En la época republicana, concretamente en la década del 50, las diferentes Rutas de la Cooperativa de Ómnibus Aliados (COA) tenían sus características propias, determinadas principalmente por la composición social existente en sus puntos de partida (los denominados paraderos), y en sus recorridos de ida y vuelta.
Así, la Ruta 4, que partía del Paradero de Mantilla y hacía su recorrido por la Calzada de Jesús del Monte, Cristina, Cuatro Caminos, Belascoaín, Reina, bajaba por Obispo hasta la Plaza de Armas, y regresaba por O'Relly, Neptuno, Galiano, a tomar nuevamente Reina y retornar, por el mismo recorrido anterior, a Mantilla, era una Ruta extensa y dicharachera de obreros, empleados y estudiantes de ambos sexos, que conversaban en voz más alta que la media y que reían algo estruendosamente, compartían anécdotas con choferes y conductores (el que cobraba el pasaje), donde muchos se conocían hasta por sus apodos, por el contacto diario en los viajes y hasta por ser vecinos. Esto le daba a la Ruta 4 un cierto carácter provinciano, que hacía agradable los recorridos, con sus vendedores y "artistas cubanos" que, con la complacencia de la tripulación, abordaban los ómnibus, ofertando sus productos o "pasando el cepillo", después de una canción o de una interpretación a guitarra o con claves, para obtener algunas monedas.
La Ruta 1, que salía de Poey, la 2, que lo hacía desde Párraga, la 8, 10, 11 y 12, que lo hacían desde el Diezmero y Jacomino, y la 9, que lo hacía desde Buenavista, eran también Rutas "proletarizadas", al igual que la 23, 24 y 25, que partían de Lawton.
Algunas, como la 2, la 10 y la 23 se "lustraban" al pasar por El Vedado. Las Rutas 3 y 5, que partían de Guanabacoa, y la 6, que lo hacía desde Regla, eran "extraterritoriales", y trasladaban preferentemente obreros y empleados de ambos sexos que trabajaban en La Habana o en las refinerías de petróleo e industrias instaladas en estos lugares.
El recorrido de la primera era hacia las calzadas de Monte y de Belascoaín, parecido al de la tercera, que transitaba también por la Vía Blanca. El de la segunda, después de la calzada vieja de Guanabacoa, Vía Blanca, la Virgen del Camino, las calzadas de Luyanó, Jesús del Monte e Infanta, llegaba hasta cerca de la Plaza Cívica. Unas y otras mezclaban guanabacoenses y reglanos con habaneros, diferentes por sus idiosincrasias: unos por saberse en casa ajena y otros por sentirse en casa propia.
La Ruta 57, que salía del Paradero de Miramar y recorría El Vedado, y por la calle 21 salía a la calle O, bajaba a 23, subía Infanta hasta San Rafael y, por ella, hasta LaHabana Vieja, regresando por Neptuno y siguiendo después el mismo recorrido a la inversa, aunque ahora por 23, L (que era de doble vía) y la calle 19, era la Ruta de las "damas elegantes y de los caballeros" que, bien vestidos y perfumados, recorrían El Vedado para hacer negocios o visitar amistades, o iban hacia la zona comercial de Galiano y calles aledañas, o hacia la financiera de las calles O'Relly y Obispo.
Sus choferes y conductores, amables siempre, detenían firmemente los ómnibus en las paradas y saludaban por sus apellidos a muchos de los pasajeros, conocidos de tanto trasladarlos día a día. Marchaban despacio y nunca estaban apurados: parecían disfrutar de los recorridos. La 57 era una Ruta tranquila que hacía caso omiso del correr del tiempo.
Las Rutas 26 y 27, las únicas que utilizaban ómnibus General Motors fabricados en México, y que salían del Zoológico de La Habana, representaban la "nueva clase" de pequeños y medianos propietarios y de artistas de la radio y la televisión, que se asentaban en el Nuevo Vedado.
La Ruta 20, que salía de La Ceiba y recorría El Vedado, se parecía bastante a la 57 por su tranquilidad, al igual que la 30, que iba del reparto La Sierra por Miramarhasta el centro comercial de la ciudad, y la 32, que transitaba por la 5ta. Avenida.
Las Rutas 22 y 28 partían de La Lisa y, después de un largo recorrido que las llevaba hasta el Parque Central, regresaban por 23 y la avenida 4l hasta su paradero. Trasladaban, en la ida, a trabajadores hacia el centro de la ciudad y, en el regreso, a militares hacia el campamento de Columbia, estudiantes hacia los centros situados alrededor del obelisco y enfermos hacia sus numerosos hospitales: Liga contra la Ceguera, Maternidad Obrera, Hospital Militar, etcétera.
La Ruta 43, que salía de Arimao, venía por la avenida 51, Ayestarán, Infanta y San Rafael hasta el centro de LaHabana, regresando en sentido inverso por Neptuno.
Las Rutas 14 y 15, una de Santos Suárez y la otra de El Sevillano, transportaban "clase media" y estudiantes hacia los muchos colegios privados e institutos.
La Ruta 7 salía de El Cotorro, era extraterritorial, y sus pasajeros no formaban parte de La Habana, sino de sus cercanías.
La 62 era una Ruta playera. Partía de Guanabo y regresaba después de pasar por la Virgen del Camino. Bullanguera y festiva cuando iba hacia las playas del este de la ciudad, era callada y cansada cuando regresaba de ellas, con su carga de bañistas agotados y quemados por el sol.
La 69 y la 79 iban hacia las playas del oeste, las denominadas playas de Marianao: la primera salía de La Víboray por Santa Catalina, Boyeros, 26, 23, 4l, 42 y 5ta. Avenida llegaba hasta las playas; la segunda salía de Lawton por Dolores, Lacret, Vía Blanca, 26 e igual recorrido también hasta las playas.
La 38, que salía del Paradero de La Víbora, iba hasta Batabanó y la 44 hasta Aguacate, pueblos cercanos a la ciudad. Las Rutas 16, 17 y 18 partían del Paradero de Palatino.
La 76 iba hasta Santiago de las Vegas y le decían "la guagua de Mazorra".
La 13 salía de Los Pinos y la 35 iba hasta Pinar del Río.
Las transferencias
Existían lugares donde convergían y se cruzaban varias Rutas de ómnibus, realizándose el cambio de pasajeros entre unos y otros mediante las "transferencias". Este trasiego constituía el acicate para la instalación y desarrollo de diversos tipos de comercios: bodegones, cafeterías, panaderías, dulcerías, expendios de café, venta de periódicos y revistas, sillones de limpiabotas…
Algunos de los más concurridos fueron los Cuatro Caminos, en la intersección de las calzadas de Belascoaín, Monte, Cerro y Cristina; la Esquina de Toyo, en el nacimiento de la calzada de Luyanó como un ramal de la de Jesús del Monte; Reina y Galiano; Infanta y Carlos III; L y 23; 12 y 23; La Virgen del Camino, nudo de las calzadas de Luyanó, Guanabacoa y Regla, San Miguel del Padrón; Güines y la Vía Blanca.
"¡Dale que ya montó!", "¡Pasito alante, varón!" y otras eran frases diariamente repetidas cientos de veces en nuestras populares "guaguas".
Se recuerdan las convenientes "transferencias" y el "comprobante de pago", que también servía para el transbordo cuando había roturas que impedían continuar viaje en el mismo vehículo. Era un sistema de transporte bien organizado, eficiente, con "frecuencias" entre ómnibus de una misma Ruta de tres a cinco minutos en los horarios pico y no más de siete en los normales; un sistema higiénico y técnicamente apto, donde se cumplían los horarios de los recorridos y los ómnibus se detenían en todas las esquinas para recoger y dejar pasajeros.
Con los nuevos ómnibus General Motors, pintados de verde y crema, se perdió el asiento del "copiloto" de las viejas guaguas de madera y metal, pintadas de naranja y rojo, con su "cadenita" que separaba al que lo ocupaba del resto de los pasajeros y lo hacía sentir diferente. En éstos, cruzar los puentes costaba dos centavos, como fondo para el seguro por accidente, al igual que las "transferencias", y los asientos estaban tapizados en cuero marrón. La señal de parada se transmitía al chofer haciendo sonar una campanilla tirando de un cable, que se extendía por el techo a todo lo largo del vehículo. El pasaje costaba cinco centavos.
En los nuevos, la "transferencia" estaba incluida en los siete centavos del pasaje, al igual que el seguro al cruzar los puentes. Aquí la señal se transmitía por un zumbido electrónico, tirando igualmente de un cable, y los asientos estaban tapizados en vinilo verde oscuro, existiendo algunos colocados de lado, tanto en la parte delantera como posterior del ómnibus.
Nadie mal vestido o sucio subía a un ómnibus, por un problema de respeto a sí mismo. Todavía eran frecuentes los trajes, los sacos deportivos, las corbatas y las guayaberas. Había hasta quienes vestían de "dril cien" y utilizaban este transporte. Las mujeres llevaban carteras, medias y tacones. Por ahí están las viejas fotos de nuestros elegantes hombres y mujeres caminando, de tiendas, por Galiano, San Rafael o Neptuno. Y también, en los últimos años 50, por La Rampa, en El Vedado.
Los choferes y conductores iban de completo uniforme, con gorra y corbata negra, aseados y pulcros, con toallitas para limpiar el timón, y el reloj de bolsillo con cadena, para controlar el horario de su recorrido: ni minuto antes ni minuto después, exacto en cada punto de control ante el inspector. Los conductores llevaban sus monederos mecánicos o de cuero colgados a la cintura, para agilizar el cobro de los pasajes y los vueltos. Todavía no se había descubierto que el cáncer podía proceder del fumar y muchos lo hacían. Existían anuncios de cigarrillos dentro y fuera de los ómnibus, y las cajetillas de entonces no traían advertencias sanitarias.
Cada nueva urbanización disponía inmediatamente de su Ruta de ómnibus, unas veces extendiendo el recorrido de alguna ya existente y, en otros casos, creando una nueva.
Como una gran tela de araña, las Rutas de ómnibus cubrían totalmente la ciudad, facilitando el traslado hacia cualquier lugar con rapidez, comodidad y a bajo precio, algo que, desgraciadamente, no sucede desde hace muchos años.
Hoy se echa de menos el buen sistema "capitalista" de transporte público y se reniega del pésimo sistema "socialista", decenas de veces "reorganizado", siempre para peor.