿Qué es importante para Cundo Bermúdez?
Mozart, Debussy, Ravel, Stravinsky, y Carlos Gardel, que cada día suena mejor. El cine norteamericano de los 40 y 50, la luz tropical en mi pintura…
Políticamente, ¿dónde está Cundo Bermúdez?
De joven simpaticé con el comunismo y apoyé a la República española, fui un entusiasta de la revolución cubana de 1959, pero cuando me fui de Cuba, tenía un desencanto total. Hoy me considero un tipo conservador, de derecha, sí, sí, de derecha, más o menos entre Ronald Reagan y Pío XII.
¿Me puedes contar algo de la visita de Siqueiros a Cuba en el año 1943?
No he leído sus memorias, pero me imagino que están llenas de mentira. Siqueiros llegó a Cuba en la época constitucional de Batista, durante la Segunda Guerra Mundial.
En ese momento Batista tenía a varios comunistas en su Gobierno como ministros sin portafolio. Creo que Siqueiros pensaba que sus amigos comunistas le iban a conseguir un par de comisiones para murales con el Gobierno. No fue así. Terminó con su mujer e hija trancados en su cuarto en el hotel Sevilla debiendo la cuenta.
Mario Carreño y Pepe Gómez Sicre se enteraron de la situación y fueron y los rescataron. Mario se los llevó a vivir con él en su casa del Vedado, que era la de su mujer, María Luisa Gómez Mena. La verdad que no recuerdo si Siqueiros pintó un mural en el hotel Sevilla para pagar su cuenta.
¿Y qué hay del mural que pintó en casa de Mario y María Luisa?
Era un tema alegórico de las razas en Cuba. Creo que Pepe Gómez Sicre lo vio hacer el dibujo inicial, proyectarlo en la pared sobre unos paneles. No recuerdo si de tela o madera. Y lo pintó con ayuda de Mario y alguien más que no recuerdo. Pregúntale a Pepe que está en la cocina, quizás él se acuerde. En esa época Siqueiros dio una charla en el Lyceum, fue mucha gente y tuvo un desacuerdo con Estopiñán, que estaba en el público.
Estopiñán siempre ha sido un tipo conflictivo y difícil. En esa época era un principiante y se puso a discutir con Siqueiros, que aunque no te gustara la obra, era un pintor con carrera.
Del mural recuerdo que un día —después de Siqueiros haber partido de vuelta a México— María Luisa se cansó de mirarlo y lo mandó a desmontar y lo tiró a la basura. Gómez Sicre y yo pensamos en quedarnos con algún fragmento, pero no lo hicimos. Esta es la época en que Mario pinta bajo la influencia de Siqueiros una serie de cuadros en madera.
Los conozco. Son "Los cortadores de caña", "La danza afrocubana", "Fuego en el batey", y un retrato de María Luisa [Gómez Mena] que se parece mucho a los retratos que Siqueiros pintó de María Asunsolo y de Angélica Arenal.
Sí, esos mismos. Yo prefiero la obra de Mario antes y después de este periodo. Su neoclasicismo criollo y su pintura geométrica. Esa monumentalidad no tiene nada que ver con la cubanía. El muralismo nunca podía funcionar en Cuba. Somos un pueblo de intimidades, sensual y barroco. Más Orígenes que revolución mexicana.
Háblame de María Luisa Gómez Mena.
Era un personaje maravilloso. Atormentada y atormentadora. Tenía una energía increíble, no paraba. Se apasionaba por las cosas y esas cosas se volvían el centro del universo, y de pronto, de un mes para el otro, sus intereses y pasiones cambiaban.
Fue una apasionada de la República española durante la Guerra Civil y más tarde le negaron la visa a Estados Unidos cuando la exposición cubana en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, ya que estuvo casada con un militar español fascista.
Yo le tenía cariño y creo que ella me lo tenía a mí. En 1942 pinté su retrato para incluirlo en mi primera exposición personal en el Lyceum. La pinté con un vestido inventado por mí en el cuadro, lleno de triángulos de colores. A María Luisa le encantó el vestido y buscó la tela y su modista se lo hizo, y lo llevó puesto la noche de la apertura.
Después, cuando abrió la galería del Prado con Gómez Sicre de director, ellos me incluyeron entre los artistas. Claro que después vino el divorcio de ella con Mario, se cansó de la galería y la cerró, y Gómez Sicre se molestó con ella.
Recuerdo a María Luisa el día que ella, Mario y Pepe fueron a recibir a Alfred Barr al aeropuerto. Iba vestida como para jugar tenis, con unos shorts bermuda y bien maquillada. Dejó a Barr con la boca abierta. Ella hablaba buen francés.
¿Qué sabes de María Luisa antes de casarse con Mario?
A ella la casó su familia con un tipo de dinero llamado Francisco Vives, que fue el padre de su hijo Panchete. María Luisa decía que Pancho le pegó una gonorrea, en fin, terminaron divorciándose.
Ella me contó que tuvo un breve romance con Alejo Carpentier cuando este volvió a Cuba y Carlos Enríquez "le raptó" a Eva. No sé si es verdad. Gómez Sicre dice que no.
Su final fue triste, terminó con el poeta Manuel Altolaguirre. Murió en un accidente automovilístico en el cual Altolaguirre la sobrevivió brevemente.
¿Qué pintura le gustaba a María Luisa?
La de Siqueiros no le gustaba para nada. Le gustaba la de su marido, creo que la mía, la de Portocarrero. Le tenía mucho afecto a Diago y a su pintura. Detestaba a Mariano y a Lam. Si mal no recuerdo, Romañach la pintó cuando era joven. Mario la pintó en el año 43, es un cuadro muy influenciado por Siqueiros. Enríquez también la pintó.
¿Una ultima pregunta?
No, no, ya me cansé de estar contestando tu inquisición.
Gracias, Cundo.