El más visionario de todos los cubanos, el Apóstol de nuestra independencia, José Martí, escribió "La futura esclavitud", un ensayo confirmativo de la obra homónima del filosofo Herbert Spencer, donde hacía una crítica temprana del "socialismo de Estado" que, menos de un siglo después, paradójicamente, se implantaría en Cuba, por medio de la violencia castrista, en nombre del socialismo y las ideas martianas.
Hoy, con "sano orgullo", el régimen castrista muestra al mundo los "éxitos sociales" de lo que bien pudiéramos llamar la moderna esclavitud, tratando de ocultar el desastre económico y social generado por casi 60 años de explotación estatal de la fuerza de trabajo a cambio de una magra porción de alimentos racionados, con un nivel de salud y de educación suficiente para mantener activa y sumisa la fuerza de trabajo de sus esclavos modernos, impedidos de ejercer sus libertades mínimas y derechos civiles.
Vendiendo las delicias del verano, las playas o los paisajes cubanos, que no son castristas; el carácter alegre, bullanguero, sonoro y hospitalario de los cubanos, que tampoco son castristas; y hasta exponiendo en sus carteles la belleza de la mujer cubana, que nada tiene que ver con el castrismo, el moderno Estado esclavista quiere atraer las inversiones del "atrasado capitalismo internacional".
El régimen ofrece al capital extranjero la posibilidad de explotar esas bellezas y otros recursos naturales de su interés privado, a cambio de compartir el trabajo de sus esclavos: dos ofrecimientos que chocan con los intereses del capital internacional, que procura invertir donde le acomoda a él y no al Estado cubano y su cartera de inversiones, y precisa, no de trabajo esclavo contratado a través del Estado, sino de trabajo bajo libre contratación que sea productivo, rentable y generador de mercado interno.
En fin que el capital no tiene nada que ver con la esclavitud, y esto no lo entienden, no lo pueden entender, los esclavistas cubanos acostumbrados a manejar sus dotaciones de esclavos en forma de contingentes bajo condiciones violatorias de todas las normas y derechos reconocidos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), incluidos los del pago justo por el trabajo y los derechos a la huelga y la sindicalización independiente.
Hasta ahora, el castrismo esclavista ha conseguido movilizar algunos capitales aventureros, fundamentalmente españoles, dados los vínculos históricos de los Castros con los anti-yanquis peninsulares herederos del rancio nacionalismo gallego, que sentían añoranza por la "siempre fiel Isla de Cuba", a la que aspiran a recuperar con el contubernio de los Castros, descendientes de gallego enrolado en las tropas de Valeriano Weyler.
Por otro lado, la apuesta castrista a la Zona Especial de Desarrollo del Mariel, de cara al comercio con EEUU y el Caribe, fue torpedeada en la cuna por el origen fraudulento de los fondos conseguidos por el corrupto Lula da Silva y la incapacidad castrista para resolver sus diferencias con el vecino del Norte.
Las inversiones latinoamericanos de "capitalistas de izquierda", generalmente de poca monta, nunca han llegado en masa, se han ido por falta de pago y los grandes capitales del área de una u otra forma están vinculados al de EEUU, por lo que evitan verse involucrados en las violaciones de las leyes estadounidenses.
El capital de mayor importancia y perspectiva para el desarrollo de la economía cubana es el que está en EEUU, especialmente en La Florida y tiene como dueños a los cubanos excluidos arbitrariamente de invertir y vivir en su patria. Mientras el desgobierno cubano siga con su monserga "socialista" y el enfrentamiento a su propio pueblo dentro y fuera, al que solo admite como súbdito, las posibilidades de desarrollo de Cuba serán muy limitadas.
Mientras el estatalismo esclavista continúe monopolizando la economía, las tierras, el mercado interno y externo, la producción y venta de artículos de amplio consumo, y pagando salarios de miseria, no habrá un amplio desarrollo del mercado interno, que es condición imprescindible del despegue.
Mientras no se respeten los elementales derechos y libertades del pueblo cubano de expresión, asociación y actividad económica, el desastre permanente seguirá ahondándose hasta generar una situación insostenible para los de abajo, y luego para los de arriba.
La moderna esclavitud no tiene perspectivas. Al parecer la cúpula gobernante lo sabe. El reconocimiento del fracaso queda implícito en el llamado de rescate que hace la moderna esclavitud al "atrasado" capital internacional.
Pero el miedo a perder el control del país y a la venganza posible de una parte del pueblo por tanto abuso, tal y como hizo la "revolución" en sus primeros meses, retiene y obstaculiza las necesarias reformas, como se ha demostrado en los debates de la reciente Asamblea Nacional sobre el proyecto de Constitución, donde quitan la palabra "comunismo", pero dejan intacto todo el andamiaje que lo soporta.