El 24 de diciembre fue un poco diferente para los 15 niños cubanos varados en el albergue La Esperanza, en Puerto España, Trinidad y Tobago. Gracias a almas caritativas tuvieron una cena y un regalo. Al menos por ese día se les borró la sensación de hambre del estómago.
A sus 12 años, a Laura María le ha tocado protestar en la calle, frente a oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Puerto España, ver a sus padres presos y asistir, con temor a la deportación, al juicio de cuatro días contra ellos, que solo pedían respeto a su condición de refugiados.
El pasado 16 de noviembre, 78 cubanos fueron detenidos después de protestar durante tres semanas ante la sede de la ACNUR. Al cabo de 10 días en prisión, la jueza ordenó su libertad.
Algunos de ellos tienen la condición de refugiados de la ACNUR, pero de poco sirve, ya que Trinidad y Tobago no les otorga residencia y, por tanto, no pueden trabajar.
Laura siente que 2018 fue un año perdido. Aunque asistió con disciplina a la escuela, sus estudios no fueron certificados.
Estudió dos meses en una escuela pública local, pero falta de estatus legal le impidió continuar allí.
Ante las protestas de los cubanos, Living Water, ONG de la Iglesia Católica, abrió un centro educativo donde, en un mismo salón, reciben clases niños de cinco años y jóvenes de 19. Laura no entiende por qué, a pesar de aplicarse en sus estudios, no le reconocen su esfuerzo.
"Yo quiero un hogar y una escuela donde estudiar", dice. "Quiero ser médica".
En la noche de Navidad, relata, cerró los ojos con fuerza intentando borrar de un tajo sus recuerdos. Solo quería dormir y soñar.
Hacinados, sin agua y a merced de enfermedades
A la bodega de paredes y piso rústico que alberga a los cubanos en Puerto España solo llega durante cuatro horas al día un agua turbia que no se puede beber.
Este lugar poco aireado solo cuenta con dos baños y, a escasos metros, queman basura de la ciudad. Las enfermedades de la piel, pulmonares y gastrointestinales son pan de cada día para los 112 adultos y 15 niños que allí están hacinados.
Aun así, llaman al albergue La Esperanza. Les fue facilitado por el empresario Sheik Lisha, que al verlos en la calle decidió darles un lugar para pasar las noches, les donó alimentos y agua potable, según relatan.
Iba a ser un lugar temporal, mientras la ACNUR definía un mejor futuro para los refugiados. "Pero pasan y pasan los días y hacen de la vista gorda con nosotros. Juegan a la política del desespero con nosotros", se queja Jaqueline Vera Morfa a DIARIO DE CUBA.
"El Gobierno espera que les demos un motivo para repatriarnos y la ACNUR espera que nos cansemos para que continuemos nuestro camino. ¿Pero para dónde y con qué dinero?", añade.
A La Esperanza le queda poco
Vera Morfa tardó tres años en recibir su documento de refugiada. Aunque en su momento lo consideró un logro, la falta de estatus legal en el país le ha impedido cambiar su realidad. Y las cosas pueden empeorar.
"Tendremos que desocupar el albergue el 31 de enero, no sabemos para dónde coger. Estamos dentro de un oscuro túnel y no vemos la luz al final", avisa.
"Al caído, caerle", apunta por su parte Yudith Pérez, quien lleva meses tirada en un colchón en el suelo, a la espera de que la ACNUR le consiga una orden para una cirugía.
"Las condiciones de higiene me produjeron una fistula anal, es un absceso en los glúteos que me supura y varias veces me ha infectado mis partes íntimas", explica. "Paso los días y noches con fuertes dolores y fiebre. A veces recibo de personas de buena voluntad algún que otro antibiótico y pastillas para la fiebre".
"Vivimos en una cárcel, no contamos con protección ninguna, algunos compatriotas han sido asaltados después de reclamar la ayuda económica" de la ACNUR, dice Vera Morfa.
"Por otro lado, a los pocos refugiados que la reciben les fue notificado que llegará solo hasta el 31 de diciembre. Y no nos permiten trabajar, sobrevivimos de la caridad".
Vera Morfa denuncia también atropellos por parte del Departamento de Emigración de Trinidad y Tobago.
"Cuando te dan tu certificado de refugiado, te retienen el pasaporte. Esto es un negocio que tienen montado desde La Habana", opina.
"Te venden el pasaje aéreo en La Habana, pero cuando llegas a Puerto España, si no tienes 1.000 dólares para darle a los oficiales, te viran inmediatamente. Entre nosotros hay gente que ha sufrido torturas físicas por no contar con dinero", asegura.
Una refugiada cubana que lleva cerca de un año en Trinidad y Tobago y pide mantenerse en el anonimato dice que al salir de Cuba nunca pensó que decir la verdad le traería problemas.
"Al llegar al aeropuerto, un guardia me preguntó por la cantidad de dinero en efectivo que llevaba. Yo, inocentemente, le respondí, '1.500 dólares'. Los ojos le brillaron al escuchar la cifra. Me dijo: 'me los entregas o te deporto'".
"Quedé muy triste, pero pensé que ya era libre. Sin embargo, al salir a la calle para encontrarme con mi esposo, fui retenida y llevada a un cuarto vacío donde me desnudaron, me golpearon y me obligaron hacer cuclillas para que expulsará el dinero que llevaba en mis partes íntimas", continuó la emigrante.
"Estuve allí 13 horas. Encendían el aire acondicionado a la más baja temperatura y, cuando ya estaba titiritando de frío, lo apagaban hasta que el calor me sofocará y entonces volvían a encender el aire. Solo cuando mi esposo les dijo que traería un abogado para denunciarlos por torturas me dejaron libre".
El futuro es incierto para los cubanos varados en Trinidad y Tobago. Muchos temen la repatriación, pero mantienen la esperanza de que alguna ONG internacional les brinde ayuda y algún país los acoja. Afirman que solo quieren forjarse un futuro con su propio esfuerzo y sudor.