Desde el viaje a Cuba del papa Juan Pablo II, la implicación de la Iglesia Católica cubana en la defensa de los derechos humanos ha sido claramente insuficiente. No sin razón, algunos han llegado a calificar esa insuficiencia de complicidad con la dictadura, sobre todo bajo los largos años de arzobispado del cardenal Jaime Ortega Alamino, quien apostó por recuperar espacios para su Iglesia a costa de no denunciar la crisis social, política y económica inducida por la dictadura. Ortega Alamino llegó incluso a negar la existencia de presos políticos y a servir de vocero del régimen en varias tribunas internacionales.
Si bien el viaje del papa Benedicto XVI a Cuba apenas dejó logros en la lucha por los derechos humanos, el del papa Francisco fue lamentable, centrado el pontífice en reparar las relaciones entre Cuba y EEUU, sin hacer el más mínimo gesto al principal conflicto que lastra al país: la falta de libertad y la violación permanente de los derechos humanos.
Este miércoles, sin embargo, el actual arzobispo de La Habana, Juan de la Caridad García, recibió a las representantes de las Damas de Blanco y sostuvo un diálogo con ellas, lanzando así una señal alentadora.
Ojalá ese diálogo contribuya a disminuir el castigo que regularmente viene recibiendo ese grupo de mujeres de la sociedad civil. Ojalá que la Iglesia Católica, sin renunciar a su labor pastoral y de promoción de la fe, se haga eco de las injusticias que sufre el pueblo cubano por parte del régimen.
Es necesario que se afiance en el futuro más inmediato el camino que acaba de inaugurar monseñor Juan de la Caridad García. Por el bien de la Iglesia Católica y por el bien de todo el pueblo cubano, creyentes y no creyentes.