Dos días después del referendo del Código de las Familias, la percepción en las calles de Cuba es de fraude, de desconfianza en el sistema electoral del régimen y en su supuesto respeto a la voluntad popular.
El referendo, realizado el domingo, consultó a los electores cubanos si aprobaban o no el nuevo código. No fue hasta la mañana del lunes, con más de 14 horas de retraso, que el Consejo Nacional Electoral informó los resultados preliminares, pero irreversibles. El triunfo fue del SÍ, con un 66,87%, pero con más del 25% de abstención entre los ocho millones de electores convocados.
Asumiendo que son fidedignos, para el contexto cubano los datos representan un cambio en la forma de votar los cubanos. Significan que, exceptuando los votos no válidos (un 4,2% del padrón), los cubanos que eligieron la abstención y los que votaron NO (en total un 49,1% del padrón), superaron a quienes votaron SÍ (un 46,6% del padrón) como pedía la campaña oficialista.
"Yo no creo en esos resultados; cuando el Gobierno quiere aprobar algo, de que sale, sale. Nunca pierden; ni con la gente en contra, como ahora", dijo Gabriel, un holguinero miembro de la iglesia metodista. "Ellos son los que manejan esos datos y nadie los controla ni chequea".
"Para ellos, que saliera el SÍ era un asunto político, parecía que se estaban jugando el poder, o la vida. Se volvió un frente de batalla mediática desde el momento en que el Gobierno decidió elaborar este código con cosas que desde la Constitución la gente rechazó. Y ellos no pueden perder, no resisten perder. Eso es un hecho. Pero yo fui, puse mi cruz en el NO y tengo mi conciencia tranquila. Hay un Dios que va a juzgar, no seremos nosotros", añadió.
Para Yaniurki, que no es religiosa, "el NO parecía que iba a ganar. La verdad, me sorprendió el resultado. A todo el que uno le preguntaba decía que había votado por el NO, poquísima gente decía que por el SÍ. Hasta la presidenta del CDR, la misma que tuvo que darnos la charla en el barrio a favor del SÍ, me confesó que votó NO. Y mira con qué resultado salieron, ganó el SÍ. Me quedé botá".
Ciertamente, la propuesta oficialista ha generado bastante polémica en la sociedad cubana, pues modifica conceptos, derechos y formas de enfocar la familia y sus dinámicas. Además de que rompe esquemas de vieja data y choca con no pocos prejuicios y temores.
La oposición al nuevo código desde su propia gestación, por una parte significativa de la población, especialmente por la posibilidad del matrimonio igualitario, por el cambio de la patria potestad por responsabilidad familiar y la autonomía progresiva de los hijos, ha sido inédita debido esencialmente a que se trata de un asunto social, vinculado a la política pero indirectamente.
Y las personas se han liberado a ser sinceras, sin el temor habitual a oponerse a la posición oficial. Un precedente raro en la sociedad cubana —férreamente controlada durante seis décadas por el miedo a enfrentar al Gobierno—, que de replicarse y convertirse en habitual podría contribuir al despertar cívico del pueblo cubano, que ya tiene sus capítulos anteriores.
"He visto a los grupos LGBTI festejando por el SÍ y también a Díaz-Canel y otros personajes, pero para mí es una victoria pírrica", opinó Osiel, un disidente político no afiliado a ningún grupo opositor, pero muy activo en las redes sociales. "Al final, los que votaron por el SÍ son menos que los que se negaron a votar por no confiar en el sistema electoral y los que votamos NO".
"No permitieron que se defendiera el NO en los medios de comunicación y estuvieron haciendo la campaña por el SÍ hasta después de finalizada la votación. Una exageración. Con la asimetría que hubo, es increíble que los votos por el SÍ no llegasen ni a la mitad del total de los electores. Ganaron más por la campaña de la abstención, que fue una manera equivocada, a mi juicio, de expresar desaprobación y desconfianza, y que dejó a más de dos millones de votos sin contar".
"Y cualquiera deduce que esos votos eran mayoritariamente contrarios, pero eligieron no participar. Eso, en el caso de que no haya habido fraude, porque hubo una demora sospechosa e injustificada. Casualmente, la primera vez que el Gobierno tiene una oposición significativa en las urnas, se demora en dar los resultados hasta el otro día. Es muy extraño, sospechoso", consideró Osiel.
La jornada transcurrió como es lo habitual en un sistema totalitario, donde reina el control social por parte del Gobierno. El único incidente fue la lluvia, en la región oriental principalmente, pero solo en horas de la tarde y que no llegó a afectar significativamente ni el servicio eléctrico ni las comunicaciones.
No obstante, la lluvia sirvió de excusa para alargar por una hora más las votaciones y demorar los resultados por más de 14 horas. Un hecho inédito, pues el sistema electoral cubano funciona de manera fluida por el nivel de organización que tiene, y por contar con suficientes colegios habilitados (23.000, con un promedio de algo más de 350 votantes potenciales), como para que sea muy fácil votar y controlar a los que no votan.