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Sociedad

¿A lo cubano?

Voces oficialistas se quejan de lo extraño que resulta celebrar Halloween en Cuba. No recuerdan cuánta extrañeza fue impuesta a los cubanos.

La Habana

Un curioso artículo de opinión, escrito por Vladia Rubio, bajo el título "¿Halloween a lo cubano?" y publicado por el portal CubaSí, me lleva una vez más al mismo sitio: la perversa costumbre de politizar cada centímetro de la vida de los cubanos.

Vladia Rubio muestra preocupación porque las nuevas generaciones estén demasiado permeadas de lo que ella llama el tsunami de la globalización. Hace un recorrido por los años en que estaba prohibido oír a los Beatles, cartearse con la familia que vivía en el Norte y tener Elegguá o los Guerreros. Sin comprometerse demasiado, alude que la otrora intolerancia y las casi desesperadas aperturas que el Gobierno pretende exhibir son tan diametralmente opuestas que el efecto resulta desconcertante.

Y claro que se ve raro, para los que tenemos más de 40 años y nos ha tocado ser testigo de los actos de repudio a "escorias y lumpen" que se iban por el Mariel, y luego escuchar discursos complacientes y prostituidos de reconocimiento a la comunidad cubana que vive fuera de la Isla. Los agravios de ayer; hoy, trocados eufemismos. Así tuvimos que ver carteles con caricaturas y textos de "Carter, cabrón, acuérdate de Girón", y luego escuchar al propio Fidel Castro decir que el señor James Carter era un hombre honorable y amigo de Cuba. Claro que se tiene que ver raro si presenciamos durante los 80 y los 90 las recogidas de gays y lesbianas detenidos sin razón, pasando noches en las estaciones policiales, y hoy vemos a Doña Mariela abogando por las operaciones de cambio de sexo. Todo en la Cuba de hoy produce confusión. Y es porque así de confundido está el destino del país, timoneado por unos ancianos que se la pasan divagando entre el "donde dije digo, digo Diego".

No creo que si los jóvenes hacen fiestas temáticas parecidas a Halloween y suben las fotos a Facebook o se van de piyamadas y tienen grupos de porristas en los eventos deportivos escolares,  por paradójico que resulte, constituya una alarma.

 En primer lugar, es esa la cultura que se consume, la que trasmiten los medios (que, dicho sea de paso, no tiene ninguna oferta de factura nacional que la contrarreste).

En segundo lugar, si tanto se habla del respeto a la diversidad, no veo nada de terrible en que los chicos elijan esos patrones, que son los que les resultan más atractivos.

En tercer lugar, el haber politizado cada aspecto de la vida social de los cubanos, produjo una suerte de saturación y, por extensión de rechazo (a veces inconsciente) a todos los símbolos de la cubanía. Aquí más que cubano, había que ser revolucionario. Más que patriota, había que ser comunista.

En cuarto lugar, los avances de la tecnología y las comunicaciones, amén las limitaciones que tenemos en la Isla, han postergado a la categoría de anacronismo político el sinsentido de que todo lo que aludiera a la cultura norteamericana o de cualquier otra parte debía ser satanizado.

En quinto lugar, no es justo intentar medir la eficacia por la preservación de las raíces y los sentidos de pertenencia de la juventud de hoy (que por lo menos tiene aunque sea la opción de elegir), cuando durante décadas se nos fue impuesta como herencia la cultura soviética y este-europea.

¿O ya olvidamos cómo sonaban en los 70 y los 80, en la radio y la televisión, al búlgaro Biser Kirov y al checo Karel Gott? ¿Y el rostro de Yuri Gagarin en los pullovers? ¿Y el idioma ruso como asignatura en las escuelas? ¿Y las matriushkas y el osito Micha de adorno en las casas? ¿Y los relojes Poljot, Vostok o Raketa? ¿Y los estanquillos y correos abarrotados de revistas Spútnik? ¿Y los dramas bélicos de Sovexportfilm? ¿Y las horribles modas hechas de tejidos nada propicios para el clima tórrido de la isla caribeña?

Pero Vladia (quien además tiene un nombre ruso), no quema las naves en su artículo y para darle un toque de politiqueo (que no debe faltar, sino no se publica) dice estar: "compensada y tranquila, suponiendo que no pocos de los que hoy llevan enseñas foráneas en sus gorras y andan con calabazas a fines de octubre, son los mismos que ayer dieron su disposición para ayudar a combatir el ébola, que no aceptan morales de dos caras, y que estarían dispuestos a fajarse a los piñazos y también de otros modos, con aquel que, adentro o desde afuera, le intenta mancillar la patria"

Es realmente un final de artículo muy ¿a lo cubano?

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