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Sociedad Civil

Artistas independientes: la mentira tarifada desde 1961

El régimen controla a los artistas mediante organizaciones que luego hace pasar internacionalmente como ONG.

La Habana

"En Cuba solo son independientes los proyectos financiados por el enemigo." El autor de esta afirmación es subdirector municipal de cultura en la provincia Cienfuegos, y utilizó este argumento para coartar la peña de música alternativa Kbolá, espacio organizado y coordinado, desde el año 2012, por un joven antropólogo.  

Tiene toda razón el subdirector. Dentro de la Isla solo es permitida una opción para legitimar tanto al artista como a su obra: la pertenencia o alianza con las instituciones oficiales. Estar al margen de estas alianzas, y de las cuotas de libertad que allí se puedan pactar, es exponerse al silencio civil y creativo, o a ser clasificado de mercenario, becario "de las agendas enemigas".

Entrevistado por el portal oficialista CubaSí, el 4 de diciembre de 2011, Abel Prieto —exministro de Cultura y asesor cultural del general Raúl Castro— expresaba que "lo llamado alternativo; es decir, lo que se hace en términos de arte fuera de las instituciones, si es auténtico, si tiene valor, debe tener un espacio en nuestra política cultural […]. La frontera no está en los contenidos de una u otra obra, en un mensaje o en otro, sino en recibir dinero de nuestros enemigos".

A mediados de 2014, en las conclusiones de una conferencia celebrada en el Salón de Mayo —sede nacional de la Asociación Hermanos Saíz (AHS)— ese mismo dirigente ratificaba que "la política cultural nunca será definida por manos privadas".

Lo dicho por ambos funcionarios, subdirector y exministro, carece de toda originalidad. No tiene más virtud que su alineación con aquel discurso de Fidel Castro en junio de 1961 —conocido como "Palabras a los intelectuales"— que sirviera para establecer, entre otras parametraciones, la censura política sobre el arte.

Es en aquel mismo discurso donde se origina toda definición del régimen en cuanto a política cultural y, en lo adelante, los límites a obedecer por escritores, artistas e intelectuales cubanos. El edicto no dejaría lugar a dudas: "dentro de la Revolución todo; contra la Revolución nada".

El efecto de "Palabras a los intelectuales" fue implantar, con eficacia, la desconfianza entre los artistas, escritores e intelectuales. Y no solamente en cuanto a la prudencia ante futuras relaciones con "la Revolución" y con sus instituciones, sino a la desconfianza hacia su propia urgencia o "capacidad de crear". Es decir, en este discurso quedaba zanjada, para toda posteridad, la cuestión de que no sería ni será legitimado como artista aquel autor que no perteneciera —en alianza o en compromiso total— a las instituciones sujetas a la política cultural definida por el régimen y controladas por sus paladines.

Organizaciones Sí Gubernamentales

En el dilema actual sobre la restauración y empoderamiento de la sociedad civil en Cuba, se replantean cuestionamientos legítimos respecto de cuáles instituciones, organizaciones o asociaciones pertenecen realmente en su contenido y praxis a la sociedad civil. Es decir, con vocación de independencia ante la hostil intervención del Estado, o regidas por los principios que definen a toda Organización No Gubernamental (ONG).

En el caso que nos ocupa —de carácter expositivo, más que de apurar conclusiones— se toman como referentes los estatutos de dos instituciones que enuncian tener, como objetivos y fines, "estimular, proteger, enriquecer y defender la creación intelectual y artística": la AHS y la Unión de Escritores y Artistas (UNEAC).

Estas dos organizaciones reconocen, en las líneas generales de sus estatutos, "la orientación política del Partido Comunista de Cuba como fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado". Aseguran más adelante que sus finalidades "se sustentan en los principios de la política cultural de la Revolución Cubana, definidos en la Constitución de la República de Cuba […], y de manera efectiva contribuyen en la formulación, puesta en práctica y expresión de dicha política como contribución al desarrollo integral de la nación". Ambas subrayan además como "órgano de relación al Ministerio de Cultura (MINCULT)" que es, a su vez, "un organismo de la administración central del Estado".

Entonces, ¿pueden ser consideradas la AHS y la UNEAC —por sus principios— como ONG? ¿Pueden ser consideradas estas instituciones —por su praxis— como organizaciones de la sociedad civil? ¿Qué estatus posee un artista, escritor o intelectual, que no sea miembro de estas organizaciones?

Es sumamente importante considerar que el régimen, a través de instituciones artísticas y culturales, revistas, premios, plataformas de pensamiento y debate, llega a facturar un asfixiante control sobre todos los espacios de legitimación y trascendencia artística. El partido único, además de propietario absoluto de los medios y herramientas de producción, prensa y tecnología, también decreta el almanaque sociocultural y artístico. Decide sobre cuáles temáticas discutir, durante cuánto tiempo y quiénes pueden participar.

Desde Esquife hasta Rotilla

El 10 de diciembre de 2014, día mundial de los Derechos Humanos, The Associated Press (AP) publicaba un reportaje donde se acusaba a varios raperos cubanos de ser "patrocinados" por Creative Associates International —programa adscrito a la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID)— con el objetivo de provocar "un movimiento juvenil contra el régimen de la Isla".

Lejos de revelar supuestas operaciones encubiertas con propósitos injerencistas de Estados Unidos a través de la USAID, el reportaje de AP —la misma agencia de prensa que tuvo cooperaciones formales con el régimen de Hitler en la década de 1930— propiciaba al régimen cubano un arma blanca para legitimar, y posteriormente justificar, acciones abiertamente represivas. 

A ojos del PCC, este conjunto de artistas, escritores, intelectuales, periodistas, activistas, eventos, publicaciones y agrupaciones —con capacidad y talento para gestar estados de opinión dentro de la sociedad civil—, podía convertirse en una masa crítica, similar al movimiento Otpor que derrocara al presidente serbio Slobodan Milosevic en el año 2000.

Pero antes del reportaje de AP, los muros de censura y los márgenes de represión se establecían más allá del movimiento rapero. Se extendían a todo el tejido de la sociedad civil que intentara vincularse, o identificarse, en torno a expresiones o discursos contestatarios.

Con el arresto de un grupo de periodistas y artistas independientes, activistas civiles e intelectuales —impidiendo su participación, el 6 de noviembre de 2009, en una marcha a favor de la no violencia— se iniciaba una suerte de "guerra civil" entre el conjunto de artistas y proyectos con capacidad de generar estados de opinión ciudadanos y las instituciones controladas por el régimen.

A los intentos para desactivar la décima edición del festival Poesía sin Fin —gestado por el colectivo Omni Zona Franca— y desbancar el evento "Medios Digitales y Cultura", convocado por la revista Esquife en celebración de su décimo aniversario, se sumaron otros actos de represión que ocurrieron durante los últimos meses de ese mismo año, y que serían denunciados, en carta abierta, por la Cátedra de Pensamiento Crítico Haydee Santamaría.

Dos puntos climáticos, que evidenciaron la intención de desactivar cualquier conducta contraria "a las tradiciones culturales, patrióticas y éticas de la nación", se manifestaron mediante la cancelación definitiva de Rotilla Festival, incluyendo la represión y asedio contra integrantes del grupo productor Matraka que organizaba este evento. A este colectivo, la policía política le había abierto, años antes, un expediente que incluía un prontuario de lujo: su vinculación o supuesto financiamiento desde Exit Festival y por consiguiente, según la lógica del régimen, desde Otpor y la USAID.

El otro suceso se manifestaría con la represión al público durante la presentación del documental Revolution, del realizador Mayckell Pedrero, en la octava edición de la Muestra de Jóvenes Realizadores, evento auspiciado por el ICAIC y la AHS. El motivo del acto represivo era simple: Revolution es un documental que trataba sobre Los Aldeanos, quizás el grupo de rap más censurado en la Isla.

Los premios alcanzados por el documental Revolution avalaron no solo la calidad estética del material, sino que además dejaron en evidencia la verdadera naturaleza de la censura, a pesar de que la frontera establecida para ser sometido a ella, según la lógica de Abel Prieto, estaba "en recibir dinero del enemigo".

Un sinnúmero de incidentes, entre 2009 y 2015, que resultaron en actos represivos y mecanismos de censuras y exclusión, se sucedieron contra artistas independientes, e incluso se extendieron contra otros creadores y expresiones que, en alianzas o auspiciadas por instituciones, intentaban desmarcarse dentro de estas de las mordazas impuestas por la política del MINCULT.

Dentro de las instituciones

Dentro de las instituciones, creadores, agrupaciones y proyectos que integran sus catálogos, son censurados por una caterva de tecnócratas cuyas únicas credenciales a mostrar son la mediocridad, la fronteriza interpretación de la propia política cultural y su militancia en el partido único. Sin embargo, es justo señalar aquí la emergencia de una concientización, por parte de los artistas, de confrontar e impugnar las líneas partidistas impuestas al arte y la cultura.

El 25 de octubre de 2013, las agrupaciones rockeras del catálogo de la Agencia Cubana de Rock redactaron una carta de rechazo —circulada en las redes sociales bajo el título "El costo de rockanrolear en Cuba"— donde consideraban que "Blanca Recode Hernández como directora de la Agencia, está alineada a conceptos totalmente alejados de los intereses del movimiento rockero cubano, a pesar de su política de 'puertas abiertas'. Nos recuerda con sus actos y con sus discursos panfletarios, a los burócratas del Quinquenio Gris […]. Por tanto, y considerando que es imposible una reconciliación entre su dirección, las agrupaciones que conforman el catálogo y de los trabajadores fundadores de la Agencia y de su sede, exigimos que sea sustituida de sus funciones; recomendado para ello a personas más cercanas a la historia rockera cubana".

Una representación de los firmantes, se personaría ante la presidencia del Instituto Cubano de la Música (ICM) y el MINCULT, logrando que finalmente la funcionaria fuese sustituida por la personalidad más respetada en el movimiento rockero: María Gattorno.

Otro capítulo, conocido como "los hechos de F y 15", sería protagonizado por los organizadores de Puños Arriba el 10 de diciembre de 2013. Más de 50 personas, entre artistas, realizadores y activistas, emplazaron a la sede del ICM, impugnando la complicidad de la Agencia de Rap para desestabilizar la gala de premiaciones del evento. En un documento posterior a estos hechos, el comité organizador expresaba que "Puños Arriba ya no es un evento independiente, ahora es el único festival nacional totalmente independiente […] para que gane la cultura universal así como el derecho incondicional a la creación artística".

Entre las varias identidades que distinguen a la praxis institucional sobresale la formulación de "respuestas administrativas ante cuestiones ideológicas". La cancelación definitiva de la revista Movimiento en febrero de 2014 resulta ejemplar. Subvencionada por la Agencia de Rap, Movimiento era la única revista dedicada al rap cubano. En sus 11 ediciones había sostenido un relato crítico sobre "temas heréticos como el racismo, el machismo, la homofobia, la marginalidad, la situación sociocultural, el civismo, y la hipocresía política".

La justificación de la dirección de la Agencia de Rap para su cancelación fue "la depresión del presupuesto para sostener esta publicación semestral, añadiendo la escasa venta de los ejemplares que impide recuperar un mínimo de las inversiones permitidas para su impresión".

Bajo la notificación oficial de "no reportar ingresos a la empresa", los músicos Soandry del Río —Hermanos de Causa— y Raudel Collazo —Eskuadrón Patriota—, fueron expulsados de la Agencia de Rap en abril de 2014, inmediatamente después de participar junto a David D'Omni, Silvito El Libre, El Aldeano y Gorki Águila, en un concierto realizado en la VII Cumbre de las Américas auspiciado por Cuban Soul Foundation y la Asociación Pro Arte Libre.

Al respecto, Soandry expresaría que "la justificación de no ingresar es una salida burda y desesperada; típica del Gobierno. Ningún grupo del catálogo ha ingresado dinero por la simple razón de que las instituciones culturales coartan la realización de los conciertos de rap […]. De algún modo estoy de acuerdo con esta expulsión pues ahora soy un negro libre".

Un año más tarde, el 25 de mayo de 2015, varios raperos —miembros del catálogo de la Agencia Cubana de Rap— redactaron y enviaron una carta al ministro de Cultura, Julián González Toledo, donde denunciaban entre otras cosas, "que la Agencia para lo único que ha sido efectiva es para contribuir al deterioro progresivo del rap cubano tanto dentro como fuera de la Isla".

Este documento nunca obtuvo respuesta alguna, ni siquiera "administrativa".

Control y legitimación

Los mecanismos de legitimación —y distribución de libertades— tanto para los discursos estéticos como para los espacios de discusión, son patrocinados por la UNEAC, la AHS, el ICM, los consejos nacionales de Artes Escénicas (CNAE) y Artes Plásticas (CNAP), el Instituto del Libro (ICL) y la Oficina Nacional de Diseño (ONDI), por solo citar las instituciones que más peso tienen para definir quiénes merecen "propiciar formas de contacto y diálogo entre los escritores, artistas y el público" y cuáles obras artísticas y literarias se ajustan "para dar a conocer en todo el mundo la identidad y los valores ético-culturales atesorados por la nación cubana".

Al tiempo que artistas del mundo entero, consagrados al tatuaje, al graffiti o al body painting, son reconocidos por la expresión estética de sus obras, en la Isla no son legitimados como creadores, salvo en casos muy excepcionales, en las instituciones encargadas de definir los destinos de las artes visuales.

El valor estético del tatuaje apenas es atendido por la AHS, y en todo caso siempre que el creador avale su obra con una "expresión tradicional de las artes plásticas". Toda vez que un artista del tatuaje cumple 35 años de edad —límite para ser miembro de esta organización— ninguna otra institución subordinada al CNAP admite la membresía del artista a su catálogo.

A principios del año 2015 un grupo de tatuadores —que por edad ya no pertenecían a la AHS— iniciaron un proceso de tramitación ante el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social (MTSS) con el fin de obtener, al menos, una licencia para ejercer su oficio legalmente. La solicitud fue denegada, y ante la insistencia de los artistas, con abogado mediante, un funcionario de este ministerio les advertiría que "de insistir, el asunto sería catalogado de contrarrevolución".

Incluso aquellas instituciones que fueron creadas con el propósito de agrupar (y controlar) a géneros artísticos específicos, como las Agencias de Rap y de Rock, enfrentan la desatención y el "ninguneo". Desde mediados de noviembre del pasado año, la Sala Maxim, sede de la Agencia de Rock, fue cerrada con el pretexto de someterla a "reparaciones capitales". Los músicos y el público incondicional de este género temen que esta "justificación administrativa" sea la segunda edición del cierre de un espacio rockero. (En octubre de 2003, fue cancelado el proyecto Rock & Sida y su emblemática sede, el Patio de María.)

No fueron pocos los que apostaron por una flexibilidad del régimen cubano después del 17 de diciembre de 2014. Resultaba lógico pretenderlo ante el anuncio de un cambio en las relaciones entre Cuba y EEUU. Se soñaron cambios en la economía, cambios en la política exterior, cambios en su relación con las zonas opositoras y defensoras de los Derechos Humanos, cambios en el modo en que el partido único entiende y asume el arte y la cultura, cambios en la relación de las instituciones y los artistas.

Quienes apostaron por esos cambios, simplemente perdieron.

Freemuse, la ONG danesa especializada en los derechos fundamentales de los artistas, ubicaba a Cuba, en el año 2015, en el décimo puesto de la lista de regímenes donde la libertad artística es censurada y encarcelada en nombre de la moral pública y los intereses de Estado. Un puesto bien ganado si se toma en cuenta los actos de represión y encarcelamiento contra Ángel Santiesteban, Tania Bruguera, Gorki Águila y El Sexto, por citar solamente unos pocos ejemplos de entre los más significativos del periodo.

Al régimen cubano poco le importan los artistas y el arte; solo le importan las instituciones y la optimización de sus mecanismos de trasmisión de control ideológico y político.

"El derecho al ejercicio del criterio, a la libertad de creación, a la crítica, al debate y a la polémica" que la UNEAC defiende en las disposiciones generales de sus estatutos, es una mentira tarifada. Tarifada, oxidada, y siempre vencida por los desmanes de aquella fórmula que, desde junio de 1961, acabaría siendo la verdadera política cultural cubana: "contra la Revolución nada".

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