En el extremo sur de un puente en los límites entre EEUU y México, Humberto Álvarez González, un cubano de 32 años, sigue atentamente el avance de la caravana que atraviesa suelo mexicano y cuyo objetivo es llegar justamente a la frontera.
Álvarez y otras dos decenas de personas esperan en Matamoros, al otro lado del Río Bravo (Grande) y fronterizo con Brownsville, Texas, debido a que los agentes aduanales estadounidenses dicen que no hay espacio para procesarlos, precisa un reportaje de la agencia AP.
Duermen en catres cerca del puente y dependen de que personas les lleven alimentos y ropa. Algunos han esperado durante dos semanas.
Ahora Álvarez está preocupado de que las largas oleadas de migrantes en la caravana —que el domingo permanecía todavía a más de 1.300 kilómetros (800 millas) de distancia de la frontera— provoquen el rechazo general de EEUU.
"Es la idea, entrar antes que la caravana", dijo. "Tenemos miedo de que esta migración se acerque a nosotros y nos juzguen a nosotros junto con ellos", añadió.
A las personas en busca de asilo que ya acampan en los cruces fronterizos les preocupa que la respuesta del Gobierno de Donald Trump a la caravana de unos 4.000 migrantes centroamericanos y otras tres mucho más pequeñas que están a kilómetros de distancia, puedan dejarlos afuera.
La semana pasada, Trump amenazó con detener a las personas en busca de asilo en grandes carpas y enviar hasta a 15.000 soldados en activo a la frontera. También habló de cerrar la frontera.
Funcionarios del Gobierno de EEUU dicen que los puentes permanecen abiertos para quienes buscan asilo. Sin embargo, en el sur de Texas, el corredor más transitado para cruces ilegales, agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP), están al centro del puente para revisar documentos y regresar a la mayoría de las personas que buscan asilo.
En San Diego, la gente espera durante más de un mes en el cruce de San Ysidro y voluntarios operan un sistema informal de turnos para evitarles a los migrantes aguardar en línea o dormir al aire libre.
"No es regresar a la gente, es pedirles que esperen", dijo recientemente el comisario de la CBP Kevin McAleenan. "Recibimos a las personas según la capacidad que tenemos", agregó.
En el puente donde Álvarez y otros esperan, guardias de seguridad del lado mexicano detienen a las personas en busca de asilo hasta que los inspectores fronterizos estadounidenses les digan a cuántas personas recibirán.
Algunos días permiten que entren cinco o diez. Otros días, afirman las personas en espera, ninguno.
En otro puente que separa a Brownsville de Matamoros, cuatro mujeres y sus hijos duermen bajo un toldo azul sobre el puente. El toldo lo dejaron otros solicitantes de asilo. Una de las mujeres dijo que llevaba dos días esperando ahí.
Buscar asilo en un puente de entrada es legal bajo la ley estadounidense, como lo reafirmaron funcionarios del gobierno de EEUU este año. Trump ha propuesto prohibir que la gente que cruza sin autorización entre los puertos de entrada solicite asilo, algo que muchos expertos en inmigración dicen que no puede hacer bajo la ley.
EEUU recibió casi 332.000 solicitudes de asilo en 2017, casi el doble que en los dos años previos y más que cualquier otro país del mundo, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
Muchas personas que solicitan asilo esperan durante años para sus casos se decidan, una demora criticada por funcionarios administrativos y abogados de inmigración por igual.
El secretario de Justicia, Jeff Sessions, dictaminó en junio que huir de pandillas y la violencia doméstica generalmente no se consideraría motivo para solicitar asilo, lo que podría afectar las solicitudes de muchas personas.
Jodi Goodwin, una abogada de inmigración en Harlingen, Texas, dijo que cree que el Gobierno intenta desanimar a los solicitantes de asilo para que se den por vencidos.
"Creo que utilizan muchas artimañas y lenguaje ambiguo para intentar eludir a la ley", dijo.
Dos mujeres y tres niños esperaban el sábado al centro del puente entre McAllen, Texas, y Reynosa, México, un día después de que los soldados instalaran un alambre de púas en el puente y la orilla del río por debajo.
Después de un tiempo, un funcionario de la Secretaría de Inmigración de México se acercó al grupo de cinco personas y les pidió que dejaran el puente, lejos de la aduana estadounidense.
Los periodistas de The Associated Press siguieron al funcionario y después un guardia de seguridad privada llevó al grupo de vuelta a México y a la oficina de inmigración. Un empleado al interior del edificio no permitió que la agencia norteamericana entrevistara al grupo e inspectores fronterizos estadounidenses se negaron a comentar.
En el puente en Matamoros, México, Álvarez sigue esperando junto a personas de todo el mundo: Honduras, Perú, Venezuela y Camerún.
Enfatizaron que solo entrarían al país pacífica y legalmente, esperando su turno en el puente.
Javier Mederos Méndez, un hombre de 44 años de La Habana, dijo que huía de la represión política porque no estaba de acuerdo con el Gobierno de la familia Castro. Agregó que había volado de Cuba a Sudamérica, luego cruzó la selva y zonas devastadas por la violencia en Centroamérica y México hasta llegar al puente.
Él y otros vieron a gente ahogarse y pasar hambre a lo largo del camino.
Al preguntarle sobre los anuncios que Trump hizo en relación con el asilo, Mederos dijo, "sería injusto que yo decidiera lo que bueno o es malo para un país".
Sin embargo, agregó, "esperaré el tiempo necesario, hasta que me reciban".