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Cine

Un absurdo muy parecido a la realidad

Una comedia inspirada en el 'Decamerón' que transcurre en La Habana actual: el último filme de Arturo Sotto.

La Habana

Días atrás, coincidí en la parada con una amiga que me preguntó si ya había visto Boccaccerías habaneras, filme escrito y dirigido por Arturo Sotto, exhibido en las salas cinematográficas del país.

Yo no lo había visto aún, pero por los avances me parecía una comedia del absurdo. "Sí, pero es un absurdo que se parece cada vez más a la realidad", me respondió. "Aquí siempre hizo falta una doble cara para sobrevivir, pero era solapada. Ahora es normal que la gente tenga doble moral y se esfuercen por aparentar un estatus por encima de sus posibilidades."

La reflexión de mi amiga me despertó más curiosidad por la película que las credenciales del Premio de Popularidad obtenido en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano 2013 (prueba de la fidelidad del público cubano a los filmes nacionales), o que la sinopsis: un escritor carente de ideas compra las historias de sus vecinos (recurso ingenioso para justificar que se cuenten los cuentos, como en el Decamerón de Giovanni Boccaccio). Sin embargo, no creo que la película despertara los mismos pensamientos en otros compatriotas que los que despertó en mí, porque quienes la veían en el Yara junto a mí pasaron un buen rato, rieron disciplinadamente cada vez que tocaba, y hasta aplaudieron al final.

Boccaccerías habaneras posee los mismos ingredientes de otras producciones nacionales o coproducciones: las penurias y corrupción cubanas de cada día, la necesaria dosis de sexo (heterosexual y homosexual, para estar a la altura de los tiempos), alusiones al trabajo policial, a la política y al oportuno "bloqueo", y los imprescindibles chistes. No puede reprochársele a Arturo Sotto no haber filmado una película profunda, reflexiva y conmovedora, porque no era su intención. La intención es simplemente entretener y eso lo logra, siempre que las expectativas no sean demasiado altas.

El elenco lo integran Zulema Cruz, Luís Alberto García, Mario Guerra, Omar Franco, Yordanka Ariosa, Patricio Wood, Irela Bravo y un montón de actores conocidos, todos a la altura de las exigencias de personajes estereotipados y caricaturescos.

Por momentos, el director parece pretender algo más, como en la escena donde los padres de la novia en el primer cuento recuerdan las circunstancias de su matrimonio y nos remontamos a aquellos años —¿felices?— de las lunas de miel subvencionadas y las cajas de cerveza que sirvieron de incentivo a muchas parejas, e incluso a personas que solo eran amigas para casarse. O cuando el escritor, que encarna el propio Sotto, se queja del aburrimiento que le producen las historias y sus protagonistas a quienes solo preocupa la falta de huevos, de aceite…, en fin, la supervivencia. ¿Un llamado al pueblo cubano para reflexionar sobre otras cosas?

Sin embargo Boccaccerías habaneras termina por ser justo lo que reprocha su director, una historia de gente atrapada en la supervivencia, incluido el escritor interpretado por él.

¿A eso hemos quedado reducidos: a luchar por sobrevivir? ¿A esto se reduce nuestro cine de los últimos años, (excepto algunas contadas excepciones): a reflejar nuestra realidad de forma risible y superficial?

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