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Ejército

Cómo sobrevivir al Servicio Militar siendo homosexual

'Muchas veces me pongo tenso porque, si alguien hace algo mal, le preguntan si es maricón. También dicen que el Ejército es para machos', dice un recluta.

La Habana

"Mis padres no saben que soy homosexual y no quiero que se enteren por ahora, así que cuando me reclutaron no dije nada", relata Ariel, uno de los miembros de la comunidad LGTBI que intenta sobrevivir al machismo que impera en el Servicio Militar Activo.

"Muchas veces me pongo tenso porque, si alguien hace algo mal, le preguntan si es maricón. También dicen que el Ejército es para 'machos', y yo me cuestiono por qué estoy aquí", añade.

Igual que la inmensa mayoría de los reclutas, Ariel desearía estar en otra parte a causa de los maltratos que recibe de los oficiales. En su caso, al hecho de estar al final de la cadena de mando se suma la presión extra de ser homosexual.

Se ha visto obligado a adaptarse. Lo primero que logró cuando entró en la preparación previa fue colocarse de ayudante del teniente de su compañía. Gracias a que su familia podía hacer algunos favores (comida, dinero, ropa, turnos médicos) se vio libre de las horas de marcha continua.

Cuenta que tenía mucho miedo de sus compañeros. El primer día que se bañaron en las duchas comunes, recuerda, uno de los jóvenes tuvo una erección y recibió una golpiza del resto. Le rompieron un par de dientes y un brazo.

"Cuando el oficial a cargo se enteró del motivo, decidió tratar el asunto 'entre hombres' y dijo: 'Ustedes no tiene que estar aguantando mariconadas de gratis'. Cambiaron al soldado de unidad y todo se quedó tranquilo".

David cree que tuvo "bastante suerte". Su unidad permanente es "muy relajada" y todos andan en lo suyo. "Fuera de tener que aguantar que me digan que me vaya a meter una pinga cada vez que hablo, me dejan tranquilo", comenta.

Consiguió un puesto en el comedor y encontró un compañero que comparte su orientación sexual y están juntos cuando pueden. "Es para matar el tiempo", dice. "No creo que dé para nada serio".

Felipe tiene que dormir al final del cuartel y poner un mosquitero, pues uno de sus compañeros le quitó el ventilador que llevó desde su casa.

"Me da miedo denunciarlo porque todo el mundo en la unidad sabe que soy gay", explica. "Si mi mamá viene a reclamar el ventilador, se lo van a contar. Ella es cristiana y no lo va a aceptar".

Felipe ha tenido relaciones con un par de soldados en la unidad, "pero ellos están 'tapados', tienen novias y dan puñaladas, como se supone que hacen los 'hombres'".

Carlos es teniente. Todos saben que es homosexual, pero nadie menciona el tema directamente. No obstante, "tengo que aguantar unas cuantas payasadas, como que me pongan guardias extra todos los meses".

Asegura que sus compañeros se niegan a hacer guardia con él, porque los turnos son en una oficina, de madrugada. "La mayoría de las veces se acuestan a dormir y yo tengo que hacer la guardia solo".

A pesar de que el nivel de homofobia es alto, sucede un fenómeno curioso: los homosexuales, una vez son identificados, sufren discriminación, pero la homosexualidad "en broma" es muy usada.

Los jóvenes reclutas acostumbran a decir que están en una prisión, y cada vez que llega uno nuevo le tocan el trasero o simulan violaciones. También suelen aguantarlos mientras le chupan los pezones, el cuello, las orejas y les dan mordidas en la espalda. Aquellos que no saben aceptar la "broma" son acosados con más intensidad en el futuro.

"Lo mejor es reírse, decir que te dio asco y cagarte en sus madres", dice un soldado. "Y ya, te dejan tranquilo".

Es decir, los hombres "machos" pueden divertirse simulando una orientación sexual que dicen les es ajena, mientras segregan a aquellos que la asumen como propia.

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