Unos lo confiesan y otros no, pero hay cubanos que albergan dudas sobre si una democracia es factible en Cuba. Hasta hay quienes se atreven a sugerir la anexión del país a EEUU. La frustración y la desesperanza sobre el futuro de Cuba hacen que algunos se den por vencidos. Por suerte hay muchos otros cubanos que no se rinden y continúan luchando por una democracia.
No tiene sentido acorralar la cuestión en una dicotomía derrotista y simplista sobre si la democracia es factible o no. Es más lógico y productivo identificar los factores que la hacen posible y actuar en consecuencia. Creer y actuar como si la democracia no fuera posible le haría un gran favor a los actuales oligarcas castristas y a otros dictadores, haciendo más difícil el trabajo de la oposición que lucha heroicamente por un cambio de régimen. Además, el triunfo de la democracia en Cuba alentaría a los que también luchan por la democracia en otros países.
El futuro de una democracia en Cuba depende principalmente de los cubanos, para vencer los muchos obstáculos que hay que enfrentar, especialmente la represión gubernamental, y para establecer las instituciones correspondientes. Así podemos enfocarnos en aquellas formas de comportamiento individual y colectivo que pudieran propiciar una oportunidad democrática, sobre todo en vista del cambio generacional que se avecina en el gobierno del país. Parto de la premisa de que el futuro de la democracia en Cuba depende principalmente de ciertas acciones colectivas de una masa crítica de ciudadanos, o sea un número de ciudadanos que aunque relativamente pequeño tenga la convicción, la organización y la determinación necesarias para cambiar el curso de la historia de Cuba. Prácticamente todos los miembros de la disidencia u oposición interna en Cuba ya forman parte de tal masa crítica, pero la misma todavía debe crecer en tamaño, organización, influencia y recursos.
Desde 1959 la organización de la ciudadanía en Cuba ha estado monopolizada por el Gobierno.
Es de notar que el modo de vida del cubano típico en la Isla se caracteriza actualmente por la pobreza de sus relaciones con otros cubanos. En una sociedad libre el conjunto de relaciones entre los ciudadanos es enorme, lo que incluye una infinidad de relaciones familiares, sociales, políticas, económicas, culturales, religiosas, deportivas y de muchos otros tipos. Ese conjunto de relaciones interpersonales se conoce hoy como el capital social de una nación o comunidad. Es como una red neural o sistema nervioso que refleja las actividades de una sociedad, permitiéndoles a sus miembros conectarse y comunicarse de innumerables maneras, intercambiar ideas, identificar intereses comunes, establecer instituciones y organizaciones de todo tipo y tomar acciones colectivas en función de sus intereses personales. El capital social se desarrolla más mientras más sean los grados de libertad que disfrutan los ciudadanos en cualquier sociedad.
Un componente básico del capital social es el nivel de confianza que los ciudadanos tienen en otros ciudadanos. Esa confianza interpersonal es lo que cementa las relaciones entre ciudadanos que puedan conducir a acuerdos estables y de ahí a formas de acción colectiva, por ejemplo, la formación de un negocio, un club para leer e intercambiar ideas sobre libros, una organización comunitaria, un partido político o una protesta o manifestación pública. Iniciativas de este tipo existen en Cuba pero es necesario extenderlas, aumentarlas y consolidarlas de modo que los cubanos ganen en confianza sobre su capacidad para realizar acciones colectivas.
El capital social es el tejido conjuntivo de la sociedad civil de una nación. La sociedad civil está compuesta por la familia y las actividades privadas de los ciudadanos, excluye al Gobierno y al sector privado de negocios. Por medio del capital social, las relaciones interpersonales propician, facilitan y conducen a la formación de las instituciones y organizaciones de la sociedad civil. O sea, sin capital social no puede existir la sociedad civil. Y sin sociedad civil no hay democracia.
En un Estado totalitario hay todo tipo de restricciones para evitar el desarrollo del capital social y las organizaciones y actividades que de él nacen. Las primeras medidas del castrismo en 1959 incluían precisamente la demolición sistemática de casi toda la red de relaciones del capital social, pues era la base de la sociedad civil, de la que podía surgir una oposición seria a la dictadura. Aunque prácticamente invisible, se puede afirmar que la reducción al máximo del capital social en Cuba fue el acto más eficazmente destructivo del asalto castrista. Al desmembrar el capital social, lo poco que quedó de sociedad civil era un cuerpo paralítico, incapaz de defenderse contra el Gobierno dueño de todo. De hecho el totalitarismo puede definirse como un régimen de gobierno que trata de minimizar el capital social de una nación.
Es el capital social lo que ahora falta en Cuba para tener una sociedad civil influyente. Su falta es lo que también hace que el ciudadano cubano típico se sienta como en un limbo de impotencia o estado de ingravidez, en gran medida desconectado de otros cubanos. Por lo tanto no puede participar libremente en los asuntos de su país ni tomar iniciativas para progresar en la vida. Así muchos cubanos perdieron una buena parte de sus destrezas organizativas, adaptándose a delegar muchas iniciativas en el Gobierno.
Bajo las condiciones actuales, la democracia en Cuba hay que construirla con los elementos que constituyen sus cimientos y que son precisamente las relaciones interpersonales del capital social. La democracia es una forma de organización superior de la sociedad basada en la participación deliberada de los ciudadanos. Pero esa organización solo puede desarrollarse entre los ciudadanos que tienen relaciones con otros ciudadanos. De ahí la importancia crítica del capital social. Téngase en cuenta que la base del poder totalitario en Cuba es el monopolio organizativo del Gobierno y el Partido (único, precisamente) frente a la desorganización y desintegración ciudadana. Por eso el Gobierno dedica muchos recursos a la represión del desarrollo del capital social mediante penalidades por reunirse en asambleas, intercambiar y circular ideas e informaciones que sirvan para organizarse, y por tomar acciones colectivas adversas al monopolio gubernamental. También por eso se les impide a los cubanos el libre acceso a internet y a las redes sociales modernas.
La oposición cubana comenzó la reconstitución de su capital social y su sociedad civil desde hace años como prerrequisitos de una democracia. Los ejemplos son muchos y muy variados, como las asociaciones de periodistas, economistas y otros profesionales independientes; la Red de Comunicadores Sociales; las Damas de Blanco; los Municipios de Oposición; la Unión Patriótica de Cuba, el Proyecto Varela; la Comisión Cubana de Derechos Humanos; los capítulos locales de Cuba Independiente y Democrática y muchas otras.
Todos estos esfuerzos dan testimonio de que un elevado número de cubanos en la Isla, a un costo personal muy elevado, no aceptan una forma de gobierno que no sea una democracia en la que la dignidad plena del ser humano puede realizarse. Estos cubanos y cubanas son herederos del espíritu independentista de 1895. Son de hecho nuestros nuevos mambises. Luchan sin cargas al machete, al descubierto, sin protección de la manigua. Merecen nuestra admiración y nuestro apoyo.