Todavía no puede verse en vivo un partido de Los Angeles Lakers o seguirse la CNN. Al menos desde casa. Pues desde hace años, en los televisores del lobby de cualquier hotel cubano, se transmiten juegos de Grandes Ligas o la Televisión Española.
De cualquier modo, la cerrada y absurda política informativa que con puño de hierro ejecutan los guardianes ideológicos del Partido Comunista ha venido sufriendo lentos cambios en la última década.
Primero fue la retrasmisión de las ligas europeas de fútbol —las Copas del Mundo se venían trasmitiendo en vivo desde 1982—. Los domingos, en un programa deportivo del canal Tele Rebelde, se pasaban partidos del circuito Grand Slam de tenis, carreras de Fórmula Uno y extravagantes competencias de forzudos cargando troncos.
También podían verse partidos de baloncesto de la Liga ACB española, e incluso los últimos clásicos entre el Barça y el Real Madrid se han emitido en tiempo real.
Por otra parte, debido al embargo, las autoridades estadounidenses no han podido multar a Cuba por la emisión de enlatados, competiciones deportivas o filmes made in USA. Sin pagar un centavo, La Habana pasa por la tele lo mismo decenas de películas de la peor factura que series de excelente realización.
Sin embargo, en lo referido a la información, los cubanos menos duchos han tenido que conformarse con extractos editados por la tijera de un riguroso talibán ideológico.
La información
A partir del domingo 20 de enero, los autócratas de verde olivo autorizaron a TeleSur, ese canal multinacional creado con capital del gobierno de Hugo Chávez, a trasmitir 14 horas diarias en la Isla.
Al resquicio que el régimen abre a su férreo control informativo, se suman las redes ilegales de canales de TV por cable que pululan en el país. Cuestan 10 pesos convertibles al mes, el salario quincenal de un profesional de calibre. También existe el negocio con las cuentas de internet. Se venden a 2 cuc la hora. Es cierto que navegar a 48 kilobytes resulta desesperante. Pero muchos jóvenes, deseosos de leer noticias sobre moda, artistas, música y deportes, o acceder a Twitter y Facebook, se arman de paciencia.
Por supuesto, las prioridades informativas pasan a un segundo plano para la mayoría de los cubanos de a pie, enfocados en resolver comida o reparar sus viviendas. A un amplio segmento de la población le resulta más importante hacer la cola en una pescadería que saber lo que ocurre o lo que se opina en el mundo.
Mucha gente ni siquiera compra ya el periódico Granma. Algunos lo adquieren por la cartelera de televisión o como sustituto del papel sanitario.
Así que, todavía hoy, quienes quieran estar bien informados, lo primero que deben tener es un buen radio de onda corta.
La BBC, VOA, Radio Exterior de España, Radio Nederland o Radio Francia Internacional son emisoras que se escuchan bien y que proporcionan argumentos objetivos e historias diferentes a las contadas por los medios oficiales, controlados por el Gobierno.
Radio Martí tiene una programación de 24 horas, y en distintos espacios participan periodistas independientes, blogueros y opositores residentes en el país junto a exiliados anticastristas. Pero es censurada mediante una interferencia tan fuerte que dificulta su audición.
TeleSur, por su parte, está lejos de suplir los requerimientos informativos. Pero del lobo, un pelo. Sobre todo después de conocerse que ya está operativo el cable de fibra óptica que permitiría a la Isla conectarse a la red a una velocidad decente.
La historia del cable es un conocido culebrón. Funcionarios bajo investigación policial, presuntos desfalcos y una trama de corrupción en una inversión de 70 millones de dólares. Desde que en febrero de 2010 quedamos conectados al estado venezolano de La Guaira, poco se había sabido del cable.
ETECSA, única empresa cubana de telecomunicaciones, ha informado que debido a lo costoso de las nuevas inversiones, aquéllos que reclaman una conexión rápida a internet desde sus casas, deben esperar.
Pero si de algo se están cansando los cubanos, es de esperar.