El proyecto Cuba Posible, que dirigen Roberto Veiga y Lenier González, ha publicado un dosier sobre el periodismo cubano que repasa aspectos como los actuales derroteros y dilemas de la prensa en el país, la legitimidad de sus formas y estrategias, sus diversos actores y su capacidad para reflejar las realidades de la nación.
Periodistas y profesionales vinculados tanto a los medios oficiales como a otros "alternativos" que han emergido recientemente, opinan sobre el papel del Estado en relación con los medios y los intereses ciudadanos.
El debate incluye además la conveniencia o no de una ley de prensa. Una legislación de ese tipo, creen sus defensores, permitiría no solo la autonomía de los periodistas y los medios, sino también propiciaría el diálogo entre las tres instancias implicadas en el proceso: pueblo, prensa y Gobierno.
Dentro de los textos del dosier de Cuba Posible se encuentra un extenso artículo didáctico del periodista oficialista José Raúl Gallego.
El texto, plagado de aclaraciones y justificaciones sobre cómo las críticas se enmarcan dentro del socialismo, analiza las divergencias entre las agendas mediática, pública y política.
Gallego señala el gran inconveniente de que los medios trabajen con recursos asignados por el Estado y que la "política informativa sea trazada unívocamente por el Partido". Así, el Gobierno no solo decide qué se publica, sino que su omnipotencia se extiende hasta la elección de quienes dirigen los medios e incluso detalles banales.
Para el autor, la prensa cubana no cumple con los requisitos del periodismo y, por tanto, "no es funcional". "Los medios de prensa en Cuba 'andan por un lado' y la gente 'por otro', generalmente bien distantes", apunta.
Gallego hace mención a verdades demasiado evidentes: la saturación de mensajes políticos (Mesa Redonda y discursos de Raúl Castro), la vacuidad de la mayoría de las noticias que se dan en la Isla, el constante tedio de efemérides-actos-campañas antivectores, la uniformidad de los medios tanto en los temas como en los enfoques, entre otros.
El tedio informativo de los medios, según el periodista, se debe a que se han desoído los intereses de la gente.
Y esa incomunicación radica en el hecho de que solo "los Equipos de Opinión del Pueblo del Centro de Estudios Sociopolíticos y de Opinión (CESPO)" del Partido "escuchan" las quejas y "opiniones espontáneas" del pueblo. Toda esta información es "empleada fundamentalmente para el trabajo del sistema político", explica.
La prensa es "la apología del paraíso en que vivimos y la diatriba al infierno que nos rodea, como diría uno de mis profesores", concluye.
Dentro del dosier, además del artículo de Gallego, se encuentra una entrevista a cuatro periodistas.
Jesús Arencibia Lorenzo,profesor universitario y periodista de Juventud Rebelde, se refiere a la prensa como "una maquinaria bastante ineficiente", que "pertenece a y se administra por el Partido-Estado-Gobierno", cuya única "misión instrumental" es la propaganda.
Dentro o fuera de esa maquinaria, depende de cómo se mire, "han surgido y se han consolidado voces alternativas".
Ello le permite afirmar que "el periodismo cubano está cambiando". Un pequeño grupo de ciudadanos "ya contrastan lo que oyen y ven en la prensa estatal con las otras voces mediáticas sobre su realidad, que les llegan por disímiles vías (internet, intranet, email, memoria flash, 'radio bemba', Paquete, Mochila…)".
Para Arencibia, la prensa "pide a gritos una trasformación y democratización" que permita la diversidad de medios y de enfoques.
Omar George, de la televisora oficial Perlavisión, por su parte, también concuerda con la perspectiva de "la prensa como un apéndice divulgativo" del Partido.
Para él, hay una necesidad evidente de "una ley de prensa o una entidad estatal que se ocupe de las tareas y dinámicas propias de la comunicación".
Mónica Baró, de la publicación digital Periodismo de Barrio, cree que es una cuestión de miedos.
"Al final, lo que nos ha pasado es que, intentando evitar el surgimiento de monopolios mediáticos como los que existen en muchos países capitalistas, hemos acabado monopolizando los medios de otra manera: mediante la estatalización", explica.
"Ninguna redacción nacional o provincial publicará nunca un trabajo, del género que sea, que difiera de la política del Estado, que cuestione alguna decisión del Gobierno o polemice con un criterio del presidente Raúl Castro", arguye.
Según Baró, el Gobierno percibe "a los periodistas como voceros a su servicio, a los que deben dar orientaciones sobre cómo hacer su trabajo, qué decir, qué no y cómo decirlo".
La periodista vuelve sobre la ley de prensa y alerta que hay que partir de "esclarecer para qué queremos el periodismo, por qué nos importa el periodismo y (por qué) lo necesitamos".
Maykel González Vivero, colaborador de DIARIO DE CUBA, cree que "el sistema mediático cubano se rige desde presupuestos fundamentalmente políticos, a menudo enfrentados con necesidades o aspiraciones de índole pública e incluso comunicológica".
"Se ha naturalizado el papel del Estado como fuente principal, a veces exclusiva, de información. En este clima, la censura prolifera en todas sus variantes. La gestión de los medios carece a menudo de una 'mentalidad mediática'", acota.
"Esta relación entre las distintas agendas ha puesto en crisis la credibilidad de los medios cubanos en su rol de medios públicos", afirma.
González Vivero plantea que es necesario un empoderamiento de los medios por parte de los profesionales y que estos "asuman un verdadero compromiso con la agenda pública".
Para el periodista, es una cuestión más amplia: "Es poco probable que la ciudadanía pueda modelar los medios que desea, si sus propias posibilidades como sociedad civil están limitadas y casi nunca tiene consciencia de sí misma".
La ausencia de una ley deriva en otros problemas: "Sin marco legal, sin normas claras, la verticalidad del modelo vigente seguirá absorbiendo la vitalidad del periodismo que podríamos tener en Cuba. La gestión de la prensa debe tender a la gestión autónoma de los profesionales y a la prohibición de la censura".
Sin contar el hecho que sorprende al periodista: las posiciones contrarias a una ley de prensa.
"No faltan quienes piensan, a estas alturas, que el marco legal, en lugar de garantizar una gestión más eficiente, vendría a ceñir aún más la camisa de fuerza. La discusión debe conducir, si se produce con horizontalidad y sin prejuicios, a un modelo menos regulador, más creador", afirma.
En otro artículo publicado en el dosier, Julio Batista Rodríguez, de Periodismo de barrio, vuelve sobre la relación disfuncional entre Gobierno y prensa. La ley de prensa debería recoger, según enumera Batista, las inquietudes de muchos periodistas como la delimitación entre los medios oficiales y los públicos, el papel de las fuentes informativas alternativas, la autonomía de la prensa, el acceso ciudadano a la información, entre otros.
Aylin Torres, socióloga y colaboradora de Cuba Posible, alerta en la presentación del dosier sobre la necesidad de que la ley de prensa vele por "ausencias, omisiones, imprecisiones y ambigüedades" en el funcionamiento de los medios, "por lo que encarnan de arbitrariedad y privilegio en su uso por parte de grupos de poder particulares".
"La ley de prensa no es una medida represiva contra la libertad de prensa; por el contrario, su ausencia asegura la impunidad de la arbitrariedad y expulsa de lo jurídico el campo de la comunicación pública y del acceso a la información como derechos ciudadanos", opina.