"Somos una potencia médica", era una expresión frecuente en los demasiado discursos del fallecido Fidel Castro Ruz. Sin embargo, su Gobierno y el de su hermano Raúl dejaron en herencia al país un sistema de salud transformado en una industria de exportación, menguado significativamente como servicio nacional.
"Operarse en un hospital cubano es una odisea", dijo Marta, una holguinera de 41 años residente en San Germán. "Llevo más de un año en una lista y no me llaman. Cuando no es que el salón está contaminado, es el dengue, o la escasez de anestesia, y solo operan las urgencias".
"Es terrible y, mientras, una sufre dolores insoportables sin medicamentos, porque rara vez sacan en las farmacias y se necesita mucha suerte para alcanzarlos", añadió Marta, quien no quiso revelar su enfermedad. "Ahora intento operarme aquí, en la cabecera provincial. Ojalá pueda porque ya no aguanto más".
Luisa, de Mayarí, tuvo más suerte. "Si me llego a quedar allí (en el municipio) ya estuviera muerta. Fui muchas veces al hospital con una dolencia y me mandaban medicamentos. Pasó el tiempo y decidí yo misma pedir el chequeo, a través de una amistad. Resulta que tengo cáncer y me dijeron que con casi ninguna posibilidad, que no podía ni operarme", relató.
"Mis hijos, que están en Estados Unidos, me mandaron dinero. Corrí para La Habana y allá lo resolví todo rápido, pero pagando bien. Me operé y estoy bien. Tuve suerte y dinero para andar rápido. Ya estuviera muerta de no tener dinero", agregó Luisa.
"Cuando mis dos hijos emigraron, creí que estaban siendo crueles, que estaban abandonándome. Pero Dios sabe lo que hace. Se fueron para poder salvarme y ni ellos mismos lo sabían. Ahora me hago un chequeo de rutina".
Belkis, también de Mayarí, esperaba en la puerta 31 del Hospital Lenin, el más importante de la ciudad y la provincia de Holguín. Tampoco se ha podido operar de cálculos biliares. "Me producen muchos dolores, no tengo vida. Me he hecho el chequeo anestésico tres veces, mandado por el médico, sin lograr un turno para operarme", declaró.
"Hasta estuve ingresada con un cálculo obstruyendo el conducto, con un dolor insoportable que ni con analgésicos fuertes se me calmaba".
"En esos días el salón estaba contaminado y, por suerte y desgracia a la vez, el cálculo se removió, mejoré un poquito y me dieron de alta para que siguiera esperando porque ya no soy una urgencia. Estoy asustada y por eso vine a Holguín, esperanzada de que aquí me operen más rápido", reveló Belkis.
La situación de los hospitales cubanos es deprimente y en los municipios del interior es peor. Generalmente escasean los medicamentos y medios para diagnóstico, los equipamientos son obsoletos y no hay con qué repararlos, y el mobiliario es viejo y está seriamente deteriorado. En no pocas ocasiones falta el agua hasta para beber, y los baños están rotos, sucios y malolientes.
Cecilia, que tuvo a su hija de diez años ingresada cinco días por sospecha de dengue, comentó que "no hubo agua corriente nunca".
"El agua la traía la familia de la casa hasta para bañarnos. Imagina cómo estaban los baños. La pediatra dijo un día, agotada, que tenía deseos de ser peluquera para no pasar más trabajo. La encargada de la limpieza más bien ensuciaba el cubículo, dejando olor a orine. Limpiaba primero el baño y, con la frazada mojada de allí, la pasaba por el piso. Fue terrible, no hay ni las mínimas condiciones. No me fui porque multan al que se fuga", aseguróó.
A todo esto se suma la falta de personal cualificado porque la prioridad tácita es la exportación de servicios médicos al extranjero. Y, aunque se acelera la formación de nuevos galenos, la especialización lleva obligatoriamente muchos años de estudio y experiencia.
"Lo peor es la movilidad. Es otra arista negativa de las misiones, que no se menciona. No podemos tener estabilidad en ninguna consulta. Un paciente comienza a tratarse con un especialista y a los pocos días puede ser otro el que lo atienda porque el anterior se fue de misión", apuntó el director de un policlínico docente del municipio cabecera, que pidió mantenerse anonimato.
"Al final puede que ni sea el segundo doctor el que termine el tratamiento porque también quiere irse de misión. Eso no es bueno para el paciente en ningún sentido, principalmente en el plano psicológico, por la confianza, pero también, hay que reconocerlo, afecta la calidad del servicio de salud. Es un hecho que los mejores especialistas están fuera y aquí nos quedamos con los menos experimentados. Eso nos afecta, es un problema".