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Lo que deja 2013

Solavayas del año

¡Pasen, pasen y vean lo más esperpéntico del año! ¡Casos clínicos que quitan el hipo! ¡Indecencias que no deben ver los niños! ¡Seres venidos de otro planeta! ¡Las peores pesadillas del año que se esfuma! ¡Los mayores descaros!

Madrid

Ricardo Alarcón

Después de ser destituido en febrero como presidente de la Asamblea Nacional y de perder su membresía del Comité Central en marzo, a Ricardo Alarcón le recordaron el nombre de Eliécer Ávila y tuvo que hablar de ese muchacho.

Los dos habían coincidido cinco años antes en la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) de La Habana. Alarcón de jefe todavía y Eliécer Ávila también de jefe, de Operación Verdad, un comando de troles o criaturas aún peores. Eliécer era por entonces un joven militante comunista deseoso de visitar la locación boliviana donde ofrendara su vida el comandante Ernesto Guevara.

Alarcón fue a darle muela a los estudiantes de la UCI, a soltarles un teque y responder unas preguntas, y fue ahí, en lo del turno de preguntas, que aquel estudiante lo interrogó sobre su derecho a viajar hasta el santuario guevarista, y fue ahí mismo que Alarcón soltó su renombrada teoría de la congestión aeronaútica.

Citémoslo en su propia formulación: "Si todo el mundo, los 6.000 millones de habitantes, pudieran viajar a donde quisieran, la trabazón que habría en los aires del planeta sería enorme, ¿no es así?".

Ricardo Alarcón volvió a reunirse el pasado junio con jóvenes, blogueros esta vez, que en el turno de preguntas le preguntaron por Eliécer. Uf, las cosas habían cambiado muchísimo en cinco años: Eliécer Ávila era ahora un opositor político y Alarcón era eso que quedaba después de que lo removieran, tronaran y empiyamaran.

Su respuesta comenzó por unos pucheros. Hizo pucheros Alarcón porque no le habían permitido debatir con el joven Ávila. No lo habían dejado sacar toda su maquinaria dialéctica. Y lamentaba no haber podido hacer pública su versión de aquel diálogo, pues no se lo permitieron sus diversos puestos oficiales. Mientras tanto, en el colmo de la libertad personal, Ávila podía contar lo que quisiera. Era una rara correlación de fuerzas: uno con toda la prensa oficial de su parte y silencio debido, y el otro sin dónde hablar y, no obstante, lengüilargo.

Después Eliécer Ávila se había montado en un avión sin acordarse más de él.

"Lo menos que yo esperaba era recibir una tarjetica de París que dijera: 'Gracias profe, porque me consiguió el viaje'", ironizó al resumir el episodio.

Tarde en su vida, ya sin viajes ni prebendas, a Alarcón le tocaba aprender a luchar la pacotilla.

"Quedará para la historia que esta persona que está aquí le dio como respuesta al tema de la tarjeta blanca el argumento ese de que si todos los cubanos viajaran chocarían los aviones", lamentó.

La reforma migratoria, aún siendo tramposa e incompleta, había terminado por desautorizar los aportes de Alarcón a la aeronáutica mundial. Los cubanos iban y venían sin que hubiera tropezones en los cielos.

Un lustro antes de ser tronado, Ricardo Alarcón había dado una muestra redomada de su estupidez. O, si se prefiere, de su oportunismo, de cuánta estupidez podía acopiar para defender a una dictadura que luego iba a pagarle tan mal a él.

Eliécer Ávila voló a Suecia en el primero de sus viajes, no a Bolivia. A Alarcón no le había prometido postal ni pacotilla alguna, pero sí que prometió fundar en Cuba un partido o movimiento, algo que todavía no ha cumplido.

 

Dilma Rousseff

La presidenta brasileña preguntó a su homólogo cubano a cómo le dejaba la libra de médico en pie.

Raúl Castro quiso saber cuántos miles le hacían falta. Porque él podía dárselos baratísimos.

Los dos hablaban la misma lengua. No español, no portugués, no portuñol, no espagués, sino la antigua lengua utilizada, tanto en Zanzíbar como en Calabar, por mercaderes y compradores de esclavos.

Dilma dijo que cuatro mil y cerraron el trato.

Ahora podrían revolcarse de indignación los de la Federación Nacional de Médicos de Brasil y denunciar que el contrato hecho a los médicos cubanos era digno de esclavos. Podrían aducir que lo pagado servía para financiar la dictadura cubana, que Dilma iba a ignorar todas sus quejas.

Más aún, reclamaría un seguro contra la fuga de aquellos médicos extranjeros. Así que Luís Inácio Adams, abogado general de Brasil, avisó de antemano que no tendrían derecho de asilo.

Y es que con Dilma Rousseff no había jueguito. Si iba a ser militante, ella era militante. Si iba a pertenecer a un grupo armado, pertenecía a un grupo armado. Si iba a ser presidenta, llegaba a la presidencia.

Y si tenía que ser esclavista, pues lo era.

Claro que nunca se le habría ocurrido ponerse a negociar con Raúl Castro sin antes cerciorarse de que cada uno de ellos dos contara con una buena coartada.

La de ella estaba en la población rural brasileña que alcanzaría asistencia médica.

La de Raúl se explicaba como internacionalismo proletario o algo parecido que ella no recordaba bien de sus manuales de juventud.

La cuestión era hacerse de una buena coartada. Una buena coartada, y no había contradicción entre el pensamiento de izquierda y la trata de esclavos.

 

Elián González

Con el fin de contrarrestar la presencia de opositores y activistas independientes cubanos por todo el mundo, algún departamento oficial tomó la determinación de sacar a pasear a Elián González. Y lo enviaron al mismísimo centro del mundo, a Ecuador, al XVIII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes.

Salvado, siendo niño, de los tiburones; pescado con armas largas en un closet de La Pequeña Habana; devuelto a Cuba, de dónde no había salido más; y convertido en joven militante comunista, Elián no ha visto mucho mundo, aunque conoce bien cómo es el mundo.

Estas son algunas de sus ideas, ni ptolemaicas ni copernicanas: Fidel Castro no ha hecho más que traerle alivio al mundo; Fidel Castro trajo al mundo una nueva alternativa que frenó los intereses de expansión y de conquista de sus opositores; Fidel lo es todo para Cuba y lo es todo para el mundo.

El joven Elián le mete incluso a lo teológico cuando afirma: "No profeso ninguna religión, pero de hacerlo mi dios sería Fidel Castro".

Tímido, como se reconoce a sí mismo, tiene la inteligencia suficiente como para saberse centro de atención. Dice que muchos lo escogen como guía, como un símbolo, y eso llega a cohibirlo. Sin embargo, sus sueños son de pura farándula y, cuando se dedica a imaginar el destino que le habría aguardado de no haber sido devuelto a Cuba, se imagina como "una figura mediática", quizás "un cantante".

Claro que enseguida le da escarmiento a esos frívolos sueños y rectifica: en Estados Unidos lo habrían hecho cantante o figura mediática para "seguir sacándome dinero".

No hay más que verlo contestar a las preguntas de los periodistas para comprender a quién le entregaron el cachorro devuelto en 2000. Elián González ha recibido la esmerada educación que prodiga Fidel Pávlov Ruz. Lo delata el boniato en la boca al hablar, por no hablar del boniato que verdea en su cerebro.

Preguntado por los recuerdos que tiene de su madre, el joven militante evitó el tono personal hasta ahogar cualquier recuerdo en disquisiciones acerca de lo injustas que son las leyes migratorias estadounidenses.

Elián González se salvó de los tiburones para servir de merienda a las hienas.

 

Alberto Juantorena

Issac Delgado regresa a vivir a Cuba y ameniza con sus canciones la cena de fin de año que la Oficina del Historiador de la Ciudad dispone en la Plaza de la Catedral. Manolín "El Médico de la Salsa" regresa a vivir en Cuba y allí también canta. David Torrens, Kelvis Ochoa y Descemer Bueno hacen lo mismo. Vuelve Tanya también y mete lo suyo. Y, sin embargo, Dayron Robles regresa a su país para enterarse de que no van a dejarlo competir más como cubano.

El campeón olímpico de 110 metros con vallas en Beijing-2008 queda desautorizado a representar a Cuba en cualquier evento venidero. Pudo volver al país como ciudadano, pero no como deportista. Ni siquiera tiene derecho a utilizar para sus entrenamientos las instalaciones del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER).

¿No había solicitado él su baja del equipo nacional después de Londres-2012? ¿No había salido de la patria, acogiéndose a las nuevas regulaciones migratorias? ¿No había corrido en Turín a título personal? ¿No tuvo licencia con el AS Mónaco, a pesar de las protestas de la Federación Cubana de Atletismo (FCA)?

Alberto Juantorena, vicepresidente del INDER y presidente de la FCA, ha hecho lo posible y lo imposible para cerrarle el paso. Y es que, igual que los bailarines cubanos pertenecen al BNC gobernado por Alicia Alonso, los deportistas cubanos son propiedad del INDER. Tanto el BNC como el INDER administran las ganancias que dejan esos cuerpos, y Juantorena no iba a admitir a cimarrón, por veloz que corriera.

Al parecer, Dayron Robles calculó mal los tiempos y tropezó con la valla de la reforma migratoria. Sus movimientos podrán juzgarse indecisos o contradictorios, pero en algunos de ellos se ha transparentado su determinación de no terminar convertido en un Juantorena. Porque el caso del bicampeón olímpico de Montreal-76 enseña lo que el INDER reserva para sus mayores figuras cuando pierden la edad de competir: los convierte, de campeones que fueron alguna vez, en cancerberos.

 

Ramsey Clark

El que fuera fiscal general de los Estados Unidos entre 1967 y 1969 hizo su aparición a fines de noviembre en la mesa redonda de la televisión cubana. Llevaba semanas en la Isla, porque a mediados de ese mes había sido condecorado en Holguín con la Orden de la Solidaridad, que otorga el Consejo de Estado.

En televisión, Clark empezó por quejarse de la justicia de su país, deploró el procesamiento y condena de los cinco agentes castristas de la Red Avispa, y pidió para ellos el Premio Nobel de la Paz.

Mr. Clark había viajado a Cuba para participar en el noveno coloquio internacional por la liberación de los agentes castristas, celebrado en Holguín. Fueron las madres de esos condenados hombres quienes le prendieron en la guayabera (Clark iba enguayaberado) la condecoración.

Considerando la larga cartera de clientes de Ramsey Clark y los infiernos que habrá frecuentado, la mesa redonda cubana era un lugar inocentísimo donde pasar la tarde. Y sus cinco candidatos al Nobel de la Paz eran mansas ovejitas cuando se les comparaba con varios de sus clientes: Saddam Hussein, Slobodan Milosevic, el criminal de guerra nazi Jack Reimer o el expresidente liberiano Charles Taylor, convicto de 11 cargos entre los que podían enumerarse asesinato, terrorismo, violación sexual y esclavización.

"El mundo le debe mucho a la Revolución cubana, por eso les pido a todos ustedes que jamás la abandonen, pues su éxito será el éxito de todos nosotros", recomendó el exfiscal general estadounidense en su alocución televisiva.

 

Raúl Castro

Para que su gobernación y la de su antecesor no fueran consideradas dictadura, los hermanos Castro han cuidado el buen nombre del ejército y la policía que los mantiene en la tribuna. Para no ser juzgados por la opinión pública de manera tan tajante como han sido juzgados Batista y Pinochet, los hermanos Castro han impuesto en las pasarelas dictatoriales la moda de la represión sin uniformes.

Esa moda incluye lo que el más ducho de ellos dos llamara "el pueblo enardecido". Es decir, gente sedienta de violencia, personal movilizado desde sus trabajos y escuelas, más una buena cifra de policías de civil que, tapiñados entre la gentuza, consiga controlar el ataque a los objetivos seleccionados: opositores o, como ocurrió durante una temporada, gente deseosa de emigrar.

Los segurosos infiltrados en el gentío se encargan de modular la violencia y, en caso de extremarse "el enardecimiento del pueblo revolucionario", aparecerá la policía uniformada. Llegan los de uniforme y pareciera que su trabajo consiste en evitar la violencia. "Policía, policía, tú eres mi amigo", decía un niño o una niña en un anuncio televisivo de hace años.

Tomadas todas estas precauciones, quien intente culpar al régimen de ejercer la fuerza contra ciertos ciudadanos recogerá ejemplos de la bondad que anega a la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), si no perece en la lucha.

En el ambiente de prelinchamiento de esos mitines de repudio, los insultos se mezclan con los juramentos de fidelidad a los amos, Fidel y Raúl Castro. La chusma grita todas esas barbaridades que ellos vienen enseñándole desde hace más de cincuenta años desde la tribuna. Y tratan a sus enemigos como animales, como gusanos, porque así lo aprendieron en los discursos fascistas de sus líderes.

Las Brigadas de Acción Rápida están hechas de la alegría de escapar de la escuela o del trabajo. El desaprovechamiento escolar y el despilfarro productivo cobran en ellas forma. Entre esos trabajadores y estudiantes de asueto pueden encontrarse los mejores ejemplares del hombre nuevo que soñara Ernesto Che Guevara. La flor y nata de la educación revolucionaria es jaleada por altoparlantes de los que primero sale música y luego sus propias voces con insultos y consignas. Para ellos es un juego, diversión de la buena, un karaoke.

Y después hay que ver a un Raúl Castro tristón por los resultados de la educación ciudadana de las últimas décadas. Son estas sus palabras en la octava legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular: "Hemos visto a lo largo de más de 20 años del Período Especial el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás".

Raúl Castro habla a estas alturas de "conductas propias de la marginalidad", anuncia que han llegado a catalogarse 191 manifestaciones antisociales, y llega a dolerse de la mucha bondad demostrada por él y sus secuaces.

"Se ha abusado de la nobleza de la Revolución", suspira casi.

Como parte del teatro de reformas impuesto bajo su mando, él parece haberse reservado el papel de guardián de las buenas maneras. Sin quitarse las charreteras ni el bigote ni las gafas de asesino, quiere pasar por presidenta de la Liga de las Damas por la Decencia. Le duele en el alma la chusmería de su pueblo, e intenta asilar su responsabilidad en los escrúpulos dignos de una señora de alta cuna y esmerada educación que, con sus largos dedos, contara las 191 plagas del siglo.

Y ha de creerse tanto su teatro, se cree tan desprendido de su propio pasado, que al tropezarse con Barack Obama, se sintió en la obligación de advertirle: "Señor presidente, yo soy Castro".

 

Nicolás Maduro

Así como Evo Morales es el encargado del departamento de química y genética en el Socialismo del Siglo XXI y el mundo tendrá que agradecerle alguna vez sus investigaciones acerca de la coca y acerca del efecto de la ingestión de carne de pollo, el presidente venezolano Nicolás Maduro está a cargo de lo parasicológico en el Socialismo del Siglo XXI.

No hay en todo el bolivarianismo un médium tan perseverante como él. Ni hay, tampoco, ser tan comunicativo como el Comandante Hugo Chávez, que murió pero sigue emitiendo un "Aló, Presidente" que no se acaba nunca.

Chávez fue en abril un pajarito. Y Nicolás Maduro se quedó mirándolo con la atención con la que los choferes de guagua miran, con la atención con la que miran al frente los graduados de la Escuela del Partido Ñico López.

Chávez era mucho más chico que una tiñosa y silbaba con un bonito silbo, aunque no llegara a ser como el del pájaro chogüí. Nicolás Maduro le advirtió: "Si tú silbas, yo silbo". Luego se fue volando (Chávez, porque Maduro no podía hacerle promesa de volar si el otro volaba) y Nicolás Maduro consideró que, desde la vida eterna, el comandante velaba por él, por los venezolanos, por el ALBA, por ese nuevo socialismo que estaban construyendo.

El pajarito Chávez lo visitó en una capilla católica adonde Maduro fue a pedir por el triunfo electoral. La siguiente aparición ocurrió en octubre, en la pared de un túnel en excavación. Un obrero de los que construía la línea 5 del metro de Caracas le mostró a Maduro la imagen que tomara con su teléfono: el indiscutible rostro del comandante Chávez en la pared de un túnel.

La vera efigie fue impresa de inmediato para que todos supieran de la buena nueva. "Se me paran los pelos nada más de contarlo", declaró Maduro. Y comentó que, como parte de aquel milagro, la imagen había desaparecido después. 

"Si tú te apareces, yo me aparezco", pudo haberle dicho porque, si es verdad que Chávez se le aparecía a Maduro, también Maduro se le aparecía a Chávez. Y muchas noches, cuando no podía dormir, desvelado por los ingentes problemas de la patria, se iba a dormir junto a la tumba de Chávez.

"A veces vengo en las noches y me quedo a dormir aquí. Bastante veces", reconoció en el Cuartel de la Montaña.

No era porque Rosa Virgina y María Gabriela, hijas del hombre en la tumba, no le dejaran espacio en la residencia presidencial, de la cual no parecían dispuestas a salir nunca. No. Lo hacía por reflexionar. Se lo había enseñado el comandante Fidel, que para reflexionar había que estar cerca de la tumba.

Este año Maduro creó el "Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo venezolano", que va a ocuparse de "atender lo más sublime, lo más sensible, lo más delicado, lo más amado para un ser que se dice revolucionario, que se asume como cristiano, revolucionario y chavista".

Sublime, sensible y delicado, a la par que cristiano, revolucionario y chavista, Nicolás Maduro preguntó a quienes lo escuchaban en un programa de "Diálogo Bolivariano": "¿Por qué se tienen que meter con lo que uno cree? ¿A quién le hago daño yo creyendo en Dios, en pajaritos, en Chávez, como creí en vida y ahora creo más aún?"

 

Alicia Alonso

En noviembre un grupo de bailarines del Ballet Nacional de Cuba (BNC) dirigió una carta a Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, más conocida como Alicia Alonso.

La carta no demoró en hacerse pública. No la firmaban los bailarines con su nombre, por miedo a la cólera de la Prima Ballerina Assoluta, aunque una cosa estaba clara: al final de tantas noches de gira por España como tuvieron, allí faltaban 50 euros. Y no es que les hubiesen pagado menos, es que no les pagaban nada. Les habían negado aquello que los bailarines en su carta llamaban, entrecomillándolo, "regalo".

Gracias a las líneas de esa carta ha podido conocerse el régimen de vida de los integrantes del BNC durante las giras: viajan largas horas en ómnibus incómodos, se alimentan "Dios sabe de qué mala manera", reciben 30 euros para sus necesidades diarias. Tienen clases, ensayos, funciones y, al final del día, en la pieza de hotel en la cual pernoctan los espera siempre un reverbero. Porque ponerse a esa hora a cocinar es el único modo que tienen de ahorrar y volver a La Habana con algún dinerito. A lo que habría que sumar los 50 euros que reclamaban.

A la Prima Ballerina Assoluta no le hablaron del reverbero, que habría sido tan ultrajante como cantarle al oído el estribillo de El cuarto de Tula. Pero el caso era que Oscar Pérez, gerente general del BCN, había dicho que esta vez no habría nada para ellos, y les negaba la compensación.

Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo recibía la carta de unos esclavos de su dotación que protestaban por los abusos del mayoral. No se atrevían a poner sus nombres. No se atrevían a reclamar derechos porque, ¿qué derecho tenían? Tan solo reclamaban que les aflojaran la limosnita de otras veces.

En Barcelona, al inicio de la gira de sus bailarines, Alicia declaró estar dispuesta a vivir 200 años y viajar al planeta Marte. En privado, sin arriesgar identidades y sin que ningún chivatiente de la compañía alcance a escucharlos, los integrantes del BNC consideran que, si la vieja va a durar tanto, podría irse a un sitio todavía más lejos, que no tiene precisamente forma de planeta.

 

Aron Modig

Si hay algo más desentendido que alguien que se hace el sueco es un sueco que se hace el sueco dormido. Aron Modig, líder de las juventudes del Partido Cristiano-Demócrata de su país, viajaba el 22 de julio de 2012 por una carretera cubana en el mismo carro que los opositores cubanos Oswaldo Payá y Oswaldo Cepero. Al timón, el español Ángel Carromero, dirigente de Nuevas Generaciones del Partido Popular en Madrid.

Payá y Cepero murieron, como se sabe. Modig y Carromero cayeron en manos de las autoridades castristas. Ambos fueron obligados a inculparse ante las cámaras de la televisión cubana. Modig regresó a Suecia y Carromero tuvo que esperar a pasar por juicio. Un juicio tan dudoso como el sueño de Modig, hasta el punto de que no se consideró necesaria la presencia del sueco como testigo.

Después de un silencio de más de un año, movido tal vez por la visita de Rosa María Payá o tal vez por resortes partidistas, Ángel Carromero se decidió a hablar y declaró que los servicios secretos cubanos habían cometido un doble asesinato.

La hija de Oswaldo Payá también visitó a Modig y, aunque alcanzó a hablar con él, no dejó de encontrarlo dormido.

Publicadas las declaraciones de Carromero en el diario El Mundo, un conocido del joven político sueco le preguntó en su cuenta de Twitter si las había leído ya. Modig tuiteó en un sopor que aún no había podido.

Ni Carromero ni Modig calcularon bien lo que podían encontrarse en Cuba. Después de lo ocurrido allá, el primero se ha adentrado en la política: acaba de ascender un peldaño en el organigrama de Nuevas Generaciones. Modig, por su parte, parece haber abandonado la presidencia de su partido para adentrarse aún más en el sueño.

 

Mariela Castro Espín

Le dio hace unas semanas por hablar de la familia. Sería porque la Navidad se aproximaba… Habló de su padre, reconoció que entre ellos dos habían existido conflictos y contradicciones. Que hasta dejaron de hablarse en alguna ocasión. Uy, qué opositora.

Mariela Castro Espín, quien debe a sus dos apellidos las presidencias y direcciones que ostenta, tiene desde febrero puesto de diputada gracias a los domingos familiares. Es decir, fue elegida por la Asamblea Nacional del Poder Popular para que deje en paz a su padre cada vez que se reúnan.

Lo ha contado ella así: "Mi papá me decía, bueno, ya estás en la Asamblea, ya no me plantees más problemas los domingos, di lo que tú quieras en la Asamblea".

A partir de entonces, padre e hija gozan de domingos sosegados. ¿Se encresparán por ello las sesiones de la Asamblea? ¿Va Mariela Castro Espín a enfrentarse a esa marea de unanimidad que ahoga?

Su padre debió advertírselo: no puede imaginar ella lo mal que uno se siente cuando, por determinados conflictos o contradicciones, miles de personas reunidas en una sala dejan de dirigirte, todas y cada una de ellas, la palabra.

 

Julian Assange

Knightsbridge es el barrio londinense preferido de los jeques árabes, y en Knightsbridge está la sede de la embajada ecuatoriana, y en esa embajada vive asilado Julian Assange. En el mismo edificio, unos pisos más arriba, duermen con todas sus joyas varios miembros de la familia real saudí. Allí vive también un exprimer ministro libio.

La embajada ecuatoriana tiene doce habitaciones y ningún dormitorio, así que tocó improvisarle uno a Assange. Allí tiene cama, mesa de trabajo y un aparato para correr. Conexión a internet y derecho a recibir a quien le de la gana. Y, sin embargo, su aburrimiento es de tantos terabytes que ni siquiera la visita de Lady Gaga ha conseguido alegrarlo.

Un buen día de septiembre fue a visitar a Julian Assange personal cubano. Le pidieron que se colgara en la camisa una cinta amarilla y que hablara por videoconferencia con jóvenes del Instituto de Periodismo de La Habana.

Él se colgó la cinta y habló con los jóvenes. Llamó inmoral al bloqueo estadounidense sobre Cuba, comparó su triste situación personal con la de aquella isla caribeña, bloqueados ambos. La cinta amarilla era una apuesta firme por la liberación de cinco héroes que en cárceles de Estados Unidos sufrían tan buena conexión a internet como la que él sufría.

Las cosas iban saliendo del mejor modo, aunque fue una ocasión no muy aprovechada. ¿No había cantado Julian Assange con los raperos de Calle 13? ¿Por qué entonces no lo sumaron al grupo de músicos cubanos que, en esa misma campaña de las cintas amarillas, atacaban Tie a yellow ribbon round the old oak tree? Aquello era barra libre para el diversionismo ideológico: Amaury Pérez podía baladear en inglés, Silvio Rodríguez sentirse Bob Dylan, Frank Fernández pianista de salón del oeste y Kiki Corona Kiki Crown. Pero hubiera estado mucho mejor en caso de sumarles a Assange…

En su diálogo con los estudiantes cubanos, el hombre de Wikileaks dijo estar "altamente impresionado" por Cuba. "No sé cómo han podido hacerlo por 50 años", dijo. Y pasó a alabar la soberanía informativa mantenida por el régimen cubano.

Si lo que Julian Assange considera como soberanía informativa es una total despreocupación por gran parte de la realidad nacional e internacional, no le falta razón.

"Una noticia mal contada es un asalto a mano armada", canta Calle 13 en el tema que compartiera con Assange. ARTPOP, el disco lanzado en noviembre por Lady Gaga no trae la voz de Julian Assange en ninguno de sus números.

Habrá que seguir esperando.

 

Aleida Guevara March

Aleida Guevara March, 53 años, hija mayor del segundo matrimonio de Ernesto Che Guevara, con carné del Partido Comunista de Cuba, pediatra de formación y de profesión hija de héroe, juró que ni una más.

Había tenido noticias de que un grupo político caraqueño colgaba en internet, para que lo descargara la gente, un texto de su padre. Revolución o Muerte, se llamaba aquel grupo. Apuntes críticos a la economía política, la obra de papá Ernesto.

Por ese libro pagan en Amazon unos veinte dólares. Los beneficios van a parar a la editorial Ocean Sur (oficinas en Cuba y Venezuela) y al Centro de Estudios Che Guevara de La Habana, que preside la madre de Aleida. Así que Ocean Sur reclamó a Revolución o Muerte por los derechos del pensamiento del Che.

Los de Revolución o Muerte respondieron que tanto Ocean Sur como el Centro de Estudios Che Guevara eran unos explotadores que convertían un pensamiento tan liberador en mercancía. Aleida Guevara March, explotadora…

Ella se acogió a la omnipresencia del dinero: "este mundo que no hemos logrado cambiar funciona con dinero". Pues ni siquiera en Cuba había podido cumplirse el sueño de su padre como ministro del Banco Nacional, y el dinero no había desaparecido completamente.

En sus diversos desempeños gubernamentales, Ernesto Che Guevara se encargó siempre de arrasar con el renglón que le destinaran. No lo logró con el dinero, pero sí con el parque industrial del país cuando fue ministro de Industrias, y luego con el periodismo, al fundar Prensa Latina. Para sus distintas gobernaciones el comandante Guevara se atenía a un principio que pusiera en práctica en La Cabaña, el del paredón.

Aleida tuvo a bien aclararle a los compañeros del grupo Revolución o Muerte que "ninguno de los hijos del Che hemos usado ese dinero (se refiría al de la venta de los libros) en beneficio propio".

La hija del estadista que abogara por suprimir becas y derechos de autor, defendía ahora sus derechos sobre la obra escrita por su padre. Cierto que él había sido el principal promotor en Cuba del trabajo voluntario, pero eso no significa que el suyo lo fuera: aquello tenía que aportar dividendos.

La gente de Revolución o Muerte ripostó con una dura carta y duros artículos. En uno de ellos deslizaba esta preocupación: "Pensamos, con tristeza, que si continuamos por este camino, mañana qué editorial capitalista negará a los revolucionarios del mundo el pensamiento colosal de Fidel, se lo regateará, lo convertirá, paradójicamente, en valor de cambio".

Preocupación futura, no demasiado lejana, y nada gratuita, porque todo dependerá de que un sujeto como Antonio Castro Soto del Valle consiga sacar tajada suficiente de la venta de peloteros.

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