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Opinión

Regular la concentración de la riqueza... de algunos

¿Los millones de Alfredo Despaigne son o no son concentración de riqueza? ¿Qué pasaría si el Estado decide impedirle gozar de ese dinero?

La Habana

Cuando el vicepresidente cubano Marino Murillo aseguró que "en el nuevo modelo socialista, no se permitirá la concentración de la propiedad y la riqueza...", durante la segunda sesión extraordinaria de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, quedó claro que para la prosperidad de los cubanos (residentes en Cuba) existe un techo. Pero, ¿para todos?

Algunos ven en esto un motivo de regocijo, como demuestra el comentario del ciudadano Jorge Rodríguez Hernández al artículo "Establecer las rutas del cambio", publicado en Granma, como resumen de la mencionada sesión.

El larguísimo comentario, lleno de referencias a libros sobre la perestroika, el colapso del socialismo en Europa del Este y el marxismo, admite que "si hay propiedad privada hay capitalismo", y lamenta que "algunas personas han incrementado, de forma notable e hiriente, su patrimonio".

¿Hiriente para quién? Evidentemente, para quienes no contaron con el capital para crear un negocio propio, gracias, principalmente, a un familiar en el extranjero que se lo proporcionara, además de la capacidad para conducir su negocio al éxito.

Por más de medio siglo, los cubanos nos hemos adaptado a sufrir más por la prosperidad ajena que por la pobreza propia.

Nos han acostumbrado a creer que quien "aumenta su patrimonio" debe estar haciendo algo ilícito. Pero el planteamiento de Marino Murillo, de la necesidad de "regular" no se limita a quienes pudieran estar enriqueciéndose de forma ilícita. La frase es clara "no se permitirá la concentración de la riqueza".

Sin embargo, todo el pueblo cubano conoce que el estelar pelotero Alfredo Despaigne firmó un histórico contrato (el mayor de un deportista cubano, residente en Cuba), por 16 millones de dólares por tres temporadas con el Fukuoka Soft Bank, de la Liga Profesional de Béisbol de Japón.

Según las leyes vigentes, el 90% de esa suma, va a manos del deportista y el 10% al Estado. Con lo que Despaigne tendría unos 14 millones de dólares libres para él, lo que deben ser, al menos 11 millones de pesos convertibles. Si debe pagar otros impuestos, es posible que se quede con siete u ocho millones, lo que aún sería "un melón".

¿Algún agricultor cubano o cultivador de tabaco, o propietario de un restaurante u hostal gana esa cantidad de dinero? Y si llegara a ganarlo, ¿esa ganancia entraría dentro de la "concentración de riqueza" que no se permitirá?

¿Los millones de Alfredo Despaigne son o no son concentración de riqueza? ¿Qué pasaría si el Estado decide impedir que concentre esos millones, bien ganados con su esfuerzo y su talento, dicho sea de paso?

Quizás, nada. Quizás Despaigne decida irse a ganar esos millones en Grandes Ligas, dejando así a la "pelota revolucionaria" sin otro de sus mejores exponentes. Pero los cubanos suelen poner sus barbas en remojo cuando ven arder las de sus vecinos. ¿Qué harían otros deportistas talentosos al ver que no pueden aspirar a tener millones de dólares, aunque consigan contratos millonarios, si los firman a través del INDER? ¿Está mal aspirar a ganar millones con el esfuerzo y el talento propios?

Parece difícil que el Estado cubano corra el riesgo de enviar el mensaje equivocado a los deportistas. La posibilidad de contratarse en ligas foráneas, desde 2013, no detuvo el éxodo de atletas.

Además, el comentario del ciudadano Jorge Rodríguez Hernández al artículo de Granma saca a relucir el principal miedo a la concentración de la riqueza: "Esa clase capitalista, en su momento, querrá también su representación política". ¿Y nuestra Constitución, específicamente el artículo 131, no plantea que "Todo ciudadano, con capacidad legal para ello, tiene derecho a intervenir en la dirección del Estado directamente o a través de sus representantes..."?

La Constitución no habla de clases ni establece el dinero como limitante o requisito para intentar participar en la política.

Sin embargo, no es usual que los deportistas cubanos deseen intervenir en política, al menos no en una forma que pueda poner en peligro el poder de la elite que ha gobernado por más de medio siglo y planea continuar haciéndolo. Un deportista millonario no parece representar un peligro para el Gobierno.

Entonces, ¿estaremos asistiendo al nacimiento de una nueva clase en nuestro país: la de los deportistas súper dotados y con permiso para ser millonarios en Cuba?

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