En la mañana de este domingo 15 de abril, amantes de los animales y simpatizantes con la causa de acabar con su visible sufrimiento en Cuba hicieron una caminata o camicota (caminata con mascotas), desde Coppelia hasta el Cementerio de Colón.
La convocatoria la lanza cada año ANIPLAN (Asociación Cubana de Protección a Animales y Plantas), la única relacionada con la causa animal en la Isla. Rinde homenaje a Jeannette Ryder, filántropa norteamericana que fundó en 1906 el Bando de la Piedad, que acogía a desplazados de la guerra, ancianos desamparados, niños huérfanos, dementes, mutilados y también a animales abandonados.
La peregrinación, que fue promocionada por los medios oficiales, terminó en la sepultura de esta mujer, de la que jamás se habla en las escuelas cubanas. Sobre el panteón hay una escultura que la representa tendida y, a sus pies, su fiel perro Rinti, que se negó a abandonar a su dueña y, rechazando la comida que le ofrecían los cuidadores del cementerio, murió junto a la tumba.
La labor humanitaria desplegada por el Bando de la Piedad, que incluía una revista homónima y a cuya causa se sumaron personalidades célebres de la época, impidió que se realizaran en Cuba corridas de toros. Ahora el Estado cubano promociona rodeos donde el ganado es maltratado como forma de espectáculo recreativo.
En opinión de muchos, ese hecho, junto a las peleas de gallos y algunas prácticas religiosas que establecen el sacrificio de animales de forma dolorosa, son impedimentos para que se apruebe lo que la comunidad de protectores exige desde hace tres décadas: una Ley de Protección Animal.
Durante la caminata se ofrecieron flyers a los transeúntes con la foto de un cachorro y el eslogan: "Salvar a un animal no cambiará el mundo, pero cambiará el mundo de ESE animal".
Ya junto a la tumba de Jeannette Ryder, donde se depositaron flores, Nora García, presidenta de ANIPLANT, habló de la necesidad de incrementar las esterilizaciones como solución al problema del sufrimiento animal.
Muchos de los presentes insistían en la urgencia de la Ley de Protección. García respondió que "la ley no va a cambiar el útero de las perras". Hubo protestas entre el público y se escucharon comentarios como "la ley es lo único que evita el abuso", "la ley es el primer paso para ser civilizados", "la ley y la esterilización tiene que ir juntas".
La presidenta de ANIPLANT siguió diciendo que, "en el pasado, los gatos callejeros solo podían salir a alimentarse de noche, buscando comida en los latones de basura, pero ahora hay paladares (restaurantes privados) y la gente los alimenta, lo cual significa camadas y camadas", y luego "los matan, los cuelgan, los queman"
Una joven interrumpió diciendo "por eso queremos la ley". A lo que García contestó: "la ley no puede cambiar la educación de un pueblo".
Se escucharon murmullos de disgusto y argumentos como "la ley castiga y educa", "la ley ayuda a la convivencia" y "la ley previene el asesinato de personas, si no estarían matando gente igual".
Ante el debate, García recordó que Jeannette Ryder estuvo 20 años esterilizando. "La ley es clave, la educación es clave, y la esterilización es lo que va a acabar con el abuso animal. Si no hay perros, el carro (de Zoonosis), no puede salir", opinó García.
"La superpoblación de gatos es terrible y cómo están sufriendo", reconoció una protectora.
"Traemos medicamentos, traemos anestesia y trabajamos todos", señaló García. Cuando haya una ley que permita más asociaciones, será bueno, pero "ahora que hay solo una (…) los invito a hacer un juramento de trabajo para el año que viene poder decir que La Habana está limpia (de animales abandonados)", exhortó García y recibió aplausos.
El hecho es significativo porque durante años ha habido una gran división entre los que trabajan por la protección de los animales en La Habana.
Que en las paladares se alimenten a los gatos callejeros no es el problema real; lo es la tenencia irresponsable y la falta de un sistema que sancione la negligencia estableciendo rangos de delito, como el abandono, el maltrato y el sadismo.
Una asociación que trabaja bajo la égida de un Estado indiferente a la sobrepoblación animal y las graves consecuencias para la higiene, la salud, el mal ejemplo en materia de educación, de ética, y la deplorable imagen que desmiente la postal paradisíaca que se intenta vender de la Isla, tiene limitaciones dobles.
Sin embargo, es esperanzador que al menos los grupos que han surgido de forma espontánea y los cientos de protectores anónimos encuentren en la única sociedad con estatus legal apoyo material y de organización.
Los problemas de la sociedad cubana empiezan en la falta de derechos ciudadanos, pero los animales no tienen por qué esperar a que una sociedad civil, fragmentada y mayormente apática como resultado del miedo, se decida a organizarse para luego defenderlos. Ellos están en desamparo total. La caridad busca vías para operar en cualquier circunstancia geográfica, histórica o política.
Los cubanos han renunciado a su autonomía por elección. Los animales no pueden siquiera elegir su destino.