"El racismo está muy bien acomodado en la sociedad cubana (…) es parte de nuestro linaje cultural. Discriminación y prejuicios forman parte de nuestra mala cultura sentimental", así describe Juan Antonio Madrazo Luna, coordinador nacional del Comité Ciudadanos por la Integración Racial (CIR), el trasfondo para una discusión sobre la problemática en la Isla.
Pero el debate tiene como obstáculos la negativa del Gobierno a reconocer la discriminación y la estigmatización de quienes intentan visibilizarla. Mientras se aplaza, se profundizan las desigualdades sociales en perjuicio principalmente de negros y mestizos.
Sobre estos y otros temas conversa DIARIO DE CUBA con Madrazo Luna.
"El miedo al negro ha sido una tecnología muy bien utilizada en Cuba desde los tiempos de España. Tiene muchísima fuerza en este país", dice el activista. "La utilidad del racismo no ha disminuido ni en las estructuras políticas ni en las sociales".
"El Estado se ha tomado el derecho de administrar el conflicto a través de la Comisión José Antonio Aponte, de la Union de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), que responde al interés del Partido Comunista, lo cual dinamita la movilidad no solo de organizaciones como el CIR, también de plataformas como Alianza Unidad Racial, Cofradía de la Negritud o Afrofemeninas", considera Madrazo Luna.
"El racismo es un viejo asunto que continúa bajo una ley del silencio. Hay toda una logística del racismo que no deja de infiltrarse en nuestras costumbres", advierte.
¿Quién es racista en Cuba?
Una parte significativa de los cubanos abrazamos el racismo. Es una semilla bien sembrada por la hispanidad. También hemos recibido influencia de la cultura del sur de Estados Unidos.
Hay un gusto consciente por la discriminación en una parte nada despreciable de los cubanos y eso es posible porque no hay políticas públicas que lo frenen. El racismo es parte del fracaso moral de la Revolución.
Identificarse como afrodescendiente incomoda al poder, es como si tuviéramos que pedir permiso para ser negros.
Muchas veces nos dibujamos desde la narrativa de la política oficial como internacionalistas, altruistas, solidarios; sin embargo, somos profundamente racistas.
Recuerdo la gran avalancha de estudiantes africanos que había en Cuba y cómo los cubanos blancos o negros nos quejábamos de que olían mal. Un alemán, un estadounidense o un nórdico pueden despedir un olor fuerte y no nos quejamos igual. Si es africano o caribeño, lo queremos linchar.
Ahora se ven más parejas interraciales, después de los 90, pero en la Cuba de los 70 era difícil, se veía como algo pecaminoso, se defendía aquello de "cada oveja con su pareja".
Fueron las mujeres eslavas que se casaban con cubanos negros o mulatos quienes le enseñaron a la sociedad cubana que lo negro también es bello. Después serían las noruegas, alemanas, suecas quienes también reforzarían en la Isla la belleza de lo negro. Por supuesto, se nos sigue estereotipando como sujetos de una sexualidad no disciplinada; se nos reduce a "tecnología" de labor física o de servidumbre.
¿Cómo explicar que en un país donde los negros son mayoría haya racismo?
Desde la colonia hasta el presente, la ideología del blanqueamiento ha tenido muchísima fuerza, aunque seamos un laboratorio de mestizajes.
Muchos afrodescendientes viven con vergüenza ser negros, con el orgullo reprimido. Los mulatos viven el trauma de la blanquitud.
Cuba, por su intenso mestizaje, a diferencia de otras partes de nuestra America tiene todas las condiciones desde el punto de vista social para desdibujar las fronteras del racismo. Es un país en el que muchos blancos fueron hijos de leche de mujeres negras, un país donde a muchos aparentemente blancos los delata su parte negra.
A esto súmale que, más que latinoamericano, nuestro sentido de pertenecía e intimidad es con el Caribe. Sin embargo, tanto en la zona occidental como central del país miramos al Caribe con distancia. Esa distancia ha sido construida intencionalmente, pues el universo Caribe lo hemos asimilado a lo negro.
Podemos decir que la santería ha sido lo único que ha dinamitado la frontera. Hoy es absurdo decir que la santería es cosa de negros.
¿Cuáles son los escenarios del racismo en la sociedad cubana?
La gramática de la pigmentación es un asunto que desvela a muchas familias. A muchos cubanos nos asusta la diversidad donde quiera que estemos, en cualquier provincia de este país, y en Miami o Madrid.
El racismo es una conversación que a muchos incomoda y para la cual muchos no estamos preparados, ni siquiera en el entorno privado.
Cuba hoy vive un neoracismo y contra eso el Estado no tiene medidas. El Estado ha mantenido una posición conservadora en cuanto a este tema. La Comisión José Antonio Aponte de la UNEAC sigue la agenda del Partido, no de la sociedad civil en su diversidad; es una pantalla de militantes subordinados en la cual negros y blancos hacen el papel de verdugos para enfrentarse a los "negros gusanos" o a la "afroderecha", etiquetas utilizadas desde la revolucionaria colonialidad del poder.
El Estado ha tratado de capitalizar el debate desde esta sola propuesta, intentando anular los esfuerzos de las otras agendas diversas de la sociedad civil. Se niega a modernizar su visión sobre la problemática racial.
En el Ministerio de Educación no hay política diseñada al respecto, pero además los maestros no están preparados para hablar de estos temas en las aulas, y los niños y adolescentes negros sufren bullying con muchísima intensidad.
Tampoco se estudia el pensamiento descolonizador de filósofos e intelectuales caribeños y africanos, como el camerunés Achille Mbembe. Eso es falta de voluntad política.
El racismo en Cuba es una herida real. La Revolución decretó la igualdad, pero los condenados de siempre no hemos tenido acceso a las emergentes oportunidades.
Hay una población negra que hizo y hace la Revolución suya, pero hay otra que esta rabiosamente molesta pues continúa anclada en los mismos barrios deprimidos. La desigualdad y la pobreza tienen color, también el sistema penitenciario, y a esto súmale que los afrodescendientes están subrepresentados en las principales oportunidades laborales.
El capitalismo ha regresado a Cuba aunque no lo queramos reconocer, y los empleadores, tanto privados como estatales, levantan barreras contra negros y mestizos. Quien más sufre estas nuevas formas de exclusión es la mujer negra, pues los caballeros empresarios las prefieren rubias.
Cuba es una sociedad muy narcisista. Muchos no quieren ver que Cuba también es negra. Lo mismo sucede en Miami.
Uno de los eventos sociales que más traumas dejo en la sociedad fue el éxodo del Mariel, en 1980. Una cuota de profesionales negros emigró a Estados Unidos. La sociedad cubana los expulsó del "paraíso socialista", pero Miami no les dio la bienvenida.
Hay una Cuba ficticia en los medios audiovisuales, en la que se nos presenta a los cubanos como si fuéramos suecos.
Ahora experimentamos otro fenómeno, la devaluación del sujeto negro. Le podemos tomar el pulso a través del reguetón, que en Cuba goza de muy buena salud. Hay reguetoneros como Chocolate que, a través de la mala letra de sus canciones, estimulan estereotipos racistas, y esto tiene muy alta demanda.
¿Hay datos o estadísticas que prueben que hay racismo en Cuba?
Sí existen investigaciones sobre el tema; algunas están engavetadas como si fueran secretos de Estado, por ejemplo las que tienen que ver con la subrepresentación de negros y mestizos en los principales ámbitos de la economía emergente, tanto privada como estatal.
Publicaciones como Temas, Catauro, La Gaceta de Cuba, también espacios digitales como Negra cubana tenía que ser y Cuba Posible han tomado el pulso de esta realidad. Existen investigaciones desde diversas disciplinas como la Sociología, la Antropología, estudios reciente sobre pobreza y desigualdad. Están las dos investigaciones que hemos producido desde el CIR. Una que tiene que ver con discriminación en el mercado laboral y otra con la situación de derechos humanos de los afrodescendientes, ambas con recomendaciones al Estado y la sociedad civil.
Actualmente, Cuba vive un momento de transición de estratificación social al cual la población no blanca llega con muchísimas desventajas. El mundo de los negocios es un campo de difícil acceso para los negros, que en muchos casos sobreviven de la economía informal.
Están surgiendo nuevas clases sociales. Estamos asistiendo a una Cuba con muchísima desigualdad. En la comunidad negra hay mucha insatisfacción, inseguridad, fracaso. Varias generaciones han visto aplazadas indefinidamente sus metas individuales o colectivas.
Una parte significativa de negros y mestizos siente su vida atrapada en los nudos de la pobreza. Seguimos siendo rehenes de la desigualdad. Mientras, se nos continúa dibujando como la chusma, la clase baja, los indecentes, sucios, ignorantes, sobre todo la narrativa contemporánea cubana nos dibuja así. Basta leer las novelas de escritores como Pedro Juan Gutiérrez, David Mitrani, Lorenzo Lunar, Daniel Chavarría, Guillermo Vidal, entre otros, en la cual la construcción del sujeto negro deja mucho que desear.
Otros escritores como Miguel Barnet o Leonardo Padura son cómplices porque ignoran descaradamente el racismo de la sociedad cubana y eso es peligroso.
¿Qué está pasando con el Decenio Internacional de los Afrodescendientes?
En Cuba hay mucho silencio en cuanto a este evento, no está pasando nada. El Estado mira con sospecha la categoría afrodescendiente y no hay una agenda definida de políticas públicas como está sucediendo en muchas partes de America Latina.
Ahora uno de los grandes frentes del Estado para dinamitar el debate público es clasificarlo como instrumento de subversión política interna. En círculos intelectuales y académicos se pregona que el rostro del liderazgo de la contrarrevolución en Cuba hoy es negro.
Esto es peligroso pues se nos hace difícil construir alianzas locales desde la trinchera de la piel. La intervención del Estado no ha permitido la construcción de una agenda común entre los diversos actores que apostamos por un cambio más allá de los colores de la ideología. Nuestra labor de activismo es criminalizada.
¿Cuáles son las acciones en las cuales hoy están involucrados los activistas antirracistas?
Como plataforma de la sociedad civil, estamos animando varias iniciativas. Una de la más importantes es el proyecto Di.Verso, con un compromiso desde la cultura.
El compromiso que tienen nuestros artistas como actores de cambio —figuras del hip hop, la plástica— está definido a partir de su intervención en el espacio comunitario.
Nos interesa intervenir el barrio, llegar a La Jata, La Isla del Polvo, El Palenque, Tiembla Tierra, lugares donde los negros están jodidos y muchos blancos también. Le damos muchísima importancia al empoderamiento de la mujer negra y eso se logra con el desarrollo de las Incubadoras, que son pequeñas empresas con las cuales ellas pueden cambiar su calidad de vida.
Las vidas negras de esos lugares nos importan y tenemos el compromiso de vestirlas de dignidad.
¿Qué otras preocupaciones y realidades ha detectado el CIR?
Nos preocupa muchísimo la pobreza y uno de los segmentos poblacionales más afectados son los negros y mestizos.
Marthadela Tamayo, nuestra compañera de fórmula, hizo muy buen trabajo investigativo sobre la feminización de la pobreza en un asentamiento del municipio San Miguel del Padrón, en La Habana profunda.
Esa investigación demostró que las mujeres negras tienen una situación muy difícil. La precariedad marca el ritmo de sus vidas y el racismo es una camisa de fuerza que las estrangula. Además, está el índice de violencia asociado a la pobreza.
Si el capitalismo habanero no ofrece muchas oportunidades a los negros y negras, similar realidad podemos encontrar en los polos turísticos de Matanzas, Trinidad, Cienfuegos y la aristocrática ciudad de Holguín.
Desde Di.Verso nos interesa trabajar en la base con la gente que todos los días sufre la desigualdad, la discriminación, la homofobia y la violencia de género.
Hay otras realidades que nos incomodan. No se trata solo de la indiferencia del Estado, del racismo que habita y se reproduce en las instituciones socialistas donde hay muchas personas con carnet de militante del Partido que lo ven como normal; también nos preocupan la indiferencia y el racismo en el ámbito de la sociedad civil, en particular entre algunos líderes que dicen ser defensores de derechos humanos. El racismo cubano, miserable, hay que enfrentarlo con honestidad.
Hay muchas interrogantes sobre el futuro y una tiene que ver con el lugar que ocupará el sujeto afrodescendiente.
De nada nos sirve que en la próxima composición de la Asamblea Nacional del Poder Popular haya una alta representación de negros y mestizos si estos no tiene poder real y no pueden poner en la mesa de discusión estos temas.
¿Cómo se comporta el Estado frente a plataformas como el CIR?
La relación con el poder sigue siendo hostil. Continuamos siendo objetivo militar. Es difícil tener una conexión con la afrodiáspora que visita el país, pues lamentablemente hay quienes se encargan desde la intelectualidad y desde la academia de silenciar nuestra labor.
Me refiero a una legión de leales maltratados que se presta para este juego. Cruzar las alambradas es una labor que se nos hace difícil, pero asumimos con mucha dignidad los riesgos.