En Cuba los animales no tienen derechos. Por ausencia de ley, el maltrato, el sacrificio religioso y hasta el sadismo son prácticas legales.
Por suerte, personas compasivas asumen la carga abandonada por otras. Muchas veces sin recursos, hacen de sus casas refugios de perros y gatos. Rescatan camadas enteras de criaturas recién nacidas a las que la contaminación de la calle y la desnutrición terminan muchas veces cobrándoles la vida.
En un entorno implacable, una consulta veterinaria en Alamar es un oasis donde el animal sí importa. Fuera de allí, no hay mecanismos legales para demandar por negligencia a los encargados de la salud de las mascotas.
En la cola del veterinario referido, una mujer comenta que su perro y el de otra persona fueron atendidos por una afección ocular y el colirio que se les indicó los dejó ciegos. Como resultado de la queja, la doctora simplemente fue traslada de consulta.
En una esterilización de una colonia de gatos hace unos meses en la Habana Vieja, murieron 35 ejemplares. Las protestas quedan en el plano de comentarios locales, porque si los animales con dueños no tienen protección legal, qué queda para los que nacen, viven y mueren a la intemperie.
Las campañas masivas de esterilización, que siempre se agradecen y nunca son suficientes, no garantizan que algún que otro animal fallezca a consecuencia de la cirugía. Otro problema que aqueja a personas que tienen perras, es que luego de esterilizadas, siguen cayendo en celo.
Tres mujeres que acudieron para la operación a la clínica Laika, en la Habana Vieja, están en esta situación. La explicación que les da el veterinario es que la secreción hormonal no cesa, pero otros especialistas aseguran que en estos casos no se hace realmente una histerectomía (extirpación del útero y los ovarios), sino una ligadura. Esta impide la procreación y es mucho menos riesgosa. Sin embargo, la gestación no es el único problema, sino el cáncer uterino y prostático en el caso de los machos.
En el lobby de la clínica Laika hay un eslogan que dice: Crea la paz, esteriliza tu mascota. Mientras las perras sigan cayendo en celo y los perros las persigan, orinando escaleras y pasillos, cruzando calles con tráfico y peleándose entre sí, no hay paz posible. Protectores de animales aseguran que en el pasado las perras eran operadas y los ciclos de celo se interrumpían definitivamente.
La clínica veterinaria de Carlos III, que luego de años de abandono fue reparada y se le incluyeron instalaciones imprescindibles como baños públicos, dista mucho de prestar el servicio eficiente de décadas pasadas. La atención es superficial y los diagnósticos, muchas veces errados.
Quienes aman a sus mascotas apelan a especialistas que trabajan por cuenta propia y acuden a la vieja clínica solo por los servicios de análisis, rayos X o ultrasonido, o en casos de emergencia.
Es frecuente la queja de que la atención y el tratamiento no están enfocados en la salud del animal, sino en el capital que el dueño esté dispuesto a gastar. Los que tienen perros de raza, por supuesto, son mucho mejor atendidos.
Enfermedades letales como el moquillo canino son tratadas muy a la ligera. Este virus puede matar a un perro en pocos días o dejarlo con secuelas neurológicas. El can también puede agonizar durante un mes en un proceso devastador para toda la familia. Muchas veces ni le advierten al dueño de lo imprescindible de controlar la fiebre con el propósito de evitar las convulsiones.
En caso de que los daños cerebrales sean irreversibles, otro dilema es la eutanasia. La anestesia está tan controlada que resulta el principal obstáculo para las esterilizaciones, y en un entorno tan incivilizado, aspirar a una muerte indolora es un lujo.
Un protector de animales contaba que recogió a un perro que habían tirado en un latón de basura sus propios dueños, a unas cuadras de la clínica de Carlos III, cuando los médicos lo desahuciaron. Él mismo no consiguió que le practicaran la eutanasia en el lugar. La respuesta que dan es que debe recurrir a Zoonosis, la empresa estatal de recogida de animales abandonados.
Los que saben del asunto conocen que en esa entidad lo que se practica es el sacrificio inyectando estricnina, que hace convulsionar a los animales durante una media de 45 minutos.
En cambio, sí es posible que un veterinario le ofrezca al cliente productos que vende de forma privada —pastillas para desparasitar, crema ocular o para tratar la piel, confeccionada por él mismo—, o que lo contacte con un vendedor de medicamentos veterinarios importados.
La crisis económica y de valores que carcome a Cuba desde hace más de medio siglo, ha hecho de los animales las peores víctimas.
Un médico que no quiso dar su nombre aseguró haber interactuado con un grupo de veterinarios italianos que venía a Cuba a experimentar medicamentos y tratamientos con perros callejeros, porque en su país las leyes lo impiden.
En próximo mes se cumple un año del suceso de Manzanillo, el video difundido en las redes sociales en que se veía a dos hombres quemando a un cachorro vivo. El hecho escandalizó a la comunidad de protectores, amantes de los animales y a toda persona sensible. La recogida de firmas y la protesta sostenida por semanas, hizo creer que esa pobre víctima sería al menos la causa de que por fin, se aprobase la muy solicitada Ley de Protección Animal.
Los grupos articulados espontáneamente en defensa de los animales, que operan gracias a donativos extranjeros y con grandes limitaciones, evitan las críticas frontales al Gobierno para que la causa no "se politice".
Pero una vez más, el silencio oficial y el paso del tiempo son la única respuesta, tanto para quienes confían como para los escépticos. Los animales, incapaces de defender un derecho tan básico como el respeto a su vida, dependen de una sociedad humana que no ha podido frenar su propia degeneración.