"En Villa Marista hay en promedio un intento de suicidio al mes. Dos de cada tres reclusos se vuelven locos. Regularmente oía a alguien empezar a gritar, seguido por las botas de los guardias que pasaban ruidosamente y luego los sonidos de alguna pobre alma siendo arrastrada al médico para sedación", lamenta el arquitecto británico Stephen Purvis detenido en 2012 en la Isla durante 16 meses.
Purvis lanzará el próximo 23 de marzo un libro con las memorias de su estancia en Villa Marista, según dio a conocer Daily Mail.
Close But No Cigar: A True Story Of Prison Life In Castro’s Cuba cuenta toda la odisea que vivió Purvis cuando fue acusado de "espiar para EEUU".
El arquitecto vivía y trabajaba en La Habana en proyectos de varios millones de libras relacionados con el golf y con Bellomonte en las playas del este de la capital.
Purvis relata cómo el jefe de su empresa fue detenido primero acusado de revelar secretos de Estado y de presunta corrupción y cómo cinco meses después un teniente coronel de la Seguridad del Estado, Iván, se presentó a buscarlo en su casa.
El inglés narra todo lo que vivió en Villa Marista: la mazmorra que tuvo que compartir con otras tres personas, "construida con especificaciones técnicas de la KGB", las condiciones sanitarias.
La sala de interrogatorios es uno de los escenarios recurrentes en su libro.
"Tiene una silla de plástico atornillado al suelo atrás de una simple mesa. El aire acondicionado está en plena explosión y el contraste con el calor excesivo de la mazmorra es horrible. Dentro de 30 minutos, el sudor se ha enfriado y estoy tratando de controlar mis temblores", describe.
Sobre los interrogatorios, cuenta que los agentes de la policía política le mostraban fotografías de personas tomadas en Inmigración y día tras día lo acusaban de haberles dado información a esas personas.
La rutina en Villa Marista es detallada exhaustivamente: la enfermera que traía pastillas a las 6:30 am y a las 7:30 pm.
"Mis compañeros de celda están todos afligidos con una variedad de enfermedades, reales e imaginarias", explica.
"A las 7:00 de la mañana, nos dan un trozo de pan de 50 gramos con algún tipo de pasta de carne o margarina, a veces con un refresco en polvo que todos pensamos que tiene bromuro en ella. A las 11:30 am hay una bandeja de metal con un poco de arroz o frijoles, una sardina de lata o un pedacito de carne de cerdo con algunos repollos rallados o vegetales en escabeche. A las 5:30 pm lo mismo de nuevo. A veces nos dan otro rollo de pan a las 9:00 pm. A partir de las 10:00 de la noche, nos quedamos a solas con nuestras conciencias, hasta despertarnos sobresaltadamente a las 6:00 de la mañana con una explosión del himno nacional", detalla.
En Villa Marista Purvis pasó ocho meses, de allí fue trasladado a La Condesa, una prisión para extranjeros.
"Mis compañeros allí eran en su mayor parte asesinos, traficantes de drogas o de personas, pederastas, violadores y gángsters. Ah, y otras cuatro personas como yo, hombres de negocios y extranjeros, que se mantenían sin cargos formales pendientes de juicio", cuenta.
El arquitecto narra cómo a medida que pasaba el tiempo las pruebas y las evidencias indicaban que "había sido denunciado falsamente por un colega de trabajo" y que era inocente.
Después de 16 meses finalmente fue a juicio y lo condenaron a dos años y medio por "actividades ilegales", aunque el fiscal abogó por una reducción de la condena.
"Entonces, 17 días después del juicio, me llevan a la oficina de la prisión. Sentado en un sofá de vinilo negro veo a una mujer tremendamente gorda y sudorosa que se presenta como funcionaria de Justicia y me dice: 'Quedas libre'. La miro extrañado y le digo: '¡Estás bromeando! ¿Qué clase de libertad? ¿Libertad inglesa o libertad cubana?'. Me da un papel y firmo", cuenta Purvis.
Purvis regresó con su familia en Londres y ahora trabaja en Myanmar, antes Birmania, como director de proyecto de StarCity, una finca residencial de 135 acres.
Su libro sobre lo que vivió en Villa Marista podrá encargarse desde este 19 de marzo en Mail Book Shop.