A pesar de que la población aborigen de Cuba se extinguió casi completamente antes de la fundación del poblado de Mayarí, en mayo de 1757, y de que sus reductos raciales y culturales se disolvieron en el ajiaco del mestizaje cubano, hasta hace poco muchos daban por cierta la leyenda de la aparición de un indio en una cueva aledaña al valle mayaricero (en Holguín).
Circulaban fotos y rumores que alimentaban el mito, develado hace unos meses. Ya es de conocimiento público que tan solo se trata un proyecto espontáneo del joven Fermín Olivero Bárcena, de 27 años, vecino de los alrededores de las lomas de Piedra Gorda y Seboruco.
Fermín o el "Cacique Mayarí", como se hace llamar, tiene bien montado su personaje. Se viste de indio y durante dos años ha construido su asentamiento en la cima de una loma. Desde pequeño se conoce al dedillo las cuevas y senderos del lugar y le atrae la cultura natural de los aborígenes. Este conocimiento, unido a su afición por construir con materiales rústicos, motivó la idea que ha llamado la atención y recibido la aprobación de los vecinos.
"Un pariente arqueólogo visitó estas cuevas hace unos años atrás y me habló de la riqueza del sitio, de todo lo que falta por explorar y descubrir. Aquí en esta zona se han encontrado restos de los seres humanos más antiguos del Caribe. Yo, atraído por estas cosas, ya tenía algunas construcciones rústicas en mi casa y recolectaba piedras raras, lo cual motivó la visita de mucha gente, incluso extranjeros", comenta Fermín.
"Por eso, hace dos años, se me ocurrió empezar a construir en un área llana de una montaña cercana, al lado de una cueva", continúa. "Comencé a vestirme de indio allí. En febrero de este año la gente empezó a visitarme. Primero unos pocos, luego por grupos a cada rato, ahora varios grupos al día", relata.
"Me alegra que mi iniciativa le guste a la gente y me reconforta después de tanto trabajo. Atiendo a todos y hasta les obsequio cintillos de yarey tejidos adornados con plumas, que yo mismo confecciono. No cobro nada, pero algunos me dejan dinero solidariamente. No lo rechazo porque cada vez puedo dedicar menos tiempo a buscarme la vida en otra cosa".
Fermín parece un aborigen de verdad, con su pelo negro y largo adornado con plumas, descalzo por el suelo agreste, vestido con taparrabos. Rodeado de la gente que sube a verlo y lo siguen entusiasmados, sin rendirse, por su agotador recorrido. Cuevas, senderos y un mirador rústico en un árbol inmenso desde donde se divisa, hermosísimo, todo el valle. En la cueva tiene troncos huecos que usa de tambores y los visitantes hacen sonidos imitando a los aborígenes, "uaaaa, uuu, uaaaa". Es todo un espectáculo.
Sobre todo, impresiona la atracción que genera su iniciativa en los visitantes. Fermín considera su obra un museo al aire libre. Adorna su choza con curujeyes, piedras raras, asientos de palos y una lanza con punta de sílice.
Es evidente que el Cacique Mayarí no puede colmar la demanda de los visitantes, no ha terminado con un grupo y llega otro. Pero él sigue solo.
"Yo nunca he promovido esto, la gente se entera y viene. Les dedico todo el tiempo que tengo, pero es agotador. Me asusta mucho que comiencen a visitarme extranjeros y eso moleste más a las autoridades. Ya me informó un funcionario de Planificación Física, hace un mes, que tenía 15 días para destruir todo, que era una ilegalidad. Claro que no lo haré. Estoy tratando de legalizarlo y no puedo. Varias veces he ido a la Dirección de Cultura, intentándolo. Para que vinieran les conseguí un transporte con un amigo, pero hace dos meses de ello y no hay respuesta".
"La Presidenta del Consejo Popular dijo también que me apoyaría para buscar una solución y estoy a la espera. Pero ¿quién detiene a la gente que se entera y vienen a visitarme? No los puedo rechazar por un problema burocrático".
En tanto, el número de visitantes que recibe el proyecto aumenta cada día. Fermín cuenta con el apoyo de un historiador para mejorar el lugar y su personaje.
"Esto es tan solo una idea que se me ocurrió y parece que es buena, porque a la gente le ha gustado mucho. Tan solo quiero que me apoyen y que no me obliguen a destruir este proyecto cultural. Sería un crimen porque ya no es solo mío, sino de todos aquellos a los que les ha gustado", concluye Fermín, preocupado.