Dentro de unos días, en una reunión del dizque Parlamento de Cuba, se conocerán los detalles de la reforma de la Constitución comunista, cuyo plato fuerte al parecer será que el presidente del Consejo de Estado ya no será el jefe del Gobierno, sino que lo encabezará un Primer Ministro.
En este aspecto, a priori, la reforma tiene la fisonomía de una copia del esquema estatal de la Unión Soviética tras la muerte de Stalin, cuando se separaron los cargos principales del Estado. Recordemos una troika famosa: el presidente del Presidium del Soviet Supremo (Consejo de Estado), Nikolai Podgorny, era el jefe de Estado; el jefe del Gobierno era el primer ministro Alexei Kosiguin; y el número uno del país era Leonid Brezhnev, Secretario General del Partido Comunista.
Pero no es inteligente especular ahora, pues ya pronto sabremos todos los detalles. Lo que sí es fundamental destacar es que la Carta Magna reformada ratificará "la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción y la planificación como componente principal de dirección", con la empresa estatal como sujeto central. Más claro ni el agua
Claro, también se dice que se reconocerá el "papel del mercado y de nuevas formas de propiedad, entre ellas la privada", y "la importancia de la inversión extranjera". Puras pamplinas. Todo es una maqueta institucional bien montada para vender al mundo la imagen de mayor pragmatismo y menos estalinismo, y así atraer la inversión extranjera que no acaba de aterrizar en la Isla.
Arremetida castrista contra 'el papel del mercado'
Si de veras hubiese voluntad de reconocer el papel del mercado y de la propiedad privada no se estarían dando en estos momentos tantos pasos precisamente en sentido contrario.
En vez de abrir más espacio a la iniciativa privada, hace pocos días el régimen publicó en la Gaceta Oficial un nuevo paquete de medidas precisamente anti-mercado, con duras restricciones al sector privado y más impuestos. La nueva camisa de fuerza a las fuerzas productivas entrará en vigor en diciembre de 2018, y las actividades privadas se reducirán de 201 en la actualidad a 123. Un magnífico "reconocimiento" a la iniciativa privada.
Es una burla afirmar que la Constitución reformada va a reconocer "el papel del mercado" si se acaba de prohibir legalmente que un cuentapropista opere más de un negocio. Quien hoy alquila parte de su casa a un turista y también le ofrece desayuno y comidas, ya no lo podrá hacer, irá a prisión. Y quien tiene una "paladar" en Miramar, y otro en Centro Habana, tendrá que cerrar uno de ellos.
Esos emprendedores obtendrán menores ingresos y pagarán menos en impuestos al Estado. Todos perderán y será más acuciante la pobreza en la Isla.
Igualmente se prohibirá que haya cuentapropistas que aparezcan como dueños de un negocio pero que solo representan al verdadero propietario. Arguyen que eso nutre la "concentración de riquezas". También les exigirán que muestren con documentos el origen de los fondos para abrir el negocio.
Además, el régimen vinculará a los taxistas privados de La Habana a piqueras establecidas por el Estado y cancelará las licencias a los choferes privados que no acepten acogerse al control gubernamental.
Al mismo tiempo se está acentuando no solo la represión política, sino la cultural. Se acaban de prohibir ciertos programas de TV hasta ahora incluidos en el "paquete"; y se prohíbe la contratación de artistas no controlados por el régimen.
Un pretexto para justificar esta ofensiva retrógrada es que con las nuevas medidas económicas se evitará que se usen productos y "materiales de procedencia ilícita". Falso, en Cuba no hay mercado mayorista, y el minorista no tiene insumos, ni materiales. La gente no tiene más remedio que conseguirlos como puede. De ahí surge el mercado negro, el único que mantiene alimentados y vestidos a los cubanos.
O sea, en vez de reconocer "el papel del mercado", el castrismo lo torpedea. Según cifras oficiales, hay en el país 591.456 cuentapropistas, que emplean a unos 700.000 trabajadores. En conjunto, en el sector "no-estatal" labora el 12% de la fuerza de trabajo de la nación. Es muy poco para un país sumergido dramáticamente en la pobreza. Y con los truenos actuales no crecerá mucho más.
A más impuestos y trabas, menos crece el PIB
La dictadura no informa qué proporción del Producto Interno Bruto (PIB) genera el sector privado. Lo inaudito es que mientras abarca solo el 12% de la fuerza laboral, el régimen quiere que el 75% del presupuesto total del Estado provenga de los impuestos que pagan los privados, a quienes se les prohíbe producir bienes industriales. Solo pueden ofrecer precarios servicios de corte medieval, no profesionales.
El PCC y la Junta Militar no acaban de entender una relación inversamente proporcional nefasta: mientras más quiere cobrar un Estado en impuestos, menos crece el PIB.
En China, gobernada por el mismo Partido Comunista de Mao Tse Tung que mató a 65 millones de personas, el sector privado genera casi el 70% del PIB, que es el mayor del mundo luego del de EEUU. Allí otro criminal, Deng Xiaoping, quien ordenó la masacre de Tiananmen en 1989, luego de morir Mao abrió la economía al capital privado y lanzó una consigna subversiva en Cuba: "Enriquecerse es glorioso". Ni Adam Smith o David Ricardo, padres de la teoría liberal del capitalismo, dijeron tanto.
En 2017, más del 90% de los nuevos empleos en toda China fueron creados por empresas privadas, según la agencia oficial Xinjua. Hoy en China hay 65.8 millones de negocios de propiedad individual y 27.26 millones de empresas privadas más grandes. Emplean en total a 340 millones de trabajadores. Casi el 80% de los puestos de trabajo en China, y el 70% de la innovación tecnológica y los nuevos productos, corren a cargo del sector privado.
En Vietnam, bajo el mando del mismo partido estalinista de Ho Chi Minh que hambreó al sur del país durante 40 años, luego de su muerte se lanzó, en 1986, el Doi Moi (Renovación), con reformas de tipo capitalistas que han sacado del atraso feudal y la pobreza a millones de vietnamitas.
El sector privado vietnamita ya genera el 46% del PIB. El colmo es que los cubanos enseñaron a los vietnamitas a cosechar café y hoy ese país, con las tierras cultivadas privadamente, es el segundo exportador mundial de café, luego de Brasil y por encima de Colombia, mientras Cuba produce 11 veces menos café que hace 59 años.
Por supuesto, el futuro de los cubanos no puede ser el de China o Vietnam, donde imperan tiranías que violan los derechos humanos. Pero con la triste realidad de un pueblo hundido cada vez más en la pobreza, emerge con mucha fuerza el contraste escandaloso entre la élite del castrismo y el resto del pueblo cubano.
Basta ya de que, viviendo como ricos en una burbuja capitalista de Estado que los incluye solo a ellos, el dictador y los altos pejes del régimen bloqueen el derecho de los cubanos a crear riquezas y a poner fin a su dramática pobreza.
Basta ya de cocinar reformas gatopardistas que lo cambian todo para dejarlo todo igual. La liberación de las fuerzas productivas en Cuba es hoy cosa de vida o muerte.