Los animales están entre quienes se llevan la peor parte en una crisis económica. Son las víctimas sin voz ni derechos de un sistema que no funciona ni para sus dueños.
Para Ana, española residente en Cuba, el tratamiento que reciben algunas mascotas es el reflejo de una sociedad "depauperada por crisis económicas constantes". Cuenta cómo una noche, mientras esperaba en una clínica veterinaria en Playa un tratamiento para su perrita, llegó un perro acuchillado por un vecino molesto.
Hilda, otra amante de los perros, advierte que "para tener perros en la casa hay que tener conciencia de la responsabilidad que implican".
"Los perros no son como los gatos, que lleva menos tiempo educarlos y son más independientes. Ellos dependen de nosotros por completo, de lo contrario se convierten en un estorbo para el cual el Estado no tiene una solución muy humana que digamos".
Zoonosis, institución dedicada al control animal en Cuba, la única salida que brinda a los animales abandonados es la muerte.
Hay clubs caninos que para existir deben inscribirse en el Ministerio de la Agricultura e insertarse en un sistema burocrático que termina por agotar a sus integrantes. Tal fue el caso del Club Cubano de Galgos, que después de muchas gestiones fue cerrado.
Según Irina Echerry, quien tiene en su quinto piso en Alamar un refugio de perros a los que después de recoger de la calle sanea, alimenta e intenta reubicar, PAC (Protección de Animales de la Ciudad) es la única organización que en este momento está haciendo un trabajo que "valga la pena".
"Uno los localiza a través de correos o teléfonos y es totalmente autogestionada", explica.
PACCUBA en Facebook y el correo electrónico [email protected], son dos de las vías por las que los interesados pueden acceder a esta organización que cuenta solo con la voluntad de un grupo de personas.
El Estado no garantiza ningún tipo de personalidad jurídica ni beneficio económico a estas iniciativas. Tampoco tienen un espacio para albergar a las mascotas abandonadas.
Zoila, miembro de PAC, teme que si el tema de los perros abandonados en la ciudad se trata con superficialidad se generen "más ejecuciones en Zoonosis".
"Es un problema de conciencia ciudadana, que si no la hay entre nosotros, tampoco podemos esperar mucho para con los animales", agrega.
No es la única que piensa en estos términos. "La indiferencia de un Estado solo puede generar miseria. Y los animales abandonados o maltratados son la peor expresión de esa situación", dice Hilda.
Mantener una mascota, cuesta
Y no es muy fácil mantener a una mascota en Cuba.
Los amantes de los animales en determinadas circunstancias son capaces de compartir su plato de comida con ellos. Adriana va semanalmente a la pescadería y compra claria para su gata; Milay le da a su perro el picadillo de supuesta "carne de res" que le dan para el hijo por la libreta de racionamiento; Yenny le compra a su Pekinés comida seca para perros y paga 11 CUC por dos kilos; Eva le hace un menú especial a su labrador: hervido de arroz con riñones, hígado o alguna otra víscera.
Y aunque no todos tienen las mismas posibilidades, en la mayoría de los casos la gente hace un "esfuerzo supremo para mantener a su mascota limpia y bonita", dice Alina.
Entre los negocios de emprendedores cubanos que han proliferado en La Habana están las tiendas y clínicas particulares para mascotas.
"Es un negocio que la gente considera un lujo, se paga muy bien", comenta Alain Osorio, veterinario con más de 15 años de experiencia.
"Pero también hay mucho de labor social, porque siempre hay quien llega y uno le nota que no tiene dinero, entonces, al menos yo, he dicho muchas veces que no me paguen. Y todo el veterinario que se respete hace lo mismo. Esa es una norma no escrita entre nosotros", añade.
No obstante, una consulta cuesta entre cinco y 10 CUC, aunque a veces los clientes pagan hasta 20 CUC. Las vacunas caninas hexavalente y pentavalentes, costaban entre ocho y 10 CUC, ahora han subido a entre 15 y 20 CUC.
La higienización del perro, que incluye bañarlo y cortarle las uñas, se cobra en dependencia del tamaño, el pelaje y la peligrosidad.
La diferencia de precios entre el servicio que brindan los particulares y el que brinda el Estado es abismal. La clínica de Carlos III, una de las más céntricas, solo cobra ocho pesos cubanos por consulta, pero por lo general los medicamentos escasean y las condiciones de la edificación, al menos del área del cuerpo de guardia, son paupérrimas.
Alain, quien también trabajó unos años en la clínica de Carlos III, señala que "en el mundo entero se habla de una sola salud" porque "cuando una mascota está enferma el dueño corre el riesgo de enfermarse también".
"Pero aquí tenemos que aguantar la subestimación de los médicos de humanos, del sistema de salud que no valida las recetas médicas de los veterinarios en ninguna farmacia y que, además, no exista una ley de protección animal", critica. "Por eso la gente los abandona sin ninguna misericordia".
Los demás servicios que se han abierto con el impulso de los cuentapropistas tienen precios inalcanzables para algunos, aunque sus productos tengan buena salida.
Un collar antipulgas cuesta 10 CUC; un bozal, de cinco a 15 CUC; un desparasitador, conocido como Parentel, tres CUC.
Entre los productos que algunos podrían considerar un lujo, una cama acolchonada cuesta entre 25 y 30 CUC; las prendas de ropa para perro, de cinco a 12 CUC; un comedero, 25 CUC; un cepillo, 10 CUC; los juguetes de goma, cuatro o siete CUC, y un guacal, entre 100 y 500 CUC.