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Opinión

La alianza entre el colonialismo español y la dirigencia castrista

Madrid intenta acercarse a la 'cartera de negocios' del clan Castro. En su afán, no tiene en cuenta que sus inversiones podrían servir para apuntalar a uno de los gobiernos más antidemocráticos y corruptos de la historia americana.

La Habana

Un artículo del diario español El País, bajo el título "España no puede perder Cuba dos veces", analiza los intríngulis de las políticas de los últimos gobiernos españoles hacia Cuba y señala que "el Gobierno de Rajoy parece decidido a recuperar el tiempo perdido con La Habana".

El artículo, realizado en ocasión de la reciente visita del canciller del Gobierno de Raúl Castro a Madrid, aplaude y alienta las ideas del viejo imperio colonial español, que veía en Cuba la joya más preciada de la Corona, para aprovecharse de la debilidad económica en que ha sido sumergida la Isla por el castrismo, en nombre del socialismo y retomar el control sobre "la siempre fiel Isla de Cuba", ahora en forma neocolonial, a través de las masivas inversiones conjuntas en las empresas militares y estatales cubanas.

El nuevo colonialismo español, en su afán de reconquista no parece y quizás ni le importe, tener en cuenta el historial de mala paga, internacionalmente reconocido, del Gobierno de los hermanos Castro, ni que sus inversiones podrían servir para tratar de apuntalar a uno de los gobiernos más antidemocráticos y corruptos de la historia americana.

La España que nos trajo la esclavitud, la reconcentración de Valeriano Weyler y después se ha pasado más de un siglo queriéndonos contagiar su odio a EEUU por la ayuda que brindó a la independencia de Cuba, tiene mucha experiencia en invertir en empresas del Estado castrista para compartir la explotación abusiva conjunta de los asalariados isleños malpagados.

En política no hay casualidades y el odio visceral de Fidel y Raúl Castro hacia EEUU parece haber nacido precisamente de la identificación de ambos con la figura paterna. Ese rechazo quedó bien identificado desde la Sierra Maestra, cuando el primero de los dos hermanos le juró a Celia Sánchez que su gran guerra sería contra EEUU. Y por parte del hermano menor en su llamada "Operación Antiaérea", cuando secuestró varias decenas de trabajadores y soldados norteamericanos y los llevó de rehenes, como escudos humanos a su zona de operaciones para que Batista suspendiera los bombardeos de su aviación,

Como se sabe, Ángel Castro, el padre de ambas criaturas, vino a Cuba con las huestes de Valeriano Weyler y, según distintas versiones, combatió en la trocha de Júcaro-Morón y luego contra las tropas del general Antonio Maceo. Con la derrota de España, Ángel Castro volvió a la península y regresó a la Isla poco después en busca de fortuna, compró una finca y cambiando de noche la cerca sobre tierras de la United Fruit Co. y explotando coterráneos y haitianos, terminó como un rico hacendado.

Un pasaje de una de las tantas biografías del caudillo relata cómo en 1958, con Fidel Castro todavía en la Sierra Maestra,  en una reunión familiar de Ramón Castro, el mayor de los hermanos, con su tía Juana Castro, en Lugo, esta le dijo: "Tan ricos como son, no sé qué hacen tus hermanos metiéndose en eso de la revolución... ¡Fidel está loco!". A lo que Ramón contestó: "Tía, usted no sabe lo que dice. Cuba está en nuestras manos". Y así fue.

Ya en el poder, son conocidas las estrechas relaciones de Fidel Castro con el Gobierno de Francisco Franco y los especiales vínculos con Manuel Fraga Iribarne, presidente de la Xunta de Galicia, quien visitó varias veces a Cuba, y quien fuera uno de los pilares del régimen franquista.

El 28 de julio de 1992, Fidel Castro visitó la localidad gallega de Láncara, donde había nacido su padre, acompañado de Manuel Fraga, cuyo padre había también emigrado a Cuba. Allí fue nombrado "Hijo Adoptivo", y entonces dijo que allí estaba "que su sangre española le había dotado de un espíritu audaz, aventurero y temerario". Y como para que no quedaran dudas entre su identidad familiar y su "antimperialismo" agregó: "Los vecinos del Norte [EEUU] sufren y se ponen amarillos cuando hay cualquier evento y participa Cuba".

Sí, ya sabemos que él se identificaba a sí mismo con Cuba, la revolución y "su" socialismo.

Todavía hoy, sectores de la "izquierda" española, que valoran las actitudes antiestadounidenses del castrismo como "antimperialistas", se olvidan  de aquellos antecedentes y no ven el carácter colonial y neocolonial de las políticas de España hacia Cuba porque entre su nacionalismo y su neoestalinismo, terminan identificándose con los gobernantes cubanos.

Los libertarios y anarquistas españoles que tanto aportaron a nuestras guerras de independencia, que luego ya en la primera parte del siglo XX contribuyeron a desarrollar las formas de trabajo libres —privadas y asociadas— de los asalariados para zafarse de la patronal, que recibieron a mil cubanos para combatir junto a ellos al lado de la República Española, deberían tener en cuenta que al nuevo colonialismo español no le importa para nada la Cuba profunda y trabajadora, sino salvar a un Gobierno explotador controlado por los hijos de un español que odiaba profundamente a EEUU.

En medio de tanta euforia neocolonial íberocastrista, sería bueno recordar a la articulista de El País, Gabriela Cañas, que se equivoca medio a medio en su titular. España no puede ni podrá perder a Cuba por segunda vez, por la sencilla razón de que Cuba ni le pertenece ni le pertenecerá jamás a España y que los Castros son una cosa y Cuba es otra. Ese lenguaje prepotente y colonial es ofensivo a la nación cubana, ignora la luchas por la independencia de Cuba y nos recuerda cómo España prefirió rendirse ante EEUU e ignorar a los independentistas cubanos.

Su artículo no oculta el interés del Gobierno español en aprovecharse del impasse creado con el cambio de administración en EEUU y la incertidumbre sobre el rumbo de la política del Gobierno de Trump. El eventual regreso de EEUU a la política de aislamiento anterior a Obama, cree la analista, abriría las puertas a un reacercamiento español después del cambio en la Posición Común que había alentado el Gobierno de Aznar en Europa. Reacercamiento, no al pueblo de Cuba, sino a "la cartera de negocios" del clan Castro, especialmente en la lucrativo "industria sin chimenea", controlada mayormente por los militares cubanos. 

El carácter neocolonial del artículo publicado en El País recuerda la vieja disputa entre EEUU y España por el control del Caribe y Centroamérica en el siglo XIX, que terminó con la intervención de EEUU en la guerra de Cuba por la independencia de España y la derrota desastrosa de la armada española.

Llama la atención que ese artículo salga en ocasión de la visita del canciller cubano a Madrid, quien fue portador de una invitación de Raúl Castro al Rey de España para que visite Cuba, y unos días después de que un grupo de oficiales estadounidenses retirados llamaran la atención del presidente Trump sobre la importancia estratégica de continuar la política de acercamiento con el Gobierno de Raúl Castro.

Y como para que no queden dudas del contubernio colonial-castrista, el diario Granma, a propósito de la visita de Bruno Rodríguez a Madrid expresó: "España continúa impulsando y solidificando sus inversiones de hoteles en Cuba, en el pasado reciente aprobó la condonación de casi 2.000 millones de euros a la deuda cubana y tiene pendiente fijar a qué va a destinar 275 millones de euros que, en lugar de perdonarse, deben invertirse en proyectos de interés común para ambas partes".

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