Ya es común la aglomeración de personas en la piquera de coches de caballos de la calle Carlos Manuel de Céspedes, en Mayarí. Antes, los vehículos hacían hileras esperando pasajeros. Ahora es la gente quien se amontona, en espera del rústico transporte.
Desde que bajaron a la mitad el precio del pasaje de los coches, disminuyó el servicio, que cubre aproximadamente el 80% de toda la transportación urbana en la ciudad holguinera. De dos pesos (moneda nacional) se redujo a un peso, lo cual provocó en noviembre del pasado año una revuelta de los cocheros, negados a trabajar.
Esa protesta fue rápidamente sofocada por el Gobierno con la amenaza de retirar a los cocheros las patentes de transportación. Pero al cabo de nueve meses, la situación lejos de estabilizarse se hace insostenible. "La reducción del precio de los coches terminó perjudicando al pueblo, hay que reconocerlo", dijo a DIARIO DE CUBA un funcionario de la Dirección Municipal de Transporte bajo condición de anonimato.
Es el resumen de las quejas que se escuchan usualmente en la piquera entre las personas que esperan en la piquera.
"Nos pusimos contentos cuando lo bajaron a un peso, pero ahora la mayoría de los cocheros no quieren ir para el Cocal porque es muy largo el viaje y no les da negocio. Al final salimos perdiendo", dijo Andrés, un custodio del hospital.
"Es verdad que la tirada está larga por un peso. Al final, dos pesos no es tanto. Es lo mismo que cuesta una barrita de maní o un dulcecito cualquiera. Deberían volver a ponerlo como antes a ver si esto mejora porque las guaguas en vez de incrementarse se desaparecieron de nuevo", comentó un señor de la tercera edad.
"Yo nunca escuché a nadie quejarse de que dos pesos era caro por montarse en un coche. Si hubieran querido ayudarnos mejor bajaban los precios de la galleta, que está a 20 pesos el kilogramo o del azúcar que está a ocho la libra. Eso sí que está caro", criticó una señora.
Un trabajador de Educación apuntó que "sí hubo quejas, pero a nivel sindical".
"Los trabajadores siempre se quejaron de que dos pesos de ida y dos de vuelta les quitaba alrededor del 20% de lo que ganan en ocho horas. Por eso fue la medida, para beneficiar a los trabajadores", concluyó el maestro.
"Pero si un dulcecito del tamaño de una cajita de fósforos cuesta dos pesos, ¿cómo el pasaje de un coche en una ruta de cuatro kilómetros va a costar un peso?", le contestó otro pasajero. "Dos pesos estaba bien. Los trabajadores igual compran dulces a dos pesos para merendar. ¿Van a obligar a los dulceros a que los vendan a peso también? Y compran azúcar a ocho pesos ¿Por qué no la bajan a cuatro entonces? La medida fue incorrecta y mira lo que pasó. Si quieren ayudar a los trabajadores, lo que tienen que hacer es subirles el salario", dijo indignado.
La supuesta ayuda fue a costa del sector privado, no de valorizar el trabajo, y ha sido un bumerán. Es el resultado de tomar medidas arbitrarias sin tener en cuenta los intereses de todos los actores involucrados.
Ahora los mismos pasajeros ofrecen a los cocheros los dos pesos de antes, pero los transportistas tienen miedo. Puede haber un inspector entre ellos que los multe con 700 pesos, la cifra habitual.
Los que no se retiraron de la actividad tomaron otras rutas más cortas y abandonaron la del Cocal, la más larga y concurrida. Si están trabajando, el Gobierno no puede presionarlos ni amenazarlos con retirarles la patente.
Otros cocheros han buscado alquileres o se dedican a la carga de materiales de construcción o labores por el estilo, evadiendo la distancia irrentable. Solo unos pocos la cubren en ocasiones.