Si algo ha mostrado claramente la crisis causada por los ataques contra los diplomáticos de EEUU en La Habana es la incapacidad, la mala voluntad y la soberbia del dictador Raúl Castro, de su hijo Alejandro, el Fouché cubano, como zar de los servicios de inteligencia y contrainteligencia, y de la elite militar que los arropa en el poder.
Ninguno de los dos Castro que hoy mandan en Cuba ha sabido manejar la situación. Se han empecinado en una estrategia que solo conduce a agravar la crisis, la cual podría terminar muy mal para el régimen (tal vez peor que nunca), y obviamente para los cubanos de a pie y los cuentapropistas.
A la falta de talento del dictador y su equipo podría sumarse quizás una percepción errónea del asunto debido a lo recientemente revelado a la CBS News, por primera vez, por una de las víctimas de los ataques. Dijo que durante meses el Departamento de Estado estuvo tratando de minimizar el asunto. "Sé que estaban tratando de ocultar" los ataques, enfatizó este diplomático que no dio su nombre porque no estaba autorizado a hablar del asunto.
Esa actitud del Departamento pudo deberse a que en esa dependencia hay importantes funcionarios que desde los tiempos de Obama son partidarios de mantener buenas relaciones con La Habana. Probablemente influyeron para que se mantuviese un perfil bajo y se abstuviese de acusar al Gobierno cubano y alimentaron la tesis de que pudo haber un "tercer actor".
Por su ineptitud, ambos Castro pensaron que el Gobierno de EEUU se vería obligado a exonerar a la dictadura de su culpabilidad por falta de pruebas. Y se embarcaron en una actitud tan prepotente como tonta. Una cosa es que el Gobierno de EEUU no haya acusado al de Cuba de ser responsable de los hechos porque no ha podido encontrar unas evidencias que ya fueron borradas por el MININT, y otra diferente es pensar que la Administración Trump pueda creer que el régimen no es culpable, o no sabe nada. O suponer que Washington se va a quedar "dado".
Además de sostener que no tuvo responsabilidad alguna, La Habana afirma ahora que los ataques nunca ocurrieron y son "patrañas sin evidencia alguna con el propósito de desacreditar la impecable actuación de Cuba". Eso fue lo que dijo textualmente el primer vicejefe del Estado cubano y probable próximo presidente, Miguel Díaz-Canel, en el acto en Santa Clara por el 50 aniversario de la muerte del Che Guevara.
Este cambio en la posición del régimen, que antes admitió la existencia de los ataques, podría ser una maniobra del dictador para proteger a su hijo Alejandro, artífice de la agresión que dejó sordos y con lesiones cerebrales a 22 diplomáticos de EEUU. Castro II prefiere hundir a los cubanos aún más en la pobreza, el hambre, el atraso y la desesperanza, que rozar con el pétalo de una rosa a su hijo, a quien aspira a dejar como dictador en 2021.
El general Castro y el coronel Castro pretenden ignorar que si diplomáticos en territorio cubano sufren lesiones físicas por ataques de cualquier tipo, según la Convención de Viena el responsable es el Gobierno de Cuba, aun si los atacantes hubiesen sido extraterrestres. Además, en Cuba es imposible que alguien pueda hacer nada contra diplomáticos norteamericanos sin ser detectado. Son vigilados las 24 horas del día por la contrainteligencia, que le pasa la información a Castro Espín, y este a su padre.
Diferencia entre Castro II y Castro I
En todo esto salta a la vista la falta de capacidad en el liderazgo dictatorial. El mayor fanático de Fidel Castro, su hermano menor, no es un buen intérprete de la realpolitik tramposa que practicaba el comandante, basada en "convertir el revés en victoria", en virtud de la cual Castro I manipulaba los hechos y le daba la vuelta a situaciones peligrosas para el régimen y para él mismo.
De haber sido sorprendido Castro I como lo ha sido Castro II ahora, el caudillo habría cogido de chivos expiatorios a varios oficiales del MININT (nunca a Alejandro Castro Espín) y probablemente también del MINREX, los habría acusado de ser los autores de los ataques "sin conocimiento suyo", y los habría metido en la cárcel, o fusilado incluso (aunque hoy se le hace más difícil al régimen ejecutar en el paredón). Luego le habría asegurado a Washington que eso no volvería a suceder nunca más. Y la cosa no pasaba a mayores.
Eso fue lo que hizo cuando EEUU lo pilló in fraganti metido en el narcotráfico en 1989. Montó el Caso Ochoa. Fusiló al más destacado general cubano y otros oficiales por "actos hostiles contra un Estado extranjero", que fue el único delito que encontró en el Código Penal para poder condenarlos a muerte, si se unía al delito de tráfico de drogas, para el cual se contemplaba una pena máxima de solo 15 años.
Y lo hizo porque sabía hasta dónde él podía llegar con su guapería propagandística frente al poderoso vecino del Norte. Su hermano Raúl, en cambio, no sabe dónde está esa línea roja, al punto de que casi aspira a que el Gobierno de Trump le pida perdón por haber insinuado que fue su Gobierno el responsable de los ataques. Obama lo malacostumbró y su ineptitud es obvia.
Se acerca el momento en que el Gobierno de EEUU deberá dar por terminada la investigación. Podría tomar nuevas medidas. La portavoz del Departamento de Estado dijo que ya hay ciertos indicios que no se pueden compartir con la parte cubana, pues Washington no quiere "dar pistas a los responsables".
Agravamiento de la pobreza y la desesperanza
Al final, son los cubanos de a pie y los cuentapropistas los que más pierden. Casi se ha paralizado la entrega de visas para viajar a EEUU y la "rehabilitación" del pasaporte que ilegal y anticonstitucionalmente les exige el régimen a los cubanos para visitar la Isla en que nacieron. O sea, una enorme cantidad de cubanos no podrá viajar a Cuba. Y el turismo en general cayó en un 50%. Esto agravará la falta de divisas del país, ya escasísimas por la crisis venezolana, los destrozos del huracán Irma, la caída de las exportaciones, y la agudización de la improductividad socialista, ahora ya en su etapa crítica terminal.
El colmo es que antes de Irma el dictador lanzó una contrarreforma que empeoró la asfixia de la propiedad privada. Se suspendió la entrega de nuevas licencias para restaurantes privados y casas de renta a turistas, se canceló la entrega de licencias para vendedores mayoristas de productos agrícolas, para vendedores ambulantes o carretilleros, y para otras actividades.
En total se redujo el total de oficios privados autorizados por el régimen de 201 a 169. Un nuevo "Periodo Especial" viene en camino. Sin duda esta agresión castrista a diplomáticos de EEUU podría terminar por agravar la pobreza y la desesperanza en Cuba.
En fin, el general Castro y su Junta Militar, culpables de la crisis, tienen la obligación de abrir la mano y concederles a los cubanos la libertad económica que necesitan y devolverle los derechos ciudadanos de todo tipo que les secuestró a mediados del siglo pasado.
Pero a la ineptitud y la falta de sensatez se unen el desprecio castrista por su propio pueblo y la voluntad patológica de hacerlo sufrir, siempre que la nomenklatura pueda vivir la dolce vita. Ese legado dejado por Castro I sí lo cumple bien su hermano. No obstante, esta vez la crisis podría tocar un fondo muy hondo y obligarlos a hacer cosas que nunca antes hicieron.