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Humor

¡Caballeros, no la cojan así con Camila!

Lo de si la convence o no la comida cubana es una cortina de humo para ocultar el verdadero motivo del viaje a Cuba del Príncipe de Gales. Camila de Cornwall: 'La comida cubana no me convence'

Madrid

Mucha gente poniendo el grito en el cielo por las redes, pellizcando un boniatillo entalcado de los que se venden en supermercados de Miami, trayendo a cuento el congrí que hacía su abuela y volviéndose a preguntar si las bolas de plátano del quimbombó van o no artilladas con chicharrón molido. Y todo esto porque una duquesa británica dispuesta a pisar La Habana ha dicho que la comida cubana no le convence.

Lo dijo con su boca de muchos feos dientes, pues si la comida cubana no convence, tampoco convencen a los ortodoncistas las dentaduras británicas.

Mucha gente veo haciendo de esto una cuestión nacionalista, como si Camila de Cornwall nos hubiese mentado la madre o parte de ella. Y, hablando de partes, salieron unos chefs de paladares habaneros diciendo que la van a convencer con lo que ellos cocinan, que si le van a poner en la mesa a ella y a su jevito Carlos las "partes nobles" del cerdo.

Salen los chefs cubanos a refinar, a crear el holograma del chicharrón, a inventar el tamaldrón, que es un tamal que cae al plato desde lo alto, gracias a un dron enviado desde la cocina.

Bien por esos chefs pero, ¿para qué tomarse tanto trabajo? ¡Que siga Camila inconvencida su camino! Es pueril el recurso al que han echado mano tantos cubanos ofendidos diciendo que lo que comen los británicos sí que es bazofia, una de las peores cocinas europeas, sino la peor. Bien, podrán estar en lo cierto, pero lo que come Camila en sus palacios no es precisamente esa comida. Si acaso, algún antojito de ella, pero tridestilado, tuneado, intervenido. Y, por lo demás, mucha tradición francesa, que ahí sí hay.

Tanta discusión culinaria no es, sin embargo, más que una cortina de humo, puro embaraje de la duquesa Camila, que buena embarajadora que es, como vióse desde los tiempos en que Diana de Gales vivía y ambas… en fin, todo ese cocimiento de revista Hola que prefiero ahorrarme aquí para ir al grano, que no es un grano, sino un diente de ajo. Porque si en algo parece haber basado su queja Camila de Cornwall es en que el ajo malogra el aliento, y en las cenas hay que hablar, y si se expele hacia ambos lados el aliento a ajo aquello termina como un capítulo de Juego de Tronos, con los tres dragones metiendo antillana de acero.

Hago un desvío a propósito de Juego de Tronos: hace un tiempo trascendió que la Inconvencida-por-la-cocina-cubana estuvo en Wimbledon sentada al lado de Kit Harington, el actor que hace de Jon Snow. Snow estaba en ese momento no se sabía si vivo o muerto, si lo hacían renacer o no. Estaba en un momento en que la mayonesa puede cortarse todavía, en que el merengue no monta. Y con toda su noble desfachatez, Camila de Cornwall pidió a Kit Harington que le aclarara si estaba vivo o muerto. Vivo o muerto Snow, por supuesto, no él, actor, quien, por cierto, es descendiente del rey Carlos II de Inglaterra.

Vuelvo al ajo, que es volver a la cocina cubana, rodeada de ajo por todas partes, una isla con sofrito alrededor, aunque digan lo contrario quienes responden a una noble británica mentándole las nobles partes de un puerco.

Tal como antes decía, no es ni de ajo ni de comida cubana de lo que se trata aquí. Todo eso son triquiñuelas de Camila, ducha en triquiñuelas desde los tiempos en que… remitirse aquí a las partes nobles de la revista Hola. Lo importante es que Camila de Cornwall visitará Cuba. Que visitará la Isla en compañía de Carlos de Inglaterra. Y, por favor, que nadie se engañe, no es a comer o dejar de comer que van ellos. Gran motivo los mueve y no pasar por delante de los fogones, que toda la bobería con el ajo de esa niña es disimulo mulo.

Carlos, como es de todos conocidos, no ha llegado a reinar y lo tiene difícil. Tiene a la pura atorada en el trono, al padre dando vueltas en carro sin ponerse el cinturón de seguridad, y al hijo mayor, que a estas alturas debería ser el Príncipe de Gales, decidido a volarle el turno en la cola.

Isabel de Inglaterra es longevísima, es longina seductora cual flor primaveral (aprende a elegir colores para tus vestidos, Lis Cuesta), y porta cetro y corona desde unos meses antes del asalto al Moncada. Advierto de inmediato que no es descabellada esta relación ni fijación mía porque, cuando se hablaba de la permanencia en el poder de Fidel Castro, la prensa internacional acostumbraba a señalar que solamente otro monarca llevaba más tiempo que Bola de Churre I en el poder, y esa monarca era Isabel II de Inglaterra.

Con lo cual, chicharritas aparte, hemos dado con el verdadero motivo que llevará a Carlos y Camila (qué dos nombres de guerrilleros, por favor, hasta aquí llega la peste a ajo…) a La Habana. Van los dos a preguntar cómo salir del bulto, cómo se destraba el tiro del inodoro real, cómo sacarse de encima a Isabel del mismo modo que los cubanos se sacaron de encima a Fidel hasta sembrarlo en el Moco de Santa Ifigenia para que la dinastía siguiera su marcha. Porque esta gran dinastía ha dicho basta y ha echado a andar…

¿Es casualidad y nada más que casualidad que Camila diga que no sabe si va a comer cuando vaya a Cuba y que en el cementerio de Highgate le cayeran a mandarriazos a la tarja de Karl Marx, con teatro en Miramar, La Habana? Hum, hum, hum. El caso, en fin, es que la parejita de guerrilleros británicos Camila y Carlos van camino a Cuba en busca del secreto de la destrabazón dinástica. Tienen mucho de que hablar con Raúl Castro y mucho que estudiar en la figura de Alicia Alonso, que seguramente les será presentada. Y en cuanto a lo que les pongan en el plato y opine esa señora, créanme, compañeras y compañeros, que esa no es aquí la verdadera talla.

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