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Opinión

¿Emigran los cubanos por razones económicas?

En 1958 Cuba era uno de los tres países punteros en Latinoamérica. Hoy, es la única nación cuyos datos económicos han involucionado.

Los Ángeles

Con la supresión de la "tarjeta blanca", mediante la cual el régimen autorizaba o impedía a los cubanos viajar al extranjero, y posibilitarse que más personas puedan salir del país si el Gobierno les entrega el pasaporte —la nueva forma de controlar el derecho a viajar—, ha cobrado fuerza el criterio de que quienes emigran de Cuba lo hacen por razones económicas más que políticas.

Visto a priori, esto es cierto. La mayoría de los cientos de miles de cubanos que se han marchado en los últimos 20 años lo han hecho por razones económicas, casi de sobrevivencia en muchos casos. A fin de cuentas, los cubanos somos uno de los pueblos más pobres y que peor vive en el hemisferio occidental.

Así las cosas, habría que darle la razón al Gobierno cuando afirma que quienes se marchan no se diferencian en nada del resto de los millones de emigrantes del Tercer Mundo. Pero eso no es del todo cierto. Las causas del éxodo nacional son políticas, aunque parezcan económicas y los emigrados puedan regresar a la Isla a ver a sus familiares. Solo hay que preguntarse por qué la economía nacional se derrumbó y quedó postrada y arruinada, inmersa en una crisis estructural —ya cincuentenaria— que empuja a emigrar.

Imán para inmigrantes

Antes de los Castro, la Isla era un imán para atraer inmigrantes de Europa, Medio Oriente, Asia, el Caribe e incluso de Estados Unidos. Estadísticas del antiguo Ministerio de Hacienda de Cuba revelan que solo entre 1902 y 1930 llegaron a nuestro país 1.3 millones de inmigrantes, 261.587 de ellos en los últimos seis años de ese período.

En esos 28 años, encabezaron la lista 774.123 españoles, 190.046 haitianos, 120.046 jamaicanos, 34.462 estadounidenses, 19.769 ingleses, 13.930 puertorriqueños, 12.926 chinos, 10.428 italianos, 10.305 sirios, 8.895 polacos, 6.632 turcos, 6.222 franceses, 4.850 rusos, 3.726 alemanes y 3.569 griegos.

En años posteriores siguieron llegando a Cuba más inmigrantes de las nacionalidades mencionadas, así como también libaneses, judíos, palestinos, rumanos, húngaros, filipinos y mexicanos (sobre todo de Yucatán), etc. En 1958 había en la embajada de Cuba en Italia 12.000 solicitudes de ciudadanos deseosos de emigrar a la Isla.

Pero si en 1958 Cuba era uno de los tres países de Latinoamérica con mayor ingreso per cápita, con 374 dólares —el doble que en España ($180) y casi igual al de Italia—, hoy es uno de los más pobres. Es el único que en vez de avanzar involucionó y presenta ahora un grado menor de desarrollo económico y social que hace media centuria. Ni siquiera Haití sufrió tal retroceso.

Notable pujanza

Los efectos del castrismo asombran cuando se examinan algunas estadísticas del Anuario Estadístico de Naciones Unidas, el Atlas of Economic Development (1961) de Norton Ginsburg, la FAO, el Departamento de Comercio de EE UU, y el Cuban Center for Cultural Social & Strategic Studies, Inc.

En 1958, como en cualquier nación en desarrollo, había pobreza en la Isla, pero Cuba era el octavo país del mundo con mayor salario promedio en el sector industrial, con $6.00 diarios, por encima de Gran Bretaña ($5.75), Alemania Federal ($4.13) y Francia ($3.26). La lista la encabezaban EE UU ($16.80) y Canadá ($11.73). Cuba, además, ocupaba el séptimo lugar mundial en salario agrícola promedio, con $3 diarios, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Hace 54 años Cuba registraba la mayor longitud de vías férreas en Latinoamérica, con un kilómetro de vía por cada 8 kilómetros cuadrados. Y era líder en televisores, con 28 habitantes por receptor (tercer lugar en el mundo); la primera señal de TV a color en el mundo fuera de EE UU fue lanzada en La Habana por Gaspar Pumarejo, el 19 de marzo de 1958. El país ocupaba el segundo lugar latinoamericano en número de automóviles, con 40 habitantes por vehículo.

También teníamos la más baja tasa de inflación en Latinoamérica, con 1.4%. Nos autoabastecíamos de carne de res (desde 1940), leche, frutas tropicales, café y tabaco; y éramos casi autosuficientes en pescados y mariscos, carne de cerdo, de pollo, viandas, hortalizas y huevos. Éramos el primer país latinoamericano en consumo de pescado y el tercero en consumo de calorías, con 2.682 diarias. Producíamos el 76% de los alimentos que consumíamos (hoy producimos el 21%), y había una vaca por habitante.

La Isla exportaba más de lo que importaba, y era la tercera economía más solvente de la región por sus reservas de oro y de divisas y por la estabilidad del peso, a la par con el dólar. Era el país latinoamericano con menor mortalidad infantil y el que dedicaba mayor porcentaje del gasto público a la educación, con el 23 %. (Costa Rica, 20%; Argentina, 19.6%; y México, el 14.7%). En 1953, Francia, Gran Bretaña, Holanda y Finlandia contaban proporcionalmente con menos médicos y dentistas que Cuba.

Cuba era también proporcionalmente en 1958 el país latinoamericano con más salas de cine, ostentaba el segundo puesto en cantidad de periódico impresos, con ocho habitantes por ejemplar, luego de Uruguay (seis), y tenía el segundo lugar en teléfonos, con 28 habitantes por aparato.

Cataclismo

Entonces ¿qué cataclismo hundió la economía cubana e invirtió el flujo migratorio y convirtió al país en un emisor de emigrantes? ¿Nada tiene que ver ese descenso en el nivel de vida de los cubanos con la implantación de un régimen político comunista?

Contrariamente a lo que dice La Habana, Cuba es el único país de Occidente que no puede achacar a motivos económicos el abandono del país de sus ciudadanos, por cuanto su sistema político impide que las fuerzas productivas creen riquezas libremente.

Las razones para emigrar serían económicas si Cuba fuese un país con economía de mercado —como pasa en el mundo subdesarrollado—, desde donde millones de ciudadanos se van a las naciones desarrolladas en busca de las oportunidades que no encuentran en su suelo natal.

Pero en la Isla impera un sistema político estatista que prohíbe la empresa privada capitalista. El gobierno es dueño de "vidas y haciendas", y por tanto es el culpable de que no haya empleos suficientes y bien remunerados.

Efecto, no causa

La dictadura cubana nunca ha admitido que quienes emigran lo hacen por razones políticas. No importa que Fidel Castro gritara en sus discursos "que se vayan, no los necesitamos…", a quienes no coincidían con él ideológicamente. En enero último, la directora del Centro de Estudios de Migraciones Internacionales de la Universidad de La Habana, Ileana Sorolla, reiteró que "excepto la primera oleada de emigrantes comprometida con el régimen de Fulgencio Batista y los intereses del gobierno estadounidense", todos los cubanos que hoy viven en 150 países se fueron por motivos económicos.

Falso. Ese sofisma resulta ofensivo para varias generaciones, para todos los que en los años 60 y 70 salieron del país por razones políticas. No eran batistianos ni empleados de Washington y muchos sufrieron años de prisión. El régimen insulta también a quienes emigraron posteriormente.

Conclusión, que la debacle económica cubana no es causa, sino efecto. La verdadera razón que fuerza a emigrar de Cuba es el sistema político que sepultó la libertad económica y transformó la Isla en una ameba gigante que se nutre de subsidios extranjeros.

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