Comienzo por aclarar que no he sido convocada por nadie, ni entrevistada por nadie, ni citada por nadie; ni siquiera por la famosa comisión. Me ha sorprendido el revuelo armado por un comentario que en principio pretendía ser una aclaración para algunos amigos, cuyas deducciones en relación a las razones por la exclusión de tres de los Cinco me parecieron erradas. Al seguir la sugerencia de varios de ellos, de que pusiera mi comentario como público para poderlo compartir mejor, el escrito terminó excediendo el alcance que originalmente había esperado.
Me declaro culpable de no ser experta en Facebook. Espero que al menos los de mi generación lo comprendan. Si me queda vida trataré de enmendarme.
No consulté con ninguno de los Cinco, ni tampoco he recibido regaño de alguno de ellos, incluido a René. Él respeta mi derecho a escribir en Facebook las pocas veces que lo hago. Lo hubiera escrito aunque René fuera uno de los dos elegidos, más aun cuando en ese caso él estaría en una posición engorrosa en relación a sus hermanos no seleccionados. Los Cinco están por encima de esto. Yo, en cambio, soy una persona terrenal, pero como ellos revolucionaria y orgullosa de mi militancia. Esto bien claro, porque personas que creía amigas me han herido insinuando lo contrario. Parafraseando la película, aunque fuera “la peor de todas” nunca sería contrarrevolucionaria.
De paso, aclaro también que mantengo mi criterio de que los cinco deberían haber estado en la candidatura, de que la vanguardia demostrada debe de estar con sus voces y sus votos en la Asamblea. Sigo creyendo injusto distinguir entre ellos, y me parece un error haberlo hecho. No luché tantos años sólo por René, sino por los cinco como una unidad, y me duele que alguien trate de separarlos, aunque no se dé cuenta realmente de que lo hace. Este sentimiento aún lo tengo a flor de piel, y no fuera yo si dijera que con dos en la Asamblea están los cinco representados (lo cual ratifica que este escrito no es resultado de convocatoria, o entrevista, o citación, ni siquiera por la famosa comisión).
Si escribo esto es porque creo que hay que poner a descansar este tema y ocuparnos de lo que importa: La Revolución. No me preocupa en absoluto lo que haga o deje de hacer el Herald. El Herald ha empleado los últimos 60 años tratando de destruir a la Revolución sin éxito, y lo seguirá haciendo, con la misma falta de éxito, ya sea con este tema o con cualquier otro. Tengo entre mis orgullos que han escrito varias veces sobre mí, y nunca bien. Aquí estoy, vivita y coleando, y feliz con mi familia unida. Sé de cerca que los cinco, lejos de ofenderse, se divertían con sus panfletos en el hueco, cuando tenían pocas opciones de entretenimiento.
Quisiera pensar que, después de todo, este asunto ha producido un debate útil, muy interesante y necesario. Si mi escrito lo provocó fue porque ya estaba en el ambiente. Gracias a los que nos apoyaron y dijeron tantas cosas dignas de agradecer. Gracias también a los que respetuosamente disintieron de nuestra opinión. A los que fueron irrespetuosos y agresivos conmigo, o se dedicaron a manipular mis opiniones, les agradezco el haberlos conocido mejor y poderlos descontar de mis amigos.
Ahora el tema es qué hacer: Seguir echando pa'lante. Hacer cada cual lo que le corresponda, y tratar de hacerlo lo mejor posible. Ir a votar. Respetar el sistema que tenemos y no dejar que nuestra reacción a sus imperfecciones haga mella en sus resultados. Quisiera pedir encarecidamente a todos los que hayan pensado en poner a los cinco en la boleta que no lo hagan. Recuerden que eso anularía el voto, y esos amigos, al hacerlo, estarían haciendo lo que quisieran nuestros verdaderos enemigos. No corrijamos lo que consideramos un error con otro mayor. Ninguno de los cinco, dentro o fuera de la candidatura, lo aprobaría.
Tampoco es necesario esperar que alguien renuncie a su candidatura a favor de alguno de los cinco. Esto no sería ni siquiera legal ni justo con ese candidato. Por otra parte implicaría un desafío al trabajo de una comisión legalmente constituida. Por más que no coincidamos con su decisión en relación a los cinco, debemos respetar su trabajo. Con el mismo espíritu con que unidos apoyamos a los cinco, les pido que nos unamos para hacer de esta elección otra victoria de la Revolución. Si acaso, luego seguimos discutiendo.
Mostremos, como Félix Dzerzhinski, mente fría y corazón ardiente. Quiero felicitar sinceramente a todos los diputados. Habrán sido elegidos en cada municipio del país por más de la mitad de los votos, lo cual los acredita para representar legalmente a los habitantes de ese municipio. Mi voto será unido aunque seguiré extrañando a tres más. Recuerden que sigo siendo terrenal y testaruda. Tal vez por eso soy, y seré hasta la muerte, revolucionaria.
Revolucionariamente siempre.
Olga Salanueva Arango.