Al cumplirse 54 años de la misteriosa desaparición de Camilo Cienfuegos es buena la ocasión, no ya para evocar lo que todo parece indicar fue un asesinato político, sino para contribuir a desmitificar la célebre frase "¿Voy bien, Camilo?", atribuida a Fidel Castro y que en verdad él no pronunció.
La noche del 8 de enero de 1959 estaba yo junto a mi familia viendo en la TV lo que podría considerarse el "discurso de la victoria rebelde" desde el campamento militar de Columbia, madriguera del recién derrocado dictador Fulgencio Batista. Horas antes de ese mismo día Fidel había hecho su entrada en La Habana, luego de recorrer durante seis días el país en una caravana que se trasladó por la Carretera Central desde Santiago de Cuba hasta la capital de la nación. El flamante líder revolucionario había comenzado su esperada alocución después de que otros oradores hicieran uso de la palabra.
Por aquellos tiempos era usual que en los receptores de TV la imagen de pronto comenzara a oscilar, lo cual se controlaba con un botón que el aparato tenía para ese inconveniente tecnológico. En un momento en que dicho problema se presentó en el televisor de mi casa, me levanté y fui a accionar el botón mencionado. Cuando estaba en esa misión, con mi oído pegado a la bocina por la que salía el audio del telereceptor, escuché claramente: "¿Se oye bien, Camilo?"
Me pareció lógica la pregunta, pues había dificultades con los altavoces colocados en el lugar, y una parte del público y algunos oficiales del Ejército Rebelde ubicados detrás de donde estaba el orador se quejaban: "No se oye, Fidel". Y Camilo, colocado detrás de Castro hacia un lado, a veces le decía algo, probablemente para comunicarle que no se oía bien lo que decía. Fidel entonces se acercaba más el micrófono.
Si Camilo fungía como "representante" del público que se quejaba de que no oía bien y él mismo tampoco escuchaba con claridad el discurso, bien podía ser también el legendario guerrillero quien le confirmase a Fidel si ya se oía bien cuando él se acercó más el micrófono. Eso explicaba que se dirigiera a Camilo, a lo que el Héroe de Yaguajay seguramente respondía si se oía bien, o no.
Al otro día, 9 de enero, en la prensa escrita se publicó como titular de una nota informativa sobre el discurso de Fidel la frase "¿Voy bien, Camilo?", y también la supuesta respuesta de Camilo, que una mezcla de fantasía con el hecho de que los altoparlantes no dejaban escuchar bien el discurso convirtieron en otra frase mitológica: "Vas bien, Fidel".
Al ver aquello publicado me quedé estupefacto. ¿Fue víctima aquel reportero de las dificultades técnicas con el audio local y creyó escuchar otra cosa? ¿Fui yo quien oyó mal? ¿Le preguntó Fidel primero a Camilo si se oía bien, y después si era correcto lo que estaba diciendo?
Ante mis dudas esa mañana comenté el asunto con varios amigos y familiares. Todos me confirmaron que Fidel le preguntó a Camilo si se oía bien, pues había problemas con los altoparlantes.
Humildad caída del cielo
Ya publicada en la prensa, la frase gustó mucho y Fidel convenientemente nunca aclaró que no era eso lo que él había dicho. El astuto comandante se dio cuenta de que aquella supuesta consulta suya a Camilo expresaba una humildad que él por naturaleza no poseía. El hombre más prepotente y seguro de sí mismo en el planeta jamás la habría hecho, pero aquella inesperada "virtud" caída del cielo por error le venía como anillo al dedo para proyectar una imagen de hombre modesto, sencillo, de un demócrata que no se consideraba a sí mismo superior a los demás o un sabelotodo, y que estaba dispuesto a consultar decisiones de gobierno.
Pero quienes conocen la personalidad de Castro saben que él jamás preguntaría a nadie si lo que hace o dice es correcto, o no. Nunca lo hizo, ni lo hará. El se percibe a sí mismo como un "iluminado". Todo lo que él dice o hace no solo es siempre lo adecuado, sino lo óptimo, lo más sabio que se le puede ocurrir a nadie sobre la Tierra.
Evidentemente los reporteros de prensa y el público asistente no estaban al tanto de que aquel encendido orador padecía —y padece— de un go tan colosal que luego lo convirtió en el estadista más autosuficiente y soberbio en la historia de las Américas. La megalomanía de Castro —patología que tiene tan pronunciada como la de Napoleón o Hitler— es tal que el escritor Gabriel García Márquez ha contado que cuando él jugaba a las damas con el Comandante y este perdía la partida no lo dejaba levantarse del asiento e irse hasta que el Gabo perdía. O sea, Fidel no puede dejar de vencer ni en un simple juego de entretenimiento.
Además, suponiendo que Castro hubiese sido un hombre de gran humildad, tampoco habría consultado tantas veces si estaba diciendo lo correcto, pues habría dado una imagen muy negativa de una persona insegura de sí misma, incapaz de dirigir el país.
Por el contrario, el Comandante pronto se autoerigió en el mejor experto agrícola y pecuario de Cuba, el más talentoso genetista (recordemos las vacas híbridas F-1), el estratega infalible en materia económica, militar, geopolítica, social, y la voz suprema del Tercer Mundo, etc.
Un titular impactante
Es muy probable que lo que ocurrió aquel 8 de enero fue que el reportero que redactó la nota sobre el discurso, o escuchó mal de verdad, o creó una frase parecida pero muy simbólica para destacar en un título impactante, poético y sugerente, el inicio de una nueva era de democracia en Cuba.
Cabe la posibilidad, sin embargo, de que unos oyéramos una cosa y otros escucharan otra. Sin embargo, son varias las razones que inclinan la balanza en favor de la pregunta sobre los altoparlantes de Columbia.
Hay una versión del discurso del equipo de taquigrafía del Gobierno que se supone fue tomada de la grabación original —que ha sido publicada más de una vez en los medios cubanos (se puede leer en internet) y en la cual aparece solo una vez la frase "¿Voy bien, Camilo", y el público exclama "¡Viva Camilo!".
Esto niega que Camilo respondió "Vas bien, Fidel". En cuanto a la frase como tal, dicha versión taquigráfica no es confiable. Si Castro se aprovechó de un error o confusión para presentarse como modelo de modestia, así con esa "grandeza" humana debe aparecer su gesto en esa versión gubernamental.
La única forma de saber si la mítica frase se dijo o no sería oír la grabación original. Pero en 54 años jamás se ha podido escuchar esa grabación, al menos que yo recuerde. Ello revela que, o ya no existe dicha grabación, o que fue borrado el momento preciso en que Fidel le hace la pregunta a Camilo, para no desnudar el fraude.
Yo me remito a lo que escuché nítidamente aquella noche, junto a la bocina del televisor.
"Evidentemente los reporteros de prensa y el público asistente no estaban al tanto de que aquel encendido orador padecía —y padece— de un ego tan colosal"...el articulo está muy bueno pero...¿no debería escribirse en pasado? El Cagandante ya murió.
Lo que dice aquí Alvarez Quiñones es rigurosamente cierto. Fidel nunca dijo esa frase que se le atribuye, diria yo que de manera estúpida. No solo porque el articulista y sus familiares y amigos oyeron muy claro que Fidel decía ¿Se oye bien, Camilo? sino porque como bien explica el artículo Fidel Castro con su ego cósmico nunca preguntaría a nadie si lo que está diciendo es correcto, o no. Su propia naturaleza megalómana se lo impedía