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Opinión

La eticidad de la sección de Cuba en LASA

Si fuera fiel a los preceptos éticos que declara a propósito de Jorge Domínguez, LASA no pasaría por alto la denuncia a seis décadas de abuso de poder omnímodo en Cuba.

Cornwall

En medio de la campaña internacional contra los acosos sexuales en centros de trabajo, llega la noticia sobre las decisiones que la Universidad de Harvard ha adoptado contra el conocido intelectual Jorge Domínguez.

Un listado relativamente largo de alumnas o colegas acusan a Domínguez de "acosarlas sexualmente" desde su posición como especialista en asuntos latinoamericanos y de Cuba, Profesor Antonio Madero para el estudio de México en el Departamento de Gobierno en Harvard y de la Facultad en el Centro Weatherhead para Asuntos Internacionales y el Centro David Rockefeller para los Estudios Latinoamericanos. Un número alto de cargos académicos bien ganados a lo largo de los años trabajados en Harvard, que junto a su obra bibliográfica, acreditan la erudición y talento de Domínguez en esos temas.

A ello se suma una declaración de la Latin American Studies Association (LASA), que de acuerdo con un artículo aparecido en este diario tuvo como participantes a Guillermo Grenier y Carlos Alzugaray.

Parto del principio elemental de declararme contra cualquier tipo de acoso, sea sexual y también político. Aunque nunca he militado en grupos u organizaciones feministas, porque personalmente las considero proclives a posiciones extremas, he sido siempre fuerte defensora de mi persona e integridad como mujer y, por tanto, es elemental que condene el acoso sexual.

En el caso de Domínguez, según lo que la prensa ha hecho público, esas acusaciones no han pasado de flirteos, invitaciones a tragos entre adultos, abrazos o el impromptu de algún beso. No se ha dicho hasta ahora que Domínguez exigiera a alguien irse a la cama con él a cambio de favores, y mucho menos se le acusa de una violación. Si lo declarado por esas mujeres contra Domínguez son prueba de que ha pasado por alto las reglas de comportamiento establecidas en Harvard, la institución deberá sancionarlo.

La atmósfera creada por el movimiento #MeToo da pie a la acusación justa contra hombres que desde posiciones de poder abusan o acosan sexualmente a mujeres, quienes tienen todo el derecho a levantar sus voces. También esa tribuna abierta, amorfa, sin reglas, estatutos o leyes, da pie desafortunadamente al asesinato de reputación en un espacio público, alimentado por las redes sociales, donde aparecen las venganzas personales, pase de cuentas, amenazas de soborno y oportunismo.

En la mayoría de los casos se ignoran los procesos judiciales y sentencia de tribunales. Los acusados son ejecutados por la opinión pública, sin juicio, en negación del Estado de derecho, pilar de la democracia, o de ese precepto tan sano de que un acusado debe ser considerado inocente mientras no se pruebe lo contrario.

Unas condenas sí y otras nunca

En la sección de Cuba de LASA también se quiere condenar a Jorge Domínguez en mímesis de lo de Harvard. Aunque no se conocen acusaciones dentro de LASA contra Domínguez y, parafraseando a un comentarista en este diario, LASA no es un órgano judicial, no tiene potestad legal para juzgar un caso del que no dispone de evidencias, y utiliza la narrativa de hechos en otra institución, se aplica también la condena por principios éticos, dicen.

Me proclamo también contra el acoso político. Como cubana de origen condeno el acoso político cotidiano que viví en Cuba desde sus organizaciones de masas, desde la prensa, y como existe una negativa del régimen imperante en Cuba a admitir la expresión y la asociación libres, se ejerce el acoso contra los ciudadanos cubanos residentes en la Isla mediante el Partido Comunista de Cuba (PCC) y el Poder Popular.

Acoso que han experimentado los opositores que han querido presentarse a las llamadas elecciones celebradas ayer domingo, y acoso que sufren los ciudadanos para exigirles acudan a las asambleas de nominación de candidatos y después a las urnas. Un acoso que a diferencia del que se le acusa a Domínguez, un académico cubano como Carlos Alzugaray nunca ha condenado públicamente en la sección Cuba de LASA, lo que en el caso de un especialista de las Ciencias Sociales supondría ser un deber elemental.

No solo eso. Alzugaray, como decenas de académicos que viven en Cuba, han utilizado LASA, no para emplear sus conocimientos en el análisis de la situación que se vive en el país, sobre su famélico desarrollo o para denunciar violaciones de derechos y falta de democracia en Cuba. Esas masivas delegaciones cubanas a los congresos de LASA han utilizado la institución para legitimar al régimen con sus ponencias, previa autorización de las entidades académicas cubanas. Delegaciones que han estado muchas veces presididas por alguna autoridad gubernamental, a quien a diario hay que rendirle cuentas sobre el status de las discusiones mientras dure el evento.

Permítanme una historia. En el año 2003, a raíz de la Primavera Negra en Cuba, cuando el régimen de Fidel Castro llevó a prisión a decenas de opositores, la embajada de Cuba en Ottawa, con su entonces embajador Carlos Fernández de Cossío —ahora nombrado al frente del Departamento de América del Norte del MINREX—, inició una campaña de acoso contra el único programa sobre Cuba que existía en Canadá.

Se trataba de un programa no gubernamental de la Fundación Canadiense para las Américas (FOCAL), cuyo principal producto era una cronología diaria de lo acontecido en la Isla. Por las denuncias que hicimos de los juicios sumarios y las sentencias contra los opositores cubanos, Fernández de Cossío pretendió cerrar ese programa utilizando la ayuda de un grupo de académicos canadienses "amigos de la revolución cubana".

Ese acoso duró meses y pretendió también el despido de los que trabajábamos allí, sobre la base de acusaciones falsas que horadaban nuestro prestigio. Curiosamente, Jorge Domínguez, este hombre acusado ahora de acoso sexual, elevó una carta desde Harvard "a quien pudiera interesar" en alabanza del Programa sobre Cuba de FOCAL y en negación de las acusaciones de ligereza profesional que se nos hacía, al tiempo que participó también en numerosos eventos organizados por FOCAL y se prestó a reunir fondos para mantener el programa.

No siempre he coincidido con las opiniones políticas sobre Cuba de Domínguez, tampoco con las que publicó sobre Fidel Castro en 2006. Pero años antes tuvo la disposición ética de defender un programa que divulgaba la realidad cubana con informaciones de todas las tendencias políticas, con objetividad y profesionalismo.

A propósito de la decisión tomada por Harvard contra Domínguez, LASA publicó en la página central de su sitio web, que "El Consejo Ejecutivo de LASA considera esto una oportunidad ideal para renovar el compromiso de LASA como una asociación que haga frente a todo tipo de abuso de poder e impunidad, tanto en el ámbito político como en el académico, y en todas las Américas".

Si fuera fiel a estos preceptos éticos que declara, LASA no pasaría por alto la denuncia a seis décadas de abuso de poder omnímodo en Cuba, sin posibilidad de cuestionamiento legal, represivo y corrupto, que además busca ahora perpetuarse más allá de la vida de los Castro.

Por eso suena a sorna la condena a Domínguez, si no fuera dolorosa su situación. LASA condena a Domínguez sin juicio y, ponencia tras ponencia de las delegaciones cubanas, congreso tras congreso, absuelve al régimen dictatorial de los Castro con sus paredones, juicios sumarios, ausencia de poder judicial independiente, censura de prensa, expresión y asociación, con sus decenas de muertos en el Golfo y las decenas de miles de cubanos desperdigados por este mundo en busca de una vida mejor fuera del país que nos vio nacer.

Sí, resulta escurridiza, deleznable, verdaderamente condenable la eticidad de LASA.

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